En su día, y a pesar de alguna pequeña pega que en su momento achaqué al hecho de ser una primera novela, me encantó El tiempo entre costuras. Han pasado casi doce años y la recuerdo como una de esas lecturas que no podía dejar de leer atrapada no solo por la trama, sino por una magnífica ambientación en todos y cada uno de sus escenarios y bien distintos que eran todos ellos. Y han pasado también ya unas cuantas novelas a cargo de María Dueñas, y si bien el siguiente libro que leí de la autora, Misión Olvido, no me convenció, cuando supe que teníamos continuación de aquella primera novela no lo dudé un momento. Hoy os hablo de Sira.
Mi opinión
Corre el año 1946 y Sira Quiroga junto a su marido, Marcus Bonnard, aquel periodista inglés que trabajaba para el servicio británico de inteligencia, se traslada a Jerusalén que tras la Segunda Guerra Mundial continúa bajo la tutela británica. Huyendo del horror que allí se vive, y tras un breve paso por Londres, donde tendrá que convivir con su suegra Olivia, los azares y la casualidad terminarán haciendo que Sira siga los pasos del periplo de Eva Perón por España, para finalmente terminar de nuevo en el mágico e internacional Tánger.
Con una trama argumental un tanto errática y plagada de casualidades, la novela hace un recorrido por grandes acontecimientos de la época sin que terminemos de encontrar a la protagonista firmemente imbricada en la historia, pero sí desplegando en todo momento un lucimiento total y absoluto en el que no solo su belleza y elegancia continúan sin parangón, sino que pasa de los patrones y la aguja al periodismo y las ondas radiofónicas sin apenas pestañear en una auténtica demostración de cómo reinventarse a uno mismo. En cualquier caso, nos encontramos con una mujer muy distinta a aquella que conocimos, ha pasado dos guerras y ha perdido la inocencia que la caracterizaba, ha conocido el amor verdadero y es madre, y su evolución en Sira es la lógica para todo lo que ha vivido y ha ido dejando atrás.
Se aprecia en la novela una concienzuda labor de documentación que en ocasiones se impone a la trama, restando así fuerza a una tensión narrativa que no termina de despegar a lo largo de sus más de seiscientas páginas, con un ritmo excesivamente lento en las dos primeras partes de la novela y que solo a partir de la tercera empieza a acelerar y todo ello a pesar de ofrecernos una minuciosa y detallada crónica del paso de Eva Perón por España que sinceramente me ha resultado excesiva.
Lo que sí permanece invariable a lo largo de toda la lectura es la calidad narrativa de María Dueñas, con una prosa cuidada y un lenguaje escogido, pero todo eso no es suficiente cuando con una novela del calibre de esta tienes la sensación de que no termina de arrancar. Las comparaciones son odiosas, eso lo sabemos todo, pero en mi opinión esta secuela no está a la altura de su predecesora o quizá mis expectativas han vuelto a jugarme una mala pasada.