“¿Cómo es posible la existencia de comités de empresa siempre dispuestos a atosigar a los empresarios, pese a que son éstos quienes generan empleo? Los comités de empresa deberían desaparecer por nefastos para el trabajo, pues intentan suplantar al empresario en sus funciones. Con las leyes laborales que tenemos no son los empresarios los llamados a dirigir sus empresas, pese a que son ellos quienes arriesgan fortuna, responsabilidad y vida, sino los empleados. Y de estos, muchos se blindan y con su actitud intransigente y torpe, mal asesorados o asesorados por el odio, arrojan a sus ingenuos “compañeros” que se dejan arrastrar, a la calle y de ahí al paro. Lo dicho, los comités son una rémora para el empleo, para la producción y para la paz social. Y están demostrando en plena crisis que no atienden a razones y actúan enloquecidos.”
Iba a comentar estas palabras, pero después de mucho pensar, creo que no hace falta. Decía un personaje en cierta película que se nos conoce por nuestros actos. Yo añado que también se nos conoce por nuestras palabras.
Por cierto, yo no arriesgo mi fortuna porque no tengo. Arriesgo mi futuro trabajando en una empresa para la que no soy mas que un número. Arriesgo mi sueldo de mil euros (con pagas extras prorrateadas) sin el cual no podría comer para defender lo que considero justo. Lo que no voy a arriesgar es mi dignidad. Porque eso es algo que tengo y valoro. Algo que algunos empresarios y directivos (fijos o temporales) no pueden arriesgar porque no tienen. Intento no caer en la demagogia. Es fácil criticar la actitud de los que toman las decisiones desde la perspectiva del que sufre las consecuencias. Es muy difícil dirigir una empresa y aún más difícil dirigir al grupo humano que la conforma. Pero es en las situaciones de crisis cuando los empresarios deben mostrar su valía. Es en esas situaciones donde las formas son las que marcan la diferencia entre el triunfo y el fracaso. Y si tus trabajadores se rebelan contra tí y contra tus métodos, es que has fracasado.
“Las quejas son el lenguaje de la derrota”Frank Grane