En época medieval, la judería de Toledo era una de las mayores de España. Aislado por muros, el barrio judío contaba con diversos edificios públicos como escuelas, llamadas madrisas, baños o, el más importante de todos, la sinagoga, lugar de oración y reunión de la comunidad.
La de Santa María la Blanca, en Toledo, fue construida en el siglo XIII, con un estilo muy influido tanto por el arte almohade como por el mozárabe. Posible sinagoga mayor de la aljama toledana, dos centurias más tarde fue convertida en templo cristiano, bajo la advocación de Santa María la Blanca.
En la sinagoga, la actividad religiosa principal es la lectura de la Torah, los rollos de la Ley. Estos se conservan en un arca o nicho, llamada el Hejal, situada en la pared que mira hacia Jerusalén. En las sinagogas tradicionales, como la de Santa María la Blanca, el centro de la estancia lo ocupaba la Tebá, un atril, enfrentado al arca, en el que se situaba el oficiante y desde el que leía los rollos de la Torah a la concurrencia.
En los laterales solían colocarse asientos para los congregados más notables, mirando hacia dentro. El resto de los fieles varones se situaba detrás. A ambos lados del cuerpo central solían hallarse las galerías para las mujeres, aunque en Santa María la Blanca no se ha podido determinar su lugar exacto. A veces las mujeres se hallaban ocultas detrás de un enrejado o de una cortina, y eran dirigidas en la plegaria por una mujer instruida.
De las diez sinagogas que contaba la ciudad de Toledo en la Edad Media sólo dos quedan hoy en pie: el Tránsito y Santa María la Blanca.
Santa María la Blanca fue probablemente construida a finales del siglo XII por Abraham ibn Alfajar, consejero del rey Alfonso VIII. En 1250 fue reconstruida tras sufrir un incendio. Recibió el nombre de Santa María la Blanca en 1411, cuando tras la predicación de San Vicente Ferrer fue otorgada a los cristianos. El edificio fue puesto bajo la advocación de una copia de la Virgen Blanca conservada en el coro de la catedral.
Presenta planta basilical de cinco naves que van decreciendo en altura desde la central a las laterales. Las naves están separadas por grandes arcos de herradura que se apoyan sobre pilares ochavados con anchos capiteles, decorados piñas y grandes volutas, finamente tallados a trépano.
La influencia almohade se pone de manifiesto en la decoración de los muros mientras que la tradición gótica queda representada en los pilares octogonales. El motivo decorativo predominante es un friso de arquerías en la parte alta y a lo largo de las naves laterales.
El edificio sufrió importantes modificaciones en época cristiana, encargadas por el cardenal Silíceo a Covarrubias. Durante la Guerra de la Independencia se utilizó como almacén de pertrechos militares.
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