Deben olvidar su condición servil, su prisión y su miserable vida. Solo mira esta multitud hipnótica conectada delante de todas las pantallas que acompañan su vida cotidiana. Se auto-engañan al estar insatisfechos permanentemente con el reflejo manipulado de una vida soñada hecha de dinero, gloria y aventura.
Pero sus sueños son tan angustiantes como sus vidas miserables.
Hay imágenes para todos en todas partes, llevan el mensaje ideológico de la sociedad moderna y sirven como instrumento de unificación y propaganda. Éstas crecen a medida que el hombre se despoja de su mundo y su vida. El niño es el objetivo principal de estas imágenes porque se trata de sofocar la libertad desde su cuna. Hay que hacerlos estúpidos y privarlos de toda forma de reflexión y crítica.
Todo esto se hace con la desconcertante complicidad de sus padres que ni siquiera miran de resistir el impacto acumulativo de todos los medios modernos de comunicación.
Compran todos los bienes necesarios para la esclavitud de sus descendencia. Disponen de la educación de sus hijos y la entregan en bloque al sistema de forma embrutecedora y mediocre.
Hay imágenes para todas las edades y para todas las clases sociales. Y los esclavos modernos confunden estas imágenes con la cultura y, a veces, incluso con el arte. Algunos utilizan los instintos más sórdidos para librarse de los stocks de mercancías mediante el consumo. Y es que sigue siendo la mujer, doblemente esclava en la sociedad actual la que paga el precio más alto.
La rebelión se ha convertido en una imagen que se vende para destruir mejor su potencial subversivo. La imagen es siempre la forma de comunicación más simple y efectiva. Construimos
modelos para alienar a las masas, les mentimos permanentemente, creamos frustraciones. Difundimos la ideología del mercado a través de la imagen porque tienen el mismo objetivo: vender modos de vida o productos, comportamientos o bienes, no importa, pero lo más importante es siempre vender.