Ya no sé ni qué hacer con este tiempo. De repente hace calor, hay viento, llueve, nieva y hay un frío más característico del polo Norte que de un clima tropical como el nuestro. Y a tan solo una semana de la llegada de la primavera, el invierno parece haberse acomodado de tal forma que nos ha cogido un cariño tan grande, que es difícil saber qué hacer para no corresponder a su gélido amor y que se marche de una vez por todas a tomar por…donde ha venido.
Y aunque resulte contradictorio, todos aquellos que nos quejamos, tenemos la fea costumbre de ir en contra de aquello que criticamos. Tal es mi caso y el de cientos de grancanarios que, con la llegada del frío y la bajada de las temperaturas, coincidíamos de manera fortuita en la cumbre de nuestra isla con la única intención de ver los 3 centímetros de nieve caídos en estos días. Y créanme que por regla general, 3 centímetros no suelen causar tanta expectación.
Pues como les cuento, una vez que salí del trabajo, me enrollé cual momia egipcia con todo el abrigo que conseguí en el maletero de mi coche y emprendí rumbo a la cumbre. Eso sí, haciendo una obligatoria parada en Tejeda para coger resuello y testear qué temperatura hacía hasta el momento. En esa bonita zona de la isla tenían a las 4 de la tarde, 4 grados, por lo que pensé que conforme subía en mi recorrido y pasaba el tiempo, también se incrementaría la temperatura. Peeero, como siempre, no podía estar más equivocado.
Cuando llegué a la cumbre saltándome todas las prohibiciones que me negaban el acceso a la zona por posibilidad de ‘Deslizamiento’ en la calzada, me bajé de mi coche ante aquel paraje para mí desconocido y como si de Neil Armstrong se tratara, y no el de la trompeta, sino su hermano el astronauta, puse el pie en la nieve y cité las palabras que él mismo dijo al pisar la luna “Esto es un pequeño paso para el hombre pero un gran salto para la humanidad”.
A ver, en primer lugar fue un pequeño paso para mí, el hombre, y un gran salto que di tras el, por el olor a humanidad allí reinante. No veía tanta gente junta desde que regalaban yogures caducados en el supermercado de la esquina. Y es lo que tiene esta isla, que como es tan pequeña todo el mundo acaba en el mismo sitio y aún más cuando se les prohíbe ir.
Así que la próxima vez que vuelva a caer nieve en la cumbre…pues…qué demonios, me verán allí otra vez. Si es que es lo que tenemos los grancanarios, que somos los únicos seres humanos, que tropezamos dos veces con la misma gente en la cumbre de nuestra isla…
Esta es la crónica habitual, de un día como otro cualquiera…