Cuentan en la mitología griega que Sísifo, (ya sabes, el hijo de Eolo y Enareta, el de Ulises) fue castigado por avaro y mentiroso Ya ves tú, hoy nos faltarían montañas y piedras para tanto condenado. El caso es que el pobre infeliz se dedicaba a empujar cuesta arriba por una montaña un canto rodado de tamaño XXL que al llegar a la cima volvía a rodar hacia abajo, y así para siempre, repitiéndose una y otra vez el frustrante y absurdo castigo. Seguro que si lo hubiesen castigado ahora no hubiesen sido tan clementes, ¡a saber la que le hubiese caído encima!. ¿Total eso de la piedra qué será al lado de lo que nos hacen acarrear ahora todos los santos días sin haber sido tan malos?.
Ya se que esto es el cuento de siempre pero es que parece que estemos condenados a repetir una y otra vez el mismo soniquete pero es que esto es el cuento de nunca acabar, cuando parece que levantamos cabeza, !Zasca¡, volvemos a empezar porque a alguien se le ha ocurrido una “nueva normalidad” para salvar el turismo o alguna cosa por el estilo. Igualito que nuestro amigo Sísifo. Parece que estemos pagando nosotros la condena que merecen nuestros políticos empeñados en que ellos van a saber sacarnos de esta. Aunque bien pensado igual si lo merecemos por votar y consentir que esta panda nos haga las barbaridades que nos hacen sufrir por su cabecita loca. Pero bueno, esa historia ya nos la conocemos.
Decía todo esto a cuento del monotema que nos lleva enganchados desde el mes de marzo y no es para menos, no me vayas a malinterpretar (Si lo de siempre, “el bicho”). Pero es que cuando llegamos a creer que podíamos con todo esto a pesar de “ellos” y gracias a todos los que se jugaron la vida por intentar salvar las nuestra, a sabiendas de que la especie humana es ingrata por definición y pasa rapidito de los aplausos en los balcones a los abucheos callejeros.
Cuando parecía que la pesadilla podía llegar a su final nos hicieron rodar la piedra hacia abajo con sus decisiones surrealistas en las que aplican el “método ostra” (mirarse al ombligo todo el rato) sin que parezca que les importe un botijo lo que nos ocurra si meten la pata hasta el cuello. Como muestra un botón, se colgaron la medallas al salir de la primera ola y ahí quedó la cosa, no hemos mejorado nada, nuestras UCIS siguen igual y sobre todo nuestros abuelos continúan en unas residencias que no están más preparadas ni de lejos para soportar un “segundo round”, como si no mereciesen toda nuestra atención y respeto en logar de abandonarlos de nuevo. Como sociedad civilizada dejamos bastante que desear, ¿no?.
Y en eso estamos, inmersos en una guerra estéril de “todos contra todos” Un Gobierno enfrentado con todos. Hasta con el monarca gracias a un presidente del CGPJ que se pasó de desleguado. El mismo ejecutivo que se ha visto obligado a abrir otra guerra confinando Madrid de tapadillo (demasiado tarde, en mi humilde opinión) visto el delirante comportamiento de su presidenta a la que parece no importarle llevar el dolor y muerte a miles de madrileños. Ya nos dijo que «no se trata de confinar al cien por cien de los ciudadanos para que el 1 por ciento contagiado se cure, se trata de detectar al 1 por ciento que va contagiando y que el 99 por ciento salga a la calle a buscarse de vida». No se a ti, pero a mí se me heló la sangre al oír eso. Le propondría a la señora Ayuso que hiciera un ejercicio, poner nombre y cara a las decenas de miles de personas que pretende abandonar a ver si después de eso conseguía conciliar el sueño aunque con esta gente nunca se sabe.
Parece que no hay nadie al otro lado. Parece que estos continúan a lo suyo, a anteponer esa política rastrera que saben hacer antes que a nuestras vidas. Parece que estemos condenados a volver a empezar la famosa curva, una y otra vez. Cada vez más cansados, cada vez más decepcionados al ver que no mejoramos nada, cada vez más desmotivados. ¿De verdad que no hay nadie con dos dedos de frente o humanidad como para dejar de lado los intereses políticos más rastreros, dar paso a los científicos de verdad y sacarnos de esta? Igual no le llega ni para pensar que en el fondo nosotros les elegimos y si nos van tocando las narices ni Dios sabe lo que puede llegar a ocurrir. Ejemplos a lo largo de la Historia los hay para dar y vender. Pero una cosa está clara, si Sisifo se presentase a las elecciones ganaba seguro porque comparado con la mayoría de los especímenes que padecemos este era un santo varón.