Sitges 2014 (tercera parte)

Publicado el 22 octubre 2014 por Heitor

Me encanta el olor a zombies por las mañanas.

El despertador sonó inmisericorde, iniciando el día duro del festival. Nueve películas nos quedaban por delante y, por experiencia, sabíamos que eso era como el asalto al abismo de Helm, largo, sudoroso y con alguna que otra baja, peleando por las butacas con extraños seres de otros reinos y luchando contra nuestro propio cansancio, hasta que el último THE END apareciese en la pantalla, al alba del siguiente día.

Este fue el resultado de las primeras cuatro batallas.

ORÍGENES

Confiábamos mucho en la primera película de la jornada. El tandem Mike Cahill/Brit Marling ya nos había regalado la poética “Another Earth”, un drama filosófico con pátina de ciencia ficción que nos había dejado pegados en las butacas. Y, además, ya que era la indispensable del festival para el Maestro de Motores, fue la primera película en muchos años a la que acudí sin saber absolutamente nada de ella. Un gustazo, oiga.

Un investigador científico que colecciona fotos de iris ajenos, trata de probar la inexistencia de Dios mediante los procesos evolutivos del ojo, ni más ni menos. Es un tipo solitario y absorto en su trabajo, hasta que dos mujeres entran en su vida. Por una parte, una misteriosa señorita que conoce en una fiesta de disfraces y con la que tiene un rápido encuentro sexual, que desaparece sin dejar rastro y de la que solo conserva una foto de sus preciosos iris. Por otra, una nueva becaria, a la que comienza tratando con altanería y soberbia y que le acaba impresionando por su intelecto y tenacidad.

Con esos ingredientes que tanto gustan a Cahill, las relaciones sentimentales y la relación entre espiritualidad y ciencia, todo eso aderezado con una pizca de romanticismo blandito, nos atrapó igual que lo había hecho su anterior película. Brit Marling está, como siempre, fantástica, consiguiendo transmitir cantidades ingentes de matices en el más mínimo gesto, Michael Pitt encarna con perfección al científico apasionado por dentro y sosete por fuera y descubrimos a la guapísima Astrid Bergés-Frisbey, poniendo el punto místico a este curioso triángulo.

“I origins” (cómo no, un título mucho mejor puesto que su simple traducción) llega a nuestras carteleras el 14 de noviembre y, si os gusta la ciencia ficción que deja poso, os la recomiendo encarecidamente. Y si vais, no os perdáis una interesante escena post-créditos que suscitó aún más debate sobre qué es lo que nos estaba contando el friki de Cahill.

THE GUEST

Hay veces en las que, el acto de no esperar nada se convierte en un aliado. Una historia que se antojaba planilla, la del misterioso amigo de un finado en la guerra que se presenta en casa de los padres para decirles que les quería una jarta, se transformó por arte de birlibirloque en un cachondeo con ecos ochenteros y muy mala leche.

Y ya sabéis lo que me ponen a mí los ecos ochenteros.

Todo empieza, como he dicho, de la llegada de un tipo que dice conocer al hijo/hermano muerto en la guerra de una familia, a la casa de estos. Pero no un tipo cualquiera. Un auténtico y genuino Madelman. Un mojabraguer de categoría. Un dios nórdico de ojos azules y six-pack, con modales exquisitos y sonrisa de medio lado. Y, para dejar clara la pasta del jamelgo, con un par de escenas a lo chico Cocacola que son de orinarse encima de la risa.

Tras una primera parte con grandes y testosterónicos momentos, la peli pega un derrape dejando la marca en la calzada y comienza el sindiós. El tono misterioso deviene en una ensalada de tiros, acción y descerebre para rematar en un escenario de fiesta de instituto hortera hasta la médula, que me resultó apoteósico. Eso sí, entiendo que a otro humano sin mi bagaje peliculero teenager, le podría resultar insoportable.

Ah, y la música. Esa banda sonora electrónica y densa viene a reforzar ese rollo de otra época que desprende todo el tinglado. Buscadla y escuchadla si tenéis ocasión.

El dire, Adam Wingard, ya había entusiasmado a mucha peña con su “Tú eres el siguiente” y le mola el desparrame y las reuniones de frikazos. Para muestra, ahí están sus participaciones en “V/H/S” y su secuela (las cuales aún no he visto) y en “ABC’s of death”. Esta última sí la vi y puedo decir que su aportación era una de las pocas que destacaban.

Seguirémosle la pista, pardiez.

THE MIDNIGHT AFTER

Retomando la primera frase dedicada a “The guest”, hay que decir que llevar expectativas suele ser una mierda. Una mierda inevitable, pero mierda al fin y al cabo.

“The midnight after”, por lo que averiguamos en el trailer, partía de una premisa interesante. Un puñado de viajeros de un autobús comprobaban que estaban solos en el mundo al pasar un túnel. A partir de aquí, uno tiene una infinidad mundos para poder recorrer. Se puede hacer un corto, un episodio de la dimensión desconocida, una peli de terror, de ciencia ficción, un drama… las posibilidades tienden asintóticamente a infinito.

Por eso, la escogida por Fruit Chan (¿Fruit? ¿Really?) decepciona tanto. O la ausencia de elección, más bien.

Porque la peli, de título original (dejadme coger aire… uuuuumph) “Na yeh ling san, ngo joa seung liu Wong Gok hoi wong dai bou dik hung Van” (pfffiiiiiuuuuuu), que suponemos no ha sido traducido de forma literal, no acaba de decidir a qué juega. Que si comedia burra, que si misterio, que si conspiraciones japonesas, que si musical cutre (el momento “Space oddity” me resultó especialmente vergonzoso), que si supuesta denuncia social, que si ninis, que si momentos oníricos que no vienen al caso… un maremagnum de escenas, ahí metidas a cholón y sin orden ni concierto, sin ninguna gana de aportar respuestas que acabó aburriéndome muchísimo.

Los tipos del bus me resultan a cada cual más antipático, me da igual se se violan, se apuñalan, sufren combustión espontánea o simplemente pasean. La falta de toda lógica me agrede y en el momento en el que dejo de buscar respuestas, dejo de atender. El caos y la anarquía argumental siempre ha podido conmigo y en este caso es tan flagrante que salgo hasta ligeramente cabreado del cine.

Desde luego, este año andaba yo con el olfato cinéfago bastante desnortado.

MONTANA

Su DNI británico y ese argumento que parecía un híbrido entre “Leon, el profesional” y “Karate Kid”, parecían presagiar un posible hallazgo. Un ex-soldado lisiado clamando venganza y un adolescente con amistades mejorables que le traicionan, se encuentran y establecen una sociedad para liarse a mamporros con los malotes.

El presagio se quedó en un producto que no acaba de calar, quizá porque no acaba de rebuscar en lo que plantea. Todo suena un poco a ya visto. El flashback para situar el trauma del maestro, un par de escenas para que sepamos cómo de malos son los malos, una muchacha mona para que el alumno tenga su picazón sentimental, las escenas de adiestramiento, el plan, el breve desencuentro y los artificios finales, modo última pantalla de videojuego.

No llega a aburrir pero los personajes quedan lo suficientemente ramplones como para que no deseemos con todas nuestras fuerzas que ganen y salgan indemnes. Todo parece abordarse en la superficie, sin muchas ganas de llenarse las pantorrillas de barro y escarbar en las psiques.

Podría haber sido el capítulo piloto de una serie de capítulos autoconclusivos, de esas que ni siquiera hace falta ver en orden y no nos hubiese extrañado nada. Incluso podría haber enganchado a la espera de tramas que remonten el carácter grisáceo general.

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Y así, con estas cuatro películas, llegábamos de forma solvente y con siesta incluída a las nueve de la noche. Y aún nos faltaban cinco…

Lo voy a repetir. Daban las nueve en el reloj de la torre y nos faltaban aún cinco películas por ver.

En una dimensión paralela, alguien reservaba dos habitaciones en Arkham Asylum a nuestro nombre.