En España la mejor manera de guardar un secreto es escribir un libro (Manuel Azaña)
Desastre del Annual, guerra del Rif, 1922
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El País, en la edición digital del 12 de abril pasado,recogía unas declaraciones del ex – presidente del Gobierno español, Felipe González.En la presentación del Informe 2011 sobre la Democracia de la FundaciónAlternativas, González afirmó: “Mepreocupa la falta de orientación de Gobierno y oposición”, describiendo deforma concisa y clara cuál es la situación que vive nuestra política y nuestraeconomía actual. Pero nos sorprendería ver cómo esta frase, de apariencia casual,podría describir a la perfección el devenir español a lo largo de su historia.Inmediatamente me vino a la cabeza una reciente lectura (un blog fantástico, De reojo, de Sergio del Molino) quetrataba sobre la obra de Arturo Barea y Laforja de un rebelde, y hablaba del cariño profesado a su protagonista conel que compartía su “indecisión” y su“desenfoque”. La guerra de Marruecos
Tropas españolas en Marruecos, 1922
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La forja de un rebelde se plantea como una novelaautobiográfica, escrita desde el exilio de un perdedor que ha tenido que sufrirdurante casi medio siglo los vaivenes de un país caótico y muchas vecesincomprensible. Desde su más tierna infancia (La forja), Arturo Barea hace un detallado relato de su vida que nohace más que convertirse en lienzo de una época bárbara en nuestra historia másreciente: el declive y la incapacidad de un sistema político inútil emanado delos partidismos y los intereses particulares en beneficio de pocos y detrimentode muchos; la salida hacia delante planteada por la tragedia que supuso laguerra de Marruecos (La ruta); y elterrible desenlace de un país que no era capaz de encontrar su sitio y no suporesolver sus cuestiones y problemas sino fue a través del derramamiento desangre más brutal siguiendo esa larga tradición hispánica del odio enquistadoresuelto sólo con violencia (La llama).
Abd el - Krim
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España habíaentrado de manera brutal en la era contemporánea. Un siglo XIX entrelevantamientos, revoluciones, guerras civiles, muertes, caciquismos,terrorismos, hambre, miseria… Un país que parecía incapaz de encontrar su sitioen la modernidad.Y estasituación se prolongó hasta la llegada del siglo XX, cuando una España agotadaeconómica, social y políticamente consideró que era necesario recuperar las gloriasde un imperio más que perdido en el que el sol se puso para siempre. Se embarcóasí en la aventura africana y mandó a pobres campesinos, analfabetos yhambrientos, a luchar por intereses lejanos y abstractos, a los que erantotalmente ajenos. Jóvenes que apenas habían salido de sus pueblos y que veíancómo los ricos se libraban del infierno marroquí a golpe de talonario,embarcados como ganado hacia el matadero en el sentido más literal del término,sufriendo las inclemencias de un territorio extraño, luchando contra un enemigoimplacable que sólo defendía su casa, su tierra, su vida.
Desastre del Annual. guerra del Rif, 1922
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África seenquistó en la sociedad española hasta lo indecible. Se convirtió en temarecurrente de prensa y pasillos del Congreso. Pero, sobre todo, y máspreocupante, se aferró en el miedo de las madres, de las novias y de lasfamilias de aquellos jóvenes reclutas (forzados) que partían al desierto asufrir penalidades y, casi seguramente, la muerte. Y así surgió la leyendanegra de Marruecos que se extendió por toda España ahogando en sollozos y dolor al pueblo por la muerte de los hijos,novios y maridos en lejanos barrancos culpa de la ineptitud de las clasesdirigentes del país y de su sempiterna corruptela tan del gusto del políticoespañol.Y fue estecultivo africano el que alimentó y engordó hasta la saciedad el odio de las dosEspañas enfrentadas secularmente, la de los que tienen contra los que no tienen.Fue en África donde el rencor y la violencia gestados durante siglos dedesigualdades e injusticias explotarían con brutal violencia, tratando de ponerfin a una época de tribulaciones, de rumbos perdidos, mediante el golpeviolento y desalmado. De nuevo, en España se imponía el valle de lágrimas paratratar de poner fin a tantas épocas de dudas. Tres años de conflicto y cuarentaaños de imposición de ideas, formas y modos de vivir. Luis PérezArmiñoLeer más en El Ostracismo de Caronte