Pensamiento que ha cerrado sus puertas, levantando grandes murallas y torreones. Yo espío un poco por fuera, me inclino imaginando qué es lo que puede haber dentro, me canso entre paseos y paseos que no llevan a ninguna parte, soñando con la posibilidad de penetrar el recinto. Después, me acuesto, insatisfecho. Recorrí de arriba a abajo los maizales. Todo lo que fue secreto y mística era en realidad indiferencia y nada. Pero no me llevé al corazón este saber. Creí ante todo en la seducción de la esperanza en lo imposible. “Hay”, “Es”, y alrededor de esa muralla impenetrable colocamos nuestras antorchas vanas, que no iluminan interior alguno, sino que son más bien ofrendas realizadas a ese interior incognoscible. Desde esta lejana provincia del espíritu donde ahora vivo, solo veo un paisaje inmóvil que desafía la realidad de todas las cosas que suceden en el mundo. La tragedia de nuestra filosofía, que limitada al verbo del pensamiento, quiso también acceder al verbo de la carne, es no haber sabido someterse a su dominio, haber querido más y haber enloquecido en este querer. Había que limitarse: nada puede apresar la ubicuidad del instante liberado. Las montañas al fondo de mi casa me avisan sobre la presencia insoportable de mis límites. Y puedo hacer solo dos cosas ante esto: aprender a limitarme o estrellarme contra lo insondable.Sísifo y Don Quijote juntos, son más que todos los titanes. Solo la sombra controlada accede al interior del ser.Silencio en mitad de mil palabras o palabra enredada en las labores del silencio: es lo mismo, siempre se trata del mismo hombre que lucha por salir de su tartamudez.
También esto es un instante, pero un instante corrupto. Porque es un instante obligado, una imposición ajena al devenir que incorpora la artificialidad del momento suspendido...Mas, ¿Qué podría experimentar el hombre, que no estuviese firmado con la mano del espectro? ¿Cómo? ¿La muerte, lo único sólido? ¿La muerte, esa ceniza inmaterial, lo único digno del Ser? Y más aún: el propio Ser, el verdadero Dios.
Hacia el ágora: en política, el hombre inteligente no tiene carnet de partido. Como mucho, filias y, sobre todo, fobias.
Lo elaborado nos aleja de la raíz, como el desarrollo de nuestra civilización de las razones de su inicio. Veo en la frialdad del concepto el esbozo de una imagen; en el gélido argumento, el erotismo del trazo. Es en la Presencia donde admiramos el poder de lo Oculto.