Vivimos un intenso fin de semana, marcado por las diferentes encuestas que los medios de comunicación publican en relación con las elecciones del próximo domingo. Lo digo con absoluta sinceridad: ¿cómo es posible que todavía, después de lo que hemos visto y lo que aún está por llegar, la sociedad de su voto por mayoría a quienes han aprobado la reforma laboral, el abaratamiento del despido, el retraso de la edad de jubilación a los 67 años y el recorte de prestaciones sociales? No nos engañemos: PNV, PSOE y PP son formaciones distintas, es verdad, pero representan una misma política económica y un mismo modelo de desarrollo social. Son cómplices, en unos casos por acción y en otros por omisión, de la crisis que padecemos y también, cómo no, de las respuestas impuestas por Zapatero para satisfacer la avaricia de la banca y la patronal. Me cuesta creer que no haya una auténtica revolución en las urnas y la ciudadanía vote en masa izquierda para hacer frente a la derecha; claro, que igualmente me cuesta creer que haya sindicalistas militantes que prefieran votar PSOE antes que Izquierda Unida o socialistas comprometidos que vuelven a confiar en sus dirigentes, en lugar de dar una oportunidad a quienes han defendido en las instituciones y en las calles los derechos laborales y sociales que nos están robando. ¿Será una expresión más del llamado síndrome de estocolmo? ¿Será que los mensajes de Izquierda Unida no llegan porque se silencia la voz de sus representantes? Sea lo que sea, tendremos merecido lo que ocurra a partir del 23 de mayo si damos nuestro voto y nuestra confianza a quienes no la merecen. Más pronto que tarde llegarán nuevas reformas y recortes, se instaurará el copago en la sanidad y en otros servicios públicos, se privatizarán las pensiones y así mucho más. Ahora es el momento de pensar, después llegará el de arrepentirse.