Continúa la campaña gastronómico-musical ¿A qué sabe la música? e inspirado en el programa del décimo de abono me vino el título, los "smørrebrød" daneses que son el alimento habitual del mediodía, el típico pan negro de centeno con mantequilla sobre el que servir un pescado ahumado, normalmente salmón pero también arenques, sin olvidar las salsas, aunque admite cualquier ingrediente, y el "sushi" japonés que continúa su conquista occidental abriendo restaurantes donde comer el mal llamado pescado crudo, todo un ritual y sabia elección de productos marinos donde no falta el marisco.
Países nórdicos de los compositores y el Japón de la violinista Suwanai que volvía con nuestra OSPA, el restaurante sonoro donde también repetía de cocinero el director inglés Gamba, que también es habitual en la orquesta de la ciudad danesa de Aalborg y de la sueca Umeå (sede de la Norrlandsoperan de cuya orquesta sinfónica es titular el británico).
Estaba visto que mi ambientación mental tendría la luz del norte, principalmente Dinamarca, tan distinta en cada estación, los latinos del norte que les llaman sus vecinos suecos y noruegos, centro cultural a lo largo de la historia y donde el clima marca cada momento.
Este 2015 coincide con el 150 aniversario de Sibelius y Nielsen, otra buena disculpa para programarlos juntos, y precisamente con los mismos invitados que en Gijón y Oviedo, ya conocidos ambos, sumando al noruego Grieg que también estrenase en Copenhague muchas de sus obras, sin olvidar la tradición teatral nórdica, que por otra parte parecía otro hilo conductor de este concierto.
Sibelius abría boca con el conocido Vals triste y la Escena con grullas, Kuolema, op. 44 en estos dos números que Gamba planteó con el colorido gris del otoño nórdico, pero toda una gama de ellos como de dinámica y agógica realmente interesantes, dando al vals un estado anímico de esperanza, ya conocedor de nuestra orquesta y gozando con la cuerda que vuelve a la garra y sonoridad del más alto nivel. El vals empezaba lentísimo e imperceptible como un despertar que fue animando y contagiando vitalidad, necesaria para comenzar un día con poca luz. En la escena casi wagneriana y "conservadora" como tildan algunos estas obras del finlandés, el maestro inglés también jugó con el gris pero primaveral, que me recuerda más nuestro otoño astur, los destellos de la madera no de cisne sino mejor petirrojo o raitán de mi tierra, tocando suelo firme y no un estanque por el poso alcanzado en las sonoridades, poco etéreas excepto de espíritu. De haber elegido para el programa El Festín de Baltasar Op. 51 y entonces el menú hubiese resultado aún más redondo.
Todo un manjar que no podemos probar a menudo porque perdería el encanto de lo nuevo, y servido con el aderezo de una OSPA arropando un sabor que permanece siempre, bien preparado por un Gamba reconocido maestro concertante. Nielsen más allá de sus sinfonías apostando por platos rompedores hace cien años que aprovechando efemérides volveremos a encontrar en algún menú.
El regalo bachiano del tercer movimiento "Andante" de la Sonata nº 2 BWV 1003 trajo la frescura de un scnaps danés espirituoso en vez del esperado sorbete de limón, para devolver al paladar su estado original, en tragos cortos, escuchando las dos voces pausadas, la música pura desde el sonido impecable, perfecto, preciso y limpio antes del festín de la segunda parte. Bravo por Akiko.
El placer estuvo en cada detalle, los románticos viajaban de muchas formas, no ya físicamente sino con el teatro, la literatura y hasta la cocina, con la música bañándolo todo. Mentalidad abierta para una ruta transitable tras desbrozar el camino, influencias adoptadas y adaptadas en esta suite danzarina, fuerte, casi picante que el maestro cocinó en las proporciones perfectas para saborear cada ingrediente.