Nadav Lapid (Tel Avid, 1975) estudió filosofía antes de cumplir el servicio militar obligatorio en Israel. Tras ello, el ahora cineasta se mudó a París, sin apenas hablar el idioma, intentando huir de un país sobre el que no conseguía comprender muchas facetas. Buscándose la vida a trompicones, las vivencias y experiencias de aquella huida le han valido ahora, varios años después, para realizar su primera cinta en territorio galo. Una película con la que, además, Lapid logró el Oso de Oro en el 69° Festival Internacional de Cine de Berlín.
Si el argumento del que parte la película puede escocer y mucho al país de origen del cineasta, donde además rodó sus dos primeras películas –‘Policía de Israel’ (2011) y ‘La profesora de parvulario’ (2014)- sus reflexiones no dejan títere con cabeza a ninguno, pues ‘Sinónimos’, en esa odisea sobre el pertenecer a un lugar, acaba derribando y señalando a todos y cada uno de los personajes que se cruzan en su camino. Si ya en las primeras secuencias, donde el protagonista llega a París sin apenas dinero, vemos como es desvalijado de todas sus pertenecías (ropa incluida), el proceso de su nacionalización hiere aun más a ese sinsentido patrio y paternalismo elitista que muestran los grandes estamentos y procesos políticos.
Lapid se dio cuenta de ello en su piel y por ello le ha salido una película tan epidérmica, tan salvaje y tan austeramente loca. ‘Sinónimos’ navega, con una energía completamente desbordada, por una sucesión de hilarantes secuencias que no hacen más que dibujarnos un mundo de inagotable estupidez, donde las relaciones condescendientes y el sentimiento de poder acaban devorando todo, conformándonos como personas incapaces de adaptarnos tanto a nuestros lugares de origen como aquellos a los que queremos pertenecer y no podemos. De algún modo, ser de un lugar o de otro no nos hace de él, o si nos hace, suele ser para peor.
En la cinta, Yoav huye de Israel, un país que no comprende y que detesta, para acabar recayendo en Francia, cuna del civismo y la elite europea, que no es, si acaso, lo mismo o peor que allí de donde proviene (o póngase cualquier otro país occidental). Sus recuerdos son todos de una vida en Israel, pero no quiere tenerlos. De este modo, se los regala a un joven escritor francés que se aprovecha de ellos para engordar su ególatra poder. Por otro lado, Yoav mira a su alrededor y solo ve desconcierto y caos. Aquella ciudad a la que quiere pertenecer parece no acogerle, pero en realidad tampoco acoge al resto de los que la habitan.
La cámara de Lapid se mueve como una okupa, de arriba abajo y de abajo arriba, perdida en la multitud y siempre al lado de la mirada de su protagonista. Al igual que él se pierde en las calles o locales, la cámara parece perderse en una narrativa tan fluida y espontanea como lo es también la rapidez de adaptarse a unas rutinas y costumbres por urgencia. Así, en un momento de pura eclosión y desencanto, el dispositivo de grabación cambia y se convierte por unos segundos en una cámara casi casera que roba tomas del protagonista por las calles de París. Las calles de un lugar al que ya no sabe si quiere pertenecer o no (signifique eso lo que signifique).
Es por ello muy inteligente, por parte del cineasta, elegir unas formas tan concretas como las que elige para contar esta historia tan ácida y política como es ‘Sinónimos’. Queriendo ser su protagonista el más francés de todos los franceses, Lapid decide contarlo con la mirada de ese Godard de los inicios (no si acaso la representación cinéfila mas francesa entre todas las francesas). Con ironía y rebeldía, la película acaba derivando y explotando en una serie de secuencias hilarantes y agresivas -esas clases para conseguir la nacionalidad, donde un grupo de personas extranjeras son obligadas a cantar, entre otras cosas, el himno nacional- lo que provoca que la febril y más elusiva primera parte termine tornando en un más didáctico y directo discurso.
Quizá es por ello por lo que, en esa amalgama de ideas y devenires que la película muestra en su proceso, y que pueden resultar algo pretenciosas o excesivas en determinadas secuencias -la escena de la sesión fotográfica, por ejemplo- la cinta acaba conformándose como una rara avis tan necesaria y asombrosa, como irregular y excesiva. Aunque a momentos se sienta algo autocomplaciente, y su recta final no esté a la altura de lo que otros tramos más anómalos e interesantes de la cinta consiguen mostrar, la particular y furiosa comedia de Lapid se siente como un cine político implacable y muy necesario.
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- ##check## Lo bueno
- Su atrevimiento. La extraña y casi agresiva narrativa que la película toma y su relación con el fuerte discurso social y político que genera.
La actuación del debutante Tom Mercier. Brutalmente física y desconcertante. - ##times## Lo malo
- Que pueda resultar, a momentos, algo pretenciosa.
Que su discurso, muy bien generado durante toda la película, tenga un pequeño descenso de sutilidad en su tramo final.
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- Ambientación 7.0
- Las calles de París completamente aturdidas. La mirada sobre su entorno es la de alguien perdido, que intenta encontrarse pero no lo consigue. Saca partido de una ciudad tan bella como individualizada.
- Desarrollo de Personajes 8.0
- Tanto su personaje principal, en ese devenir sobre el no pertenecer a ningún lugar y descubrir las miserias de cada territorio, como sus personajes secundarios (esa pareja de franceses salida de una cinta de Gordard) tienen un desarrollo anómalo e inesperado.
- Argumento / Guión 7.0
- A momentos algo excesiva, con escenas pasadas de rosca, pero bastante digresivo e interesante en su discurso. El guion se mueve por esa sensación de desconcierto que el protagonista vive a cada segundo. Es inteligente y extrañamente cómico, a pesar de algunas faltas de sutileza.
- Banda Sonora 6.5
- No es lo más destacable de la obra, pero los momentos en lo que aparece (diegética o extradiegeticamente) se amoldan bastante bien a lo narrado.
- Entretenimiento 6.5
- A ratos bastante entretenida, a otros quizá algo alargada. La película se muestra, aun así, como una cinta de pulso bastante alocado, lo que provoca que el ritmo no decaiga. De todos modos, pide cierta fuerza al espectador, de lo contrario puede llegar a resultar cansina.
- Montaje / Innovación técnica 7.5
- Es interesante las formas que decide tener Lapid y como estas se acoplan a un montaje lleno de ideas de ese cine de la modernidad, tan fresco como rebelde. En la película abundan hallazgos como el de ese cambio de dispositivo durante unos segundos, que aportan lecturas diferentes y atractivas a la obra.
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- Puntuación Total 7 / 10