Sindicatos

Publicado el 06 marzo 2012 por Alejandropumarino

Los sindicatos están descontentos. Acaban de enterarse de que tenemos cinco millones de parados en ese país, que se encuentra sumido en una profunda crisis económica, y se muestran dispuestos a manifestar su disgusto allá donde se les requiera, e incluso en donde no. Los sindicatos disfrutaron de una reparadora siesta durante los siete últimos años, inducida por suculentas inyecciones de capital público, que hemos pagado vd. y yo con nuestros impuestos, para mantenerlos adormecidos en el dulce nirvana de lo onírico. Los problemas de los trabajadores no eran acuciantes, pese al constante incremento del alarmante número de parados, no parecieron mostrar preocupación o descontento con las decisiones de un gobierno que favorecía más a los representantes que a la población trabajadora, y así sucedió la cosa hasta que llegó la alternativa al poder y sonó como un despertador en las reivindicativas cabezas de los líderes sindicales. Súbitamente el paro, la precariedad laboral y la necesaria reforma propuesta desde el gobierno motivaron las movilizaciones que no habían tenido lugar en el lustro y medio anterior, aterrorizados además por los previsibles cambios que beneficiarán, según ellos, a los empresarios, en detrimento de los pobres trabajadores.

La realidad es diferente: Mal va a perjudicar a los trabajadores que no trabajan, porque el problema más importante de nuestro país es el paro. Si tenemos en cuenta que el laboral es un mercado, con oferta y demanda, y que quienes contratan son los empresarios, parece lógico que se facilite o incentive la contratación de nuevos empleados para dinamizar una situación tan anquilosada por la crisis como por el propio miedo. D. José Luis, con todo su talante, bajó un mínimo del 5% del sueldo a la totalidad del funcionariado de este país, con tibias protestas populares y escaso rédito económico; condenar la reforma laboral y boicotear la actuación del gobierno, parece bastante más antipatriota que hablar de crisis mientras el iluminado leonés errante jugaba, en sueños, la champions league de la economía europea.

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