Slow parenting

Por Belen

Vivimos en un mundo lleno de prisas, no nos engañemos somos esclavos del reloj, de los horarios, del calendario. Todo nuestro tiempo y nuestra forma de disfrutarlo está medido de tal forma que no se quede nada o casi nada al azar. Así vivimos y en muchas ocasiones así criamos a nuestros hijos. 
Hace tiempo que me quise bajar de ese carro, aunque la sociedad actual no te lo pone nada fácil. Ya en su día renuncié a que mi hijo realizara ciertas actividades que no tenían en cuenta cosas tan importantes como la siesta de los pequeños, sus horarios de comida... Me di cuenta que eso era importante para mi, pero no para otras muchas familias. 
Pero cuando tu hijo se incorpora al "sistema", esto es comienza el colegio y se adapta a sus rígidos horarios, se hace difícil continuar con una filosofía de vida que implique mayor tranquilidad. Y entonces tienes que hacer encaje de bolillos para que los pequeños de la casa cumplan sus horarios pero sin estresarse. Sí, sí, leéis bien, ¡estrés! Porque los adultos hemos conseguido estresar a los niños. Les hemos trasladado nuestras preocupaciones por el trabajo, los horarios, el llego tarde, etc, etc, etc. Ya digo que fácil no es, la sociedad, las empresas y las ciudades nos ahogan y nos sumergen en un ritmo imparable del que es difícil librarse. 

Ya hace un tiempo leí acerca de un movimiento llamado slow parenting, al que tampoco di mucha importancia pues no distaba mucho de lo que yo hacía con mi pequeño de poco más de dos años.... en aquel entonces. Me sorprendía incluso que se erigiera un movimiento en torno a algo que para mi era tan evidente. 
Y no hace mucho La Mamá Vaca hablaba también de ello en su blog. Y es que realmente el slow debería ser nuestra filosofía de vida. Deberíamos reducir la actividad, pasar de quinta a tercera, dejarnos llevar solo un poquitín y disfrutar de la vida un poco más. 
Rayo acude a clases de música dos veces por semana, además de asistir a sus clases del cole en horario de mañana y tarde. Las clases de música son muy relajadas y muy cortas, ya que el método con el que pretender enseñar entiende que a los niños no hay que sobrecargarles ni saturarles. Así que la clase pasa volando y no da tiempo ni al aburrimiento ni al cansancio. Se aprovecha el tiempo al máximo y no se obliga a los peques. La atención de los niños tiene un tiempo muy reducido, si se aprovecha obtendrás un resultado estupendo, si te pasas el trabajo realizado servirá para poco. Así que aunque sean clases cortas, me parece suficiente emplear dos tardes en asistir.
Pero como ya es mayor, ¡puf! 5 años.... vamos que en nada se me hace adolescente (nótese por favor el tono irónico), muchos amigos, padres, madres y conocidos me preguntan sobre las posibles y futuras clases extraescolares que voy a añadir a su curriculum. Pues la verdad, no he pensado en ello. Porque no me parece necesario, en primer lugar, y porque el niño también tiene derecho a jugar en el parque con sus amigos, merendar tranquilo, disfrutar de su casa y sus juguetes...... En fin, tiene derecho a tener ocio. 
A día de hoy parece que el ocio infantil es una pérdida de tiempo y poco menos que sirve para gestar delicuentes. Yo tuve mucho ocio en mi infancia, pero mucho, y andaba por la calle con mi pandilla, y salía y entraba de casa, y el resultado no ha sido tan malo. 
Puede que considere alguna de las actividades que se dan en el propio colegio, pero solo porque Rayo me ha dicho que está interesado en esto o aquello. Y eso solo si tiene un horario decente, es un día en semana y el niño está muy interesado. Porque sigo en mis trece, quiero que mi hijo tenga tiempo libre y no me interesa que a su edad tenga una agenda más apretada que la de un ministro. 
En definitiva el movimiento slow parenting no deja de ser una manera más de criar con respeto, respetando los ritmos de nuestros hijos. La maternidad merece ser disfrutada, ¿no os parece?