Dos inolvidables encuentros hicieron que me enamoré de las películas cantadas.
El primero es cuando descubrí los saltos y rumbos de los Jets y los Sharks en la primera secuencia de West Side Story (Robert Wise, 1961), transposición exquisita de Romeo & Julieta en los barrios latinos de Nueva York.
Los movimientos de los cuerpos y los ritmos compuestos por Leonard Bernstein consiguen en diez minutos, sin diálogos, a introducirnos en las calles de la ciudad, bañadas por el miedo, el odio, el poder & el desprecio de los jóvenes del barrio; las raíces del drama en la obra de Shakspeare y él de Tony (Richard Beymer) & Maria (Nathalie Wood) en West Side Story.
Dentro del ciclo sobre Gene Kelly, se programa también la película Les Demoiselles de Rochefort (1967) del francés Jacques Demy, el segundo encuentro musical que cuento tanto en mi vida de cinéfila.
Jacques Demy es un director clave de la historia del cine y una figura importante de la Nouvelle Vague. Creció en Nantes, igual que yo, en el sur de la Bretaña.
Poeta de los colores, maestro de las películas cantadas, es el padre del musical 'à la française'. En Les Demoiselles de Rochefort, Delphine (Catherine Deneuve) y su hermana Solange (Françoise Dorléac) cruzan el camino de George Chakiris, uno de los actores principal de West Side Story, y Solange se enamora de Andy (Gene Kelly).
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Los musicales más recientes son a menudo un homenaje a los clásicos del genero sumado a un toque innovador de nuestra época.
En 1996, Woody Allen dirigió su primer musical, Everyone says I love you, joya en celuloide y otra prueba (innecesaria) del talento del director neoyorquino.
Hace algunos años, me emocionó particularmente una película francesa, Jeanne & le garçon formidable (1998). Rodada en el puro estilo de Jacques Demy y dirigida por Olivier Ducastel & Jacques Martineau, cuenta el delicioso encuentro amoroso entre dos parisinos, Jeanne (Virginie Ledoyen), golosina y liberada, y Olivier (Mathieu Demy, hijo de Jacques), contaminado por el VIH.
En 2000, nació una película triste y luminosa. Dirigida por Lars Von Trier, Dancer in the dark cuenta y canta, con el talento de Björk, lo más oscuro de la especie humana.
Recientemente, en 2007, Christophe Honoré dirigió Les Chansons d'Amour, interpretada por Louis Garrel, hijo de Philippe, otra figura importante de la nouvelle vague.
Creo que al final me encantan los musicales porque son el mundo ideal de mi niño interior, el mismo que suena de un mundo donde todo su universo sería música y armonía.