Fue bombardeada durante la segunda guerra mundial, especialmente durante el sitio de Budapest, al ser convertida en sede de la radio alemana. Tras la guerra el templo siguió utilizándose para el culto por la mermadísima población judía que quedó en la capital, y no fue hasta la época postcomunista cuando se restauró, entre 1991 y 1998.
La sinagoga en sí es tan solo una parte de un recinto que incluye un museo, un cementerio y un jardín con una escultura metálica de un sauce a tamaño real (llamada el árbol de la vida), en cuyas ramas figuran algunos de los nombres de los judíos asesinados por los nazis durante la guerra (unos 400.000 en Hungría), así como de aquellas personas que salvaron a otros miles mediante su ayuda, muchos de ellos diplomáticos o funcionarios que les expidieron documentaciones falsas como salvoconductos, pasaportes, fes de bautismo u otros papeles que les permitieron escapar y sobrevivir al holocausto. Una de aquellas personas fue el diplomático sueco Raoul Wallenberg.
Yo no he entrado personalmente a la sinagoga porque la entrada es cara (creo recordar que en torno a 10 €, y más teniendo en cuenta que por ejemplo a la basílica de San Esteban se puede entrar por 200 forint, unos 65 céntimos de euro, y hasta hace poco era totalmente gratis), pero puede observarse desde la calle por fuera y el jardín y la escultura desde detrás de la valla. Como curiosidad, la calle Dohány significa calle del tabaco en húngaro.
Para llegar hasta ella tan solo hay que caminar unos minutos desde Deák Ferenc tér hacia el sur por Károly körút.