Sjælland (Selandia)

Por Martafr1975

Jueves 30 de julio

La isla más grande de Dinamarca no es solo Copenhague. Playas, pueblos pesqueros, suaves campiñas, imponentes castillos y legados vikingos inundan cada rincón de esta región.

Nada más pasar el puente que une Fyn a Sjælland se halla Trelleborg en la localidad de Hejninge, la mejor conservada de las cuatro fortalezas vikingas del país y que data de la época de las grandes conquistas, año 980. La visita (gratuita) consta de un salón vikingo reconstruido, una fortaleza de la que quedan los terraplenes cubiertos de hierba y donde se aprecian en el centro los bloques de granito que marcan el contorno de los cimientos de las viviendas y un museo con piezas encontradas en excavaciones.

A medio día llegamos a la capital, Copenhague. Nos dirigimos a la cercana localidad de Charlottenlund para dejar la caravana en el Camping Charlottenlund Fort, un precioso camping a orillas del mar con una concurrida playa y ubicado en el mismo fuerte, como su nombre indica. Los lavabos, cocina y comedor social, decorados al más puro estilo escandinavo, utilizan las dependencias de la fortaleza.

Todo lo que tiene de bonito, que es mucho, es lo que les falta en atención al cliente. La amabilidad brilla por su ausencia. Por otra parte, imprescindible reservar con muuuucha antelación, es un camping muy concurrido y con pocas plazas.

Nuestro primer contacto con la City, es en la calle, quizás, más fotografiada de Copenhague, el canal Nyhavn. Construido hace tres siglos para facilitar el acceso de comerciantes, hoy es una preciosa y animada zona llena de restaurantes, con barcos atracados y enmarcada con edificios de vivos colores.

En una tarde soleada, lo ideal es sentarse a comer algo y a beber una Tuborg, en el borde del canal para ver transitar a la gente. Y seguir andando por el paseo marítimo, repleto de gente sentada en hamacas de diseño aprovechado los pocos rayos de sol, hasta llegar a la famosa, querida y odiada a la vez, Sirenita, el símbolo de la ciudad.

Próximo a esta pequeña estatua, que posiblemente dejará bastante indiferente, se encuentra el Kastellet, los bastiones de una antigua fortaleza construida por el rey Frederick III en la segunda mitad del siglo XVII. La entrada es libre y merece la pena visitarla, cruzándola o siguiendo el camino de ronda de la fortaleza, hasta llegar a la Gefion Springvandet y a la Skt. Albans Kirke, en la puerta sur.

Ya en el camping, tras una ligera cena a base de ensalada y una vez ha anochecido, damos un paseo con Scott por el camino que bordea la playa. Aún hay algún danés bañándose en las frías aguas del mar. Solo de verlos se me eriza la piel… ¡Con el frío que hace!

Viernes 31 de julio

Amanece nublado y con temperaturas bastante frescas.

Para ir a Copenhague decidimos coger el bus que para en frente del camping. La ciudad está llena de parquímetros en los que puedes aparcar como mucho dos horas y los parkings por horas son carísimos. El transporte público también lo es (36 DKK un billete para tres zonas), pero hay bonos o a pie todo está relativamente cerca.

Bajamos en la parada cercana a Amalienborg Slot, el palacio real formado por cuatro edificios ubicados en torno a una plaza octogonal en cuyo centro se levanta un monumento ecuestre del rey Frederick V. A las 12 del mediodía se realiza el cambio de guardia.

Seguimos por el Havnepromenade o paseo del puerto, cruzando el canal Nyhavn, para adentrarnos en la pequeña isla de Slotsholmen separada del centro por un canal. En ella se ubica el Christianborg Slot, hoy sede del Parlamento danés, el Børsen, el Palacio de la Bolsa de estilo renacentista holandés y la Kongelige Bibliotek (Biblioteca Real) con Den Sorte Diamant o Diamante Negro, el ala nueva de granito negro y vidrio considerada una de las mejores realizaciones de la arquitectura danesa contemporánea.

Cogemos las calles peatonales y comerciales hasta la Kultorvet, una animada plaza con muchas terrazas de bares y restaurantes. El día es frío para comer fuera, aunque a los locales parece no importarles, les encanta hacer vida en el exterior, pero para nosotros el clima no acompaña y preferimos comer resguardados de las bajas temperaturas y del aire que sopla.

Elegimos el Kultorvet Restaurant de cocina danesa para probar los smorrebrøds, los famosos sandwiches abiertos sobre un pan con mantequilla y con todo tipo de combinaciones de carnes, pescados, verduras… Bueno, para nuestro gusto, no es ninguna delicia, ya podemos decir que los hemos probado. Pedimos también un fish and chips y unas frikadeller. El restaurante no es nada del otro mundo y, como viene siendo habitual en la gente de Copenhague, la amabilidad es una característica que parece pagarse muy cara.

Cruzando la Øster Voldgade, en el distrito de Nørreport, se ubica el Torvehallerne KPH un mercado donde comprar tanto productos locales como comidas para llevar y degustarlas en las mesas de picnic que hay en la misma Israel Plads. Lástima no haberlo descubierto antes para comer aquí…

Muy cerca se encuentra el Rosenborg Slot, un castillo mandado construir por Christian IV a principios del siglo XVII de estilo renacentista holandés. Su interior alberga las joyas de la corona danesa. Los jardines colindantes, Kongens Have, son los más antiguos de Copenhague y también los más frecuentados.

Nos adentramos por el barrio Latino hasta llegar a Strøget, la calle peatonal y comercial por excelencia de Copenhague. En realidad está formada por cinco calles que se van siguiendo una a la otra hasta desembocar en la Rådhuspladsen, la gran plaza del Ayuntamiento cercana al Tivoli, el mítico parque de atracciones de la ciudad con más de ciento setenta años de antigüedad.

La jornada ha sido dura por el tiempo que nos ha hecho, el frío y el viento no han remitido en todo el día, así que volvemos al camping con el bus. Pero la vuelta tampoco será fácil. Cogemos un bus que no va hasta el final de la línea e intentamos informarnos una vez dentro, cuando nos damos cuenta que no llegaremos a nuestro destino, pero en esta ciudad es complicado que la gente te ayude en situaciones de necesidad y son exageradamente fríos y distantes con los extranjeros, bueno, de hecho lo son entre ellos. Seguramente es una cuestión cultural y el clima tendrá mucho que ver en ello, además de que ser una gran urbe no ayuda, pero esta sensación la he tenido en muy pocos lugares de los que he visitado.

Por suerte llegamos pronto y tras una ducha y un risotto calentito nos vamos a descansar. Mañana será otro día.

Sábado 1 de agosto

Para ir a Helsingør, la mejor opción es tomar la carretera costera y atravesar los pueblos que bordean la costa con sus playas y mansiones.

El mayor reclamo de esta población es el castillo más famoso de Dinamarca, el Kronborg Slot, más conocido como el castillo de Elsinor donde Shakespeare situó la trágica historia de Hamlet. Su construcción se financió con la tasa que todos los barcos que pasaban por el estrecho entre Suecia y Dinamarca tenían que pagar, impuesto que durante más de cuatro siglos estuvo en vigor. Por su situación estratégica se usó más como fuerte militar que como residencia real, de ahí su doble línea defensiva.

Cada verano, el castillo sirve de escenario para representar la obra de Shakespeare y en ocasiones, desde principios del siglo XX, importantes actores han representado el papel de Hamlet y de Ophelia.

En los alrededores hay zonas estupendas para hacer un picnic bajo el sol. Además, al ser sábado, el ambiente en toda la población, especialmente en la plaza principal y en los alrededores del puerto, es muy festivo.

La costa norte de Sjælland, desde Hesilgør a Liseleje, es zona de veraneo de muchos daneses. Pequeños pueblos pesqueros con largas playas, llenos de gente que aprovechan el sol para tomarse un helado, una Tuborg en una terraza o comer unos enormes platos de marisco o pescado acompañados de una buena ración de patatas fritas.

Hornbæk, tiene una enorme playa limitada con dunas cubiertas de hierba. El ambiente es muy animado y las mesas del puerto están a rebosar de familias enteras que disfrutan del buen tiempo.

Más al oeste, Tisvildeleje, el pueblo bohemio por excelencia de la costa norte de Sjælland cuenta con una playa salpicada de pequeñas casitas de madera pintadas con vivos colores.

Domingo 2 de agosto

Siguiendo la misma carretera costera que conduce hacia el norte, pero desviándonos a medio camino se halla el Fredensborg Slot, un castillo barroco de principios del siglo XVIII. Construido inicialmente como pabellón de caza real, hoy es la residencia veraniega de la familia real y lugar de celebraciones.

En la cercana Hillerød, el soberbio Frederiksborg Slot sobresale de un enorme estanque extendiéndose por tres islotes. Está considerado el más bonito de los palacios reales daneses, de estilo renacentista holandés. Los jardines y bosques que lo rodean están llenos de caminos y senderos para pasear y de zonas verdes para hacer picnics.

De camino hacia Roskilde, nada más salir de Hillerød, una carpa de estilo circense y un gran cartel con una fresa dibujada nos hace parar. Una señora vende verduras, frutas del bosque y, obviamente, fresas, a un precio más económico si tu mismo las recolectas. El enorme campo está lleno de gente con sus boles y cajas recogiendo fresas y entre las que vas recolectando, alguna que otra vas degustando. Ya tenemos el postre del picnic de hoy.

Nada más llegar a Roskilde, en el animado puerto, plantamos nuestra cesta de picnic y nuestra caja de fresas que nosotros mismos hemos cogido.

El principal punto de interés de esta población es el Vikingskibesmuseet, el Museo Naval Vikingo, que alberga los restos de cinco embarcaciones que habían sido hundidas con piedras para bloquear la entrada al Roskilde Fjord y proteger la ciudad de los vikingos noruegos. En el paseo marítimo cercano al museo hay réplicas de las naves y talleres donde se emplean las técnicas de la época. Como es habitual en Dinamarca, los niños tienen todo tipo de actividades y pueden disfrutar construyendo su propio barco y otros objetos ambientados en los vikingos, como espadas, escudos, collares, cuerdas…

Aprovechando el día soleado, finalizamos la tarde de nuevo en Copenhague. Un paseo callejeando, un hot dog y de vuelta al camping… a descansar.

Lunes 3 de agosto

Antes de hacer el check-out del camping donde hemos pasado las últimas cuatro noches, aprovechamos el buen día que hace para pasear por el sendero cercano que bordea el litoral de Charlottenlund, con extensas zonas de césped y otras zonas con pasarelas de madera adecuadas para baños, haciendo obvio que a los daneses les encanta disfrutar del aire libre, independientemente de las temperaturas.

Nuestra siguiente escala es Møn, una de las islas más meridionales de Dinamarca y también donde se encuentra una de las maravillas naturales del país: los Møns Klint, blancos acantilados de piedra caliza.

El camping mejor situado de la isla es el Møns Klint Camping, a poca distancia de los acantilados, tiene todos los servicios necesarios, piscina (helada) y un parque infantil que siempre está a tope. Y, como no, ducha para perros y un bosque especialmente dedicado a ellos donde poder dejarlos sueltos.

Antes de empezar las visitas y excursiones, hacemos honor a la tradición danesa comiendo a sus horas un picnic rápido.

Por la situación de los acantilados, al este de la isla, dejamos la excursión para primera hora de la mañana cuando el sol, suponiendo que haya, ilumine las paredes verticales, y visitamos la zona oeste donde se encuentran los vestigios prehistóricos de túmulos funerarios. Son pasajes sepulcrales a los que se accede por un pequeño pasillo hasta las cámaras funerarias. Las entradas son gratuitas, de hecho están en mitad de campos de cultivo y es aconsejable llevar una linterna si se prevé entrar. Los mejor conservados son Kong Asgers Høj y Klekkende Høj, ambos muy cercanos a Røddinge.

Preciosas iglesias medievales, salpican la campiña de Møn. Las más bonitas en Elmelunde, en Keldby y en Fanefjord. Antiguos frescos decoran sus paredes, representando escenas bíblicas. Los luteranos posteriores a la Reforma, ante tal muestra romana, decidieron blanquear las paredes para taparlas, pero lo único que consiguieron con ello fue conservar las pinturas a través de los siglos.

Para cenar y por un error de la guía Lonely Planet, fuimos a parar a un restaurante en Stege que no era el recomendado y, aunque solemos hacer caso de sus recomendaciones, nuestro hallazgo no nos dejó indiferentes. El Slater Stig Støberiet es una combinación de tienda de alimentos gourmet y restaurante donde sirven un buffet libre de primeros a base de ensaladas y patatas y un segundo plato a base de carnes y/o pescado, en su mayoría marinados, de los que venden en la tienda. El cliente compra lo que quiere comer a peso o por trozo y lo cocinan a la plancha. Una buena opción confirmada por las colas que se crean en sus horas punta de cena, que no coinciden con las nuestras. Nuestra merienda es su cena.

Martes 4 de agosto

Vuelve a amanecer totalmente despejado. Un buen día para una excursión por los Møns Klint. Uno de los paisajes más evocadores de Dinamarca, especialmente en días soleados cuando más contrastan el blanco de la roca y el azul del mar del mar Báltico.

Los acantilados de roca caliza blanca se levantan a unos 128 metros de altura sobre el nivel del mar y se originaron durante la última glaciación cuando del fondo marino emergieron los restos calcáreos de los moluscos comprimidos durante siglos. En la superficie de los acantilados, el bosque de Klintestoven alberga una gran variedad de vegetación y flores silvestres, muchas de ellas especies protegidas.

Diferentes senderos recorren la zona. Los mapas se pueden conseguir en cualquiera de las entradas a ellos, en el camping o en el GeoCenter Møns Klint, desde donde salen varios de estos senderos. El número 4 y 5 son circulares y pueden enlazarse descendiendo hasta la playa por unas empinadas escaleras que luego hay que volver subir, algo realmente agotador. Las distancias no son largas, unos 2,5 kilómetros cada uno de ellos, pero puede hacerse eterno si, como nosotros hicimos, nos entretenemos en buscar fósiles. Todo el mundo lo intenta, pero no todos lo consiguen, ¡nosotros sí, encontramos dos! Un gran hallazgo para nuestra colección.

La lluvia y el aire erosionan una roca que se deshace con solo tocarla dejando al descubierto vestigios del pasado y modificando constantemente la morfología del lugar. En el año 2007 unos derrumbamientos provocados por uno de los inviernos más húmedos que vivió Dinamarca precipitaron al mar más de medio millón de toneladas de tiza, formando una península de arena blanca con pequeños lagos de azul turquesa. Esto provocó una ola de peregrinación tanto para ver el paisaje creado como en busca de los miles de fósiles que quedaron al descubierto. Pero un segundo alud, este más pequeño que el primero, provocó el cierre temporal de los accesos a las playas por peligro a que hubiese más. Hoy día, está abierto, ¿Hasta cuando? hasta que la naturaleza y la erosión haga desaparecer este lugar del mapa, posiblemente en unas décadas.

Dada la cercanía del camping volvemos a él para hacer un picnic con los deliciosos panes que venden por todo el país.

La ruta número 2 empieza a pocos metros del camping y discurre por un suave valle hasta llegar a los abruptos acantilados desde donde se disfruta de unas maravillosas vistas. Se adentra por Klintestoven para llegar a la cima más alta de Møn, Aborrebjerg a 143 metros sobre el nivel del mar. En total 3,3 kilómetros de ruta circular en la que se pueden ir picoteando dulces frambuesas recolectadas de los arbustos que delimitan el camino.

Después de comprar mi adquisición del viaje en uno de los anticuarios de la carretera principal que cruza la isla, una botella de cerveza Carlsberg de la época de la ocupación nazi, y nada más llegar al camping, con un pico de temperatura récord en todo el viaje, 28,5º, el cielo se encapotó. Las calles del camping quedaron desérticas cuando la lluvia empezó a caer. Y así ha estado toda la noche…


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