Justo lo contrario de Kuala Lumpur, con sus edificios majestuosos, sus demostraciones exhuberantes de poder, Singapore es una ciudad práctica. Fácil. Hecha para que las cosas funcionen.
Los rascacielos no son impresionantes, pero ahí están. Las carreteras limpias y bien señalizadas. Los parques sin grandes fuentes ni exhuberantes estatuas, pero funcionales con sus sobras y banquitos. No es una ciudad para volverse loco, ni una donde merezca la pena estar mucho tiempo, la verdad es que no tiene muchas atracciones y en un buen día de andar te la puedes recorrer perfectamente a pie.
Lo mejor es comenzar por el barrio chino. Población mayoritaria en Singapore. Aunque una vez más, no deja de ser otro barrio chino más, con sus puestecillos de imitaciones, sus masajes, farolillos rojos, olores de comidas indescifrables…
En las mesas de los parques los mayores juegan al Majong, a la ajedrez, y a juegos de mesa que no he visto más que en china y por la cantidad de concentración que se ve que requiere – y expectación que levantan – deben de ser complicados.
Después de China Town, Little India es el barrio a visitar. Singapore tiene una gran cantidad de inmigrantes indios, casi su totalidad del sur de India, Tamil. Por eso son muy oscuros de piel y no se habla el hindi sino el tamil, idioma del sur de India.
Una vez vistos estos dos barrios no queda más que pasearse por los centros comerciales, y por las calles bajo el distrito financiero. Sólo un edificio a destacar en Singapore que me ha llamado más la atención. Se trata de un hotel casino donde el casino se encuentra sobre el hotel en forma de barca. Os dejo una foto para que lo veáis, realmente impresionante!