Dirección: Lewis Milestone
Año: 1930
País: Estados Unidos
Duración: 130′
Guión: George Abbott, Del Andrews y Maxwell Anderson (según novela de Erich María Remarque)
Música: David Broeckman
Fotografía: Arthur Edeson
Intérpretes: Lew Ayres, Louis Wolheim, John Wray, Arnold Lucy, Ben Alexander, Scott Kolk, Owen Davis Jr., Walter Browne, Russell Gleason.
Premios: Oscar: Mejor Película y Mejor Director.
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El profesor arenga a los alumnos
Vamos a ponerlo fácil porque la historia de esta película es sencilla: guerra que estalla, ardor patriótico y guerrero por las calles, jovencitos envalentonados por sus mayores y la idea romántica del combate, alistamiento general buscando ser héroes, llegada al frente, darse de bruces con la realidad de la guerra, pérdida total de la inocencia y de la vida, ver la muerte, el hambre y la miseria, matar y morir, ser herido, volver a casa y ver que hay otros ocupando el inocente sitio donde te reclutaron, listos para el siguiente reemplazo, ser incapaz de recuperar la normalidad, volver a la guerra…
Suena familiar ¿verdad? Quizá estemos hablando de una película antibelicista más, con un hilo conductor ya conocido y al que se le han dado mil vueltas. Pues sí, hablamos de algo ya visto. El problema es que lo que hoy tenemos entre manos es la pieza original, y eso por sí solo le hace merecedora de un poco de atención. Pero por si fuera poco hay que añadir que es una obra maestra, de modo que sería un pecado imperdonable despacharla en dos párrafos.
Los nuevos reclutas
Lo primero que debemos tener muy claro es que estamos en 1930. Ello nos ayudará a recibir con mayor asombro la valía de la película. Supone un hito porque es de las primeras en la historia del cine en hacer muchas cosas. Lo primero es su valentía, ya que cuenta una historia desde el punto de vista del que doce años antes era el enemigo, cosa inusual en la época, como inusual es que realice una superproducción tan pesimista en un contexto histórico en que la crisis del 29 azotaba y, aunque no es ley matemática, es un hecho que en este tipo de circunstancias, y aquel momento no es excepción, la gente busca evasión a los problemas y el cine cubría esa necesidad con temáticas ligeras. Desde el punto de vista técnico es fantástica en muchos aspectos, el primero su gran ambientación, tanto del pueblo alemán como del frente, meticulosa en el retrato de las calles y las gentes, de los uniformes, los detalles y los pueblos y campos abrasados de primera línea de fuego. Estos últimos son además mostrados con el por entonces novedoso uso de grúas, mostrando vastos cuadros de desolación. El uso del tráveling es también maestro, ya que pocas o ninguna vez se habían rodado escenas de batalla junto al avance de las tropas, corriendo de una trinchera a otra siguiendo a los soldados, ahora hacia delante, ahora en retirada, poniendo la técnica al servicio del retrato de aquel absurdo gasto de vidas diario de la I Guerra Mundial, en que se ganaban unos metros que volvían a ser perdidos de inmediato para retornar al estancamiento de la trinchera.
- En marcha hacia la guerra
Todo este empeño técnico y esta valentía responde al intento de llevar a la imagen una historia de guerra cruda, sin héroes, carente de cualquier romanticismo. No contento con un guión e interpretaciones, que a nuestros ojos hoy, ochenta años después, pueden parecernos por instantes algo extemporáneos, pero que rinden perfectamente en pos del objetivo, los autores de la película se apoyan en el montaje, la técnica y el sonido para reforzar brillantemente el resultado. De este modo uno se queda estupefacto al ver el avance de un soldado, una explosión, y a continuación, cuando el humo se disipa, tan solo queda una mano amputada asida a un alambre de espino. Brutal para el ojo del año 30 y de una calidad de montaje excepcional.
En cuanto a la historia en sí ya hemos dibujado sus líneas maestras y no mucho más hay que añadir. Subrayar, eso sí, que contiene ciertos diálogos y frases magistrales, así como escenas impagables: la arenga bélica del viejo profesor a sus jóvenes alumnos mientras en la calle la algarabía celebra el estallido de la contienda; el encuentro en el cuartel instructor con el que antes era el afable cartero del barrio y ahora es un prepotente con galones; la llegada al frente y el encuentro con los veteranos; el primer combate; los soldados que discuten sobre cómo se origina una guerra: (“un país ofende a otro” – “¿y eso cómo se hace? ¿una montaña francesa insulta a una alemana? Yo me voy a casa, no me siento insultado”); el soldado que queda aislado, dentro del socavón de una explosión y pasa la noche junto al soldado francés al que acaba de matar; la muerte de quien obtiene de su amigo muerto las mejores botas de la compañía; la desesperación por encontrar comida; el encuentro con lugareñas francesas; el retorno a casa del soldado con permiso, al que todos jalean como valeroso héroe y quieren ponerle de ejemplo ante los jóvenes cuyo rechazo se gana al decirles que la guerra consiste en sobrevivir y no ser asesinado; la famosa escena en que la mano trata de alcanzar una mariposa, instante de efímera belleza en medio de la destrucción, instantes antes de morir; y el plano final en que, con la vista atrás, jóvenes soldados marchan hacia el frente fundidos con la imagen de un extenso cementerio.Tagged: Alemania, Antibelicismo, Cine bélico, Cine EEUU, Ejército alemán, Guerra de trincheras, I Guerra Mundial, Lewis Milestone