Siendo así, primero, en el futuro todos los estados podrán gastar e invertir en función de un porcentaje sobre el PIB. Pero entonces, ¿los países más ricos podrán gastar más que los países más pobres? Sensu stricto, sí. Habrá europeos de primera y de segunda división. Es decir, los alemanes podrán tener más y mejores servicios públicos que los portugueses o los polacos, o podrán jubilarse con mejores condiciones, o tendrán carreteras y hospitales más modernos, o podrán cuidar mejor a sus inválidos y ancianos, porque su PIB es muchísimo más alto que el de portugueses o polacos. Por cierto, economistas, ¿cuánto vale un inválido o un enfermo de cáncer? Si son sinceros, para ellos no valen nada –bueno sí, en negativo porque son un gasto.
Pero además, ¿qué es eso de que los estados tendrán que ceder soberanía? Esto me parece aún más grave. Ahora ya no se trata de si es bueno o malo ceñirse a unos límites presupuestarios –evitemos discutir con los creyentes liberales-, ahora se trata de preguntarnos, ¿pero alguien se ha molestado en pedir mi opinión? En un estado democrático, ¿no se supone que la voluntad popular es la soberana? Nos cambiaron la constitución sin que nadie se molestara en consultarnos y ahora, ¿nos van a decidir las cuentas unos señores que no han sido elegidos por nadie? Pues parece que sí. Y mientras tanto nosotros preocupados por si va a ganar el Barça o el Madrid.
La tecnocracia avanza a marchas forzadas. Una tecnocracia al servicio de un poder económico sin nombre ni apellidos, muy alejados de nosotros, y que tendrá el buen criterio de tutelar nuestras vidas. Será algo así como cuando yo era jovencita y mi madre me daba unas pesetas –antigua moneda del estado español-, pocas, y me decía "anda y gástatelo en lo que quieras", pero, por más que yo ponía de mi parte, nunca me llegaron para comprarme unos pantalones como los de mi amiga. Pues nada, ya que no tendremos pantalones, de ahora en adelante cuidémonos mucho de no perder las bragas.Actualidad política y social. Una visión crítica de la economía la actividad política y los medios de comunicación.