Llego a una de las joyas por excelencia de este viaje: la iglesia ortodoxa de Sveti Spas (1867), construida en tiempos de los otomanos. Son casi indescriptibles los iconostasios que me esperan en el abrumador interior. Están hechos a mano, utilizando madera de nogal con incrustaciones de oro y plata. Las representaciones bíblicas están pintadas con colores naturales exentos de “aditivos” químicos.
Continúa mi periplo en los antiguos baños turcos y actual Museo de Artes Nacional.
El guiño picasiano lo pone Nikola Martinovski con “Two girls”, (1932).