Directora: Julia Leigh
Cosas de la universidad, y esta vez no me quejo. "Sleeping beauty" la veo porque pienso que me podría servir para un par de cosas, pero a la postre uno nunca sabe; es ilusorio pensar que tenemos poder de decisión sobre nuestro porvenir, más aún cuando dependemos de otros superiores. Iba a ver "The grapes of wrath", pero su larga duración habría sido, hoy, un impedimento, y no hay que forzar las cosas, eso lo sabemos. Sobre esta cinta australiana (muy poco cine australiano por acá, me apena un poco, espero remediarlo a futuro), debo decir que está a mitad de camino entre lo auténticamente cautivador y el inevitable letargo involuntario. La debutante directora se deja atrapar y obnubilar demasiado por sus elegantes formas, descuidando un relato cada vez más inane. Pero me estoy adelantando, así que mejor damos el salto antes de que no quede nada por decir...
Lucy es una estudiante que para pagarse la universidad tiene varios trabajos, además de vivir en un lugar cuyos dueños no son muy agradables con ella. Respondiendo a un aviso en un periódico, acude a cierto empleo de índole sexual que le significará más dinero, pero (esto es muy vago) también problemas en otras áreas de su vida.
Lo mejor es la permanente atmósfera de extrañeza que emana de las simétricas y frías imágenes de la película, a la par con la estimable interpretación de Emily Browning, que no dejaba de parecerme un tanto picarona debajo de esa gélida e impenetrable (tiene gracia...) coraza de disociación e introspección, como si se burlara de todo sin tener que expresarlo con mucho esfuerzo, como si le restara importancia a tanta pompa desplegada. "Qué tanta cosa, si igual soy una especie de puta". La directora sabe sacarle provecho a los momentos de sordidez, sobre todo a aquellos en los que recién estamos adentrándonos en estas exclusivas y pequeñas ceremonias de viejos calientes; la disposición de los cuerpos, el movimiento de dichos cuerpos (tan sensualmente mecánico, tan inhumano, por no hablar de los que están quietos y absortos en su impotente lujuria), la densidad del aire, la precisión de la cámara... Sin duda que se generan sensaciones, hay una inmersión espacio-sensorial. El problema es que esa sensación de extrañeza logra sostenerse por sí misma cuando la extrañeza de por sí es natural a los hechos y su calidad de sorprendentes, es decir al principio cuando la chica pasa de la universidad y el trabajo y los bares a estas mansiones tan pero tan empalagosamente finas y depravadas (no es que juzgue, sería divertido) es cuando mejor se aprovecha la seducción de las barreras caídas. Una vez que la protagonista se acostumbra a su nuevo entorno, el espectador también, y la extrañeza deviene en normalidad, incluso banalidad: "Oh, a hacer de bella durmiente otra vez; que no sea un viejo que llame pene de caballo a su apenas visible miembro corrugado". Así, salvo escenas puntuales, la atmósfera pierde su impacto y valor narrativo. Lo más observadores incluso puede que griten a los cuatro vientos que se están aburriendo...
En cuanto a narración, nunca queda muy claro cuáles son los conflictos de la chica, y si es que los tiene en primer lugar. Digo, su nuevo empleo no le genera problemas en su vida cotidiana (ni en la universidad, ni con su especial amigo, ni sus idas a los bares) ni viceversa; el asunto es un ir y venir de una vida apagada, sin apenas emociones o movimientos, a otra igual de apagada pero más excesiva. Puede que ahí esté el quid del asunto: en que para esta chica todo da igual (salvo su amigo, pero es una excepción muy rara, y hasta se podría cuestionar la autenticidad de su afecto), y así como poco a poco la atmósfera pierde impacto, el que no haya una dirección argumental clara hace que nos perdamos aún más en un mar de, no lo sé, repetiré palabra: banalidad, anodinia. Eso sí, no es que la película "aburra", sólo que uno se da cuenta de que las cartas ya han sido jugadas y poco hay que ofrecer entrado el metraje. Igual me entretuve, los personajes son interesantes en su contenida construcción, pero los conflictos escasean y restan valor al conjunto, de por sí irregular en sus elementos y mecanismos. Si hasta me atrevo a decir que me ha gustado a pesar de todo, vaya cosa...
El final es interesante, pero un poco rebuscado si es que lo que leí por ahí era la intención de fondo: "la bella durmiente ha despertado". ¿De qué?, ¿de su propia vida plana y sin sustancia?, ¿de que el cuerpo no debe disociarse del alma o la mente o el espíritu? Insisto en que a la directora le faltó mayor capacidad de poner en imágenes sus posibles intenciones, porque no estamos ante una película sobre las causalidades de ciertas decisiones, y tampoco es precisamente una película de personajes, más bien de estados, pero éstos necesitan un medio, y ya no vale la pena incurrir en los mismos razonamientos una y otra vez. "Sleeping Beauty" no tiene desperdicio, pero poco más se puede decir.