El síndrome de Asperger se caracteriza por las dificultades en la comunicación no verbal y en las relaciones sociales. No es debido a causas genéticas, ni se ha observado una patología clara común en los análisis de neuroimagen (escáner cerebral). Se estudia por tanto desde la terapia de la conducta y se considera ligado al autismo, aunque con rasgos distintos.
A diferencia del autismo, el niño con síndrome de Asperger muestra un desarrollo intelectual y del lenguaje similar (y superior) al de otros niños.
Niña con síndrome de Asperger -Wikimedia Commons
Imagen de Stacy
Dos niños a los que se haya diagnosticado Asperger pueden ser muy distintos, en función del grado y las características que los definan. Es indetectable en bebés, pues los síntomas se suelen detectar a partir del momento en que los niños se relacionan con otros (guardería o preescolar):
- Evitan mirar a los ojos
- No empatizan con las sensaciones de otros niños y son incapaces de captar el tono de algunas frases, bromas y dobles sentidos (que no llegan a entender), ni tampoco las expresiones faciales y corporales
- Les cuesta iniciar o mantener una conversación, o hablar cuando es su turno
- Su conversación puede ser aburrida y con un tono monocorde, sin acento y sin ganas
- Suelen usar un vocabulario mucho más rico y con aire intelectual que el resto de niños
- Su interés se centra en pocas materias, pero de las que aprenden muchísimo y buscan libros para saber aún más. Pueden tener largas conversaciones, a menudo unidireccionales, sobre “su tema favorito”. Por poner unos ejemplos, el tema puede ser la astronomía, los nombres de los dinosaurios, mariposas, flores… coleccionar cromos o sellos, o dibujar imágenes con muchos detalles.
- Les gustan las rutinas y se enfadan con los cambios
- Hacen expresiones faciales o posturas extrañas
- Hablan mucho y lo hacen para ir verbalizando sus pensamientos
- Pueden mostrar problemas en el desarrollo motor: andar de modo raro, escribir mal, agarrar mal el tenedor o la cuchara, no saber montar en bicicleta o jugar al balón.
El modo de tratarlos es educarlos en el aprendizaje de todo aquello que les falta: saber saludar cuando se conoce a alguien o se llega a una casa, saber guardar los turnos de conversación, captar las bromas y seguirlas, mirar a los ojos, sonreír…
El niño con Asperger suele sentirse “diferente a los demás” y eso le dificulta hacer amigos o integrarse en un grupo. Es solitario y prefiere amigos realmente escogidos.
Suele ser inmaduro para su edad, inocentón, con unos valores muy acusados e incapaz de ver la mala voluntad en otros, lo que le puede acarrear problemas de bullying (acoso escolar). También pueden mostrar depresión, aislamiento social, ansiedad, desórdenes obsesivo-compulsivos, déficit de atención o hiperactividad (TDAH).
En el lado positivo de la balanza, su apego por las normas establecidad y por la justicia suelen hacerlos sobresalir en la escuela y como ciudadanos. Y su desprecio por las modas pasajeras hace que focalicen su atención por áreas interesantes y a las que brindan toda su creatividad. Se considera que tenían síntomas de Asperger personalidades de la altura de Einstein, Newton, Mozart o Marie Curie.
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