Soberanía Alimentaria

Por Tintaverde

“Que el banquete sea para todos o que no sea para ninguno”

En el marco de un Seminario-Taller realizado en el Centro cultural Pasaje Dardo Rocha de La Plata bajo el título “¿Qué comemos cuando comemos?”, el escritor y profesor de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata, Victor Ego Ducrot, disertó sobre diferentes aspectos de la gastronomía relacionados con nuestra cultura e invitó a la reflexión sobre la realidad que atravesamos en materia alimenticia.

Por María Paz Rodríguez Striebeck

Si en algún momento de la historia de la humanidad, la alimentación del hombre quedaba reducida a la satisfacción de una necesidad vital, hoy en día, la gastronomía se reconoce como mucho más que eso. Conforma un conjunto de saberes y experiencias que llevan al ser humano a convertir su necesidad en goce, en placer. A través del tiempo, el ritual de la comida ha dejado de ser una mera acción para ser considerado un espacio donde se construyen sentidos, “un tópico que incluye los elementos de la vida cotidiana y que es parte del patrimonio cultural intangible de la sociedad”, expresó Victor Ego Ducrot, el escritor y profesor de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Es decir, un espacio que da lugar al encuentro y diálogo entre la familia o amigos, un espacio donde se ponen en juego tradiciones y valores que hacen a una “cultura” y a su vez, da cuenta de una realidad política y económica que influye cada vez más a la hora de cocinar y comer.

Quizás, estos rituales de los que hablamos se estén perdiendo cada vez más, ya que en la actualidad pocas veces dedicamos un momento a la gastronomía, porque los tiempos se manejan de manera diferente, el ritmo de vida nos lleva a correr en una rutina que no permite espacios de encuentro a la hora de comer, espacios que en otras épocas resultaban sagrados. De cualquier forma, más allá de las apreciaciones que podemos hacer sobre los cambios de la conducta humana, la charla con Ducrot abre el debate a unas serie de interrogantes que pueden resumirse en dos preguntas ¿Qué es lo que comemos? y ¿cuánto sabemos de los alimentos que consumimos?

A partir de estos cuestionamientos es como nos damos cuenta, que en realidad, algo tan simple y a la vez tan importante como la comida puede englobar determinadas problemáticas sociales que involucran a varios actores. No es casual que a la hora de ingerir alimentos notemos que cada vez tienen menos sabor, menos color, menos forma o menos olor. Nuestro país esta inmerso en un sistema capitalista donde el desarrollo rural esta en manos de un modelo neoliberal y donde la producción agropecuaria queda en manos de grandes empresas transnacionales que hacen “uso” y “abuso” de los bienes naturales. En este marco, es como encontramos un grupo de corporaciones que tiene el dominio del mercado de semillas transgénicas; empresas que con total libertad se desenvuelven en nuestro territorio, amparadas por un sistema legal que las protege y que por otro lado, impide a productores locales guardar y replantar sus propias semillas. Según fuentes de la industria biotecnológica, hay 22 países que han aprobado cultivos comerciales de transgénicos, pero sólo 14 de éstos plantan más de 50,000 hectáreas  entre los que se destacan Estados Unidos, Argentina, Canadá y Brasil.

Por otro lado, estas empresas comenzaron a promocionar un proyecto de agrocombustibles, donde los cultivos de maíz, soja o caña de azúcar pueden ser utilizados para obtener biodiesel o etanol. De esta manera, se presenta una campaña que plantea ser una alternativa rápida y natural, promoviendo el cuidado al medio ambiente, mientras que en realidad, no deja de ser otro negocio para las transnacionales que obtienen beneficios a costa nuestra. Es decir, tendrán combustible a partir de la explotación de la tierra, y una vez más, serán los países del Sur los afectados. En palabras de Ducrot: “atravesamos una etapa de hiperconcentración financiera, que denominamos Imperio Global Privatizado, desde donde se mantiene un modelo basado en las diferencias, y en la violación de los derechos del otro”.

Desde este panorama actual, entre los cuales sólo de destacan algunas de las problemáticas que atravesamos, Ducrot hizo referencia al concepto de Gastronomía Sustentable Democrática, entendiendo que ésta solo puede existir cuando las prácticas proteccionistas del medio ambiente y los bienes naturales permiten planificar y gestionar estrategias alimentarias para el conjunto de la sociedad y no sólo para sectores reducidos y privilegiados. En este sentido, es como deberíamos repensar que esta pasando con nuestra alimentación, ya que de alguna manera, este acto de “comer” está visibilizando las desigualdades que existen a nivel social. Nuevamente, como humanidad debemos comprender que para lograr una democracia desde todos los aspectos, también es importante considerar que estamos dejando en las manos de empresas privadas hasta lo más básico, nuestros alimentos;  ya que estamos descuidando la naturaleza, nuestra tierra y por ende lo que ella nos otorga. Es decir, nos estamos descuidando a nosotros mismos.

Entonces, si queremos llegar a un consenso social para revalorizar el medio ambiente y replantear nuevos modelos en cuanto a la alimentación, llegamos a uno  de los pilares en las reflexiones de Ducrot: la idea de Soberanía Alimentaria, que se propone como el derecho de los pueblos, los países y los Estados a definir sus políticas agrarias y alimentarias, donde los campesinos puedan tener prioridad en la producción agrícola, accediendo al agua, a la tierra y a las semillas libremente; donde los consumidores puedan elegir lo que quieren consumir y donde “comer” sea una palabra que integre a todos los integrantes de la sociedad. Es decir, que “que el banquete sea para todos o que no sea para ninguno”.

Fuente:

*“Transgénicos: asalto a la soberanía alimentaria” Silvia Ribeiro, investigadora del Grupo ETC.: http://www.etcgroup.org/es/  11-10-08,


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