Soberanía nacional y liberalismo

Publicado el 12 noviembre 2015 por Vigilis @vigilis
Como pez que nada hacia el gusanito, caigo muy fácilmente en la necesidad de puntualizar posiciones que ponen en cuestión algunos de los principios en los que estimo se basan la felicidad de mis vecinos y de estos reinos. Se trata otra vez —y digo otra vez porque este tema se repite de vez en cuando— de la presunta incompatibilidad u oposición entre soberanía nacional y soberanía individual.

En varias ocasiones ya apunté a la esterilidad de un debate así: no puede haber conflicto entre sustancias de diferente especie. Aún así me vais a permitir que insista en la diferencia entre cierta idea liberal y cierta idea anarquista. Conceptos que a mi juicio juegan en distinta categoría (yo pongo en duda que el anarquismo sea una idea política, mientras que el liberalismo no dudo de que lo es).
Cito a Rallo:
"Sin ley no hay democracia". De acuerdo, pero ¿qué ley? La que aprueba el Parlamento. De acuerdo, pero ¿qué parlamento? Aquel que sea depositario de la soberanía nacional. De acuerdo, pero ¿qué nación? La reconocida en la Constitución. De acuerdo, pero ¿qué Constitución? La aprobada por el constituyente. De acuerdo, pero ¿qué constituyente? Aquel que reunía a los representantes de la nación soberana. De acuerdo, pero ¿qué nación soberana? La que siempre fue, ha sido y será. Es decir, cualquiera que haya logrado imponerse por la fuerza y perpetuarse mediante la propaganda para que un número suficiente de personas se autorreconozcan miembros de la misma. El problema comienza cuando un subgrupo suficiente de ellos quieren reproducir ese proceso histórico y crear su propia nación para contar con su propia soberanía, constituyente, Constitución, parlamento, ley y democracia.
¿Qué tal si dejamos de pensar en arbitrarias soberanías nacionales y pasamos a defender soberanías individuales?

Tras un par de lecturas lo primero que se me vino a la cabeza fue la Constitución de 1812, como paradigma del gran cambio de época entre el Antiguo Régimen y el estado liberal. Después pensé en el mapa de diccionarios para establecer ciertas premisas sobre los significados de las palabras y sus variaciones con el tiempo. Sin embargo creo que debo empezar todavía más lejos, en lo profundo de las brumas de la historia.
Contra la arbitrariedad de las cosas

Tu siguiente misión será experimentar cómo afecta la sangre de tus enemigos al honor de tu casa.

En la Baja Edad Media, grosso modo mandaban los nobles y la Iglesia. La espina dorsal de los ejércitos eran los caballeros que pagaban sus monturas, portaban sus estandartes y proporcionaban la carne de cañón de sus vasallos.
Después, resumiéndolo mucho, entre una señorita muy peripuesta que se llama Yersinia Pestis y unos tipos simpáticos que con alegría se tragaron al Imperio de Oriente, los reinos medievales van evolucionando hasta formar los estados modernos.

—¿Me estáis diciendo que tras acabar con dos guerras civiles, aumentar la seguridad en las vías, reducir el poder de la nobleza, patrocinar las artes, levantar hospitales, abrir las reales audiencias y descubrir un nuevo planeta, la gente de dentro de quinientos años me llamará facha?
—Es que son españoles.
—Entiendo.

El estado moderno caracteriza a la Edad Moderna. Tenemos la primacía de las ciudades sobre el campo, la centralización de las leyes, la anulación de las viejas mercedes, una reducción del poder de los nobles y la Iglesia (que más que competir con los reyes pasan a formar parte de la jerarquía del estado bajo mando del rey: no será extraño ver a cardenales regentes). La espina dorsal de los ejércitos será ahora la infantería y una rudimentaria artillería, pagadas con dinero de los reyes. Mucho más que en la Edad Media, ahora los reinos son las fincas particulares de los reyes, su propiedad privada, sus cotos.
La apertura de la Mar Océana, el nuevo comercio internacional y la revolución tecnológica serán aprovechados por los que tienen el poder para tener todavía más poder. Las viejas alianzas matrimoniales hacen que las fincas de los soberanos europeos sean dificiles de defender y hay un montón de guerras, muchas más que en la Edad Media. A la mayor cantidad de guerras, la nueva emigración y las mayores necesidades financieras de los reyes se les une una cosa que llaman Mínimo de Maunder: hubo muchos años de escasa cosecha. Vamos, que la gente estaba hasta el gorro y recurrió todavía más que en la Edad Media a la superstición y la magia. Hambrienta e ignorante, la masa no podía tener muy buena opinión de un poder real que iba a más (partidas de caza con miles de personas, palacios muy bonitos, etc).

Y entonces aparecieron unos listos, hijos de un mundo comercial y sin atavismos nobiliarios o clericales, que empezaron a ponerle nombres a las cosas para tratar de explicarlas. Se resucita la palabra despotismo, por ejemplo, y se emplea para definir al estado. Si el estado, el gobierno, tiene un nombre bien puede tener otro nombre. Es decir, aparece la idea de cambiar las cosas de la política sin esperar a que cambien con el tiempo. Aparece la idea de la revolución, del cambio rápìdo.
La idea revolucionaria no significó un cambio en la forma del estado, sino la extinción de la forma del estado conocida hasta el momento. Por primera vez en la historia —y con permiso de las repúblicas italianas que paradójicamente empezarían a desaparecer en esta época— apareció el estado nacional. Los reinos pasaron de ser fincas privadas de unas familias a ser propiedad de los nacionales —los nacidos— y esto significó que los nacionales, como nuevos propietarios de los estados tuvieran nuevas responsabilidades.

1848, Berlín.

El estado nacional caracteriza a la Edad Contemporánea. La espina dorsal de los ejércitos será el pueblo en armas. Los ciudadanos tendrán la obligación de hacer un servicio militar y los ejércitos movilizan cantidades nunca vistas de cuadros de infantería uniformada —igualada—, la gran cantidad de muerte que se puede producir en un enfrentamiento logra que los enfrentamientos sean cada vez más espaciados en el tiempo. El avance industrial hará que la capacidad de matar sea todavía mayor —la comida enlatada revoluciona la logística, limita los excesos de la fuerza armada y hace que ésta pueda estar movilizada más tiempo— pero por otra parte los estados nacionales ya no tienen los mismos intereses particulares que las familias soberanas. Surge por tanto la necesidad de establecer un orden internacional que imita a las formas de organización interna de los nuevos estados: aparecen alianzas diplomáticas que van más allá de contratos entre soberanos particulares y nuevas leyes que limitan la acción de gobierno. Si antes un rey denunciaba un acuerdo no pasaba nada. Ahora si un gobierno denuncia un acuerdo el gobierno puede caer porque carece de poder absoluto y tiene competencia, oposición.
Soberanía nacional

Seems legit.

¿Qué quiero decir con esto? Pues que la soberanía nacional no es una cosa que caiga del cielo, sino la consecuencia de una evolución histórica. En el caso español es consecuencia directa de una guerra. Cuando los españoles se levantan contra los franceses necesitan soldados y provisiones. Los soldados los sacarán de entre los nacionales y las provisiones de tierras que tenían muy pocos dueños. Durante la contienda algunos se preguntan por qué quien pelea igual que un noble no puede acceder a lo que accede el noble y otros se cuestionan por la utilidad de ciertas tierras cuya propiedad era por defecto de un rey y de una iglesia que poco podían hacer para defender al país.
La aparición de la soberanía nacional en España responde no sólo al factor intelectual de las ideas revolucionarias sino a una necesidad de guerra. Los constituyentes de Cádiz no solamente trabajan para elaborar la base de la nueva forma del Estado, sino nuevas leyes que obligan a vender patrimonio "invendido", establecen el servicio militar, despojan a la nobleza de sus privilegios y desamortizan bienes eclesiásticos. Es decir, la soberanía nacional no es un concepto escrito en un cartel de la carretera, tiene implicaciones políticas que cambian las competencias del estado, la relación entre los ciudadanos y la relación del estado con los ciudadanos.

Ante estos cambios aparecen distintas agregaciones de voluntades políticas. La más inmediata es la de quienes se oponían a estos aires ginebrinos e irreligiosos, a quienes llamamos absolutistas. Pero curiosamente entre los partidarios del nuevo estado nacional también se forman bandas: aparecen los moderados y los progresistas. Aunque estos dos bandos eran llamados liberales, no coincidían ni en las funciones de la corona, ni en el reparto de tierras, ni en el papel de la Iglesia, etc. Es más, la definición de la soberanía nacional también estaba en disputa, tanto es así, que espadones por delante, unos y otros proclamarán sus constituciones particulares en distintos años. Bueno, es la historia desconocida del XIX español, qué os voy a contar. Toda nuestra política actual se deriva de esta época, pero aquí seguimos, en las Batuecas, porque es muy entretenido no solucionar los problemas y andar en jerigonzas (¡cómo me gusta decir "andar en jerigonzas"!).
Los partidarios del nuevo estado nacional, definido como aquel cuya propiedad es de los nacionales, es decir, aquel estado cuya soberanía reside en la nación, eran llamados liberales. Hasta tal punto existió está relación entre los defensores de la soberanía nacional y los liberales que al estado nación también se le conoce como estado liberal. Cosas veredes.

Contrariamente a lo que se suele decir, la palabra liberalismo no estaba en origen relacionada con la palabra libertad, sino con su significado tradicional de prodigalidad. Ser liberal era lo mismo que ser desprendido en el habla cotidiana. La nueva acepción política la encontramos en el desprendimiento que los liberales hacían de las viejas ideas y la sencillez con la que abrazaban las nuevas.
Siento tener que dar muchos rodeos pero creo que hay que insistir hasta interiorizar que las ideas políticas no caen del cielo ni nacen de los árboles. Las ideas son fruto de contextos históricos y de la evolución de las cosas humanas. Por ello, su cambio o alteración tampoco vendrá del cielo.
La nación en su sentido político contemporáneo

No existe una nación porque se reconoce en una Constitución. La nación es previa y existe con o sin Constitución. A partir del ~1800 se identifica políticamente a la nación, cierto. Esta definición no será igual en todos los estados nacionales. En particular hay un grupito de países donde la identificación nacional es más clara: son aquellos países cuyos estados absolutistas estaban definidos y sin alterar sustancialmente sus fronteras cambian la soberanía real por la nacional (Francia, España, Alemania...). Estos países han tenido una evolución histórica particular y normalmente han sido definidos a lo largo de siglos por sus vecinos.

Definir a la nación como el resultado de una imposición forzosa es confundir nación y estado. Es el estado nacional el que se impone por la fuerza... contra el estado absolutista. Sin embargo el conjunto de los nacionales (nacidos) del estado ya estaba dentro de las fronteras de un estado del Antiguo Régimen. Antes de la primera constitución española ya se hablaba de los españoles. Y no como mero término geográfico. En 1728 en el Cotejo de naciones del padre Feijoo encontramos sin ir más lejos que los españoles son graves en sus costumbres, los alemanes serios, los franceses ostentosos y los italianos suaves. Es decir, se apreciaban unas diferencias más allá de las geográficas (y no había un estado italiano ni uno alemán, mejor dicho, había varios). 



Los liberales jamás pudieron haber defendido la soberanía nacional sin identificar previamente a una nación que desde luego no se estaban inventando, ya estaba allí. Y como ya estaba allí, ese proceso no puede ser calificado de arbitrario (la nación no nace de los árboles).

Yo entiendo que haya confusión entre estado y nación porque en el XIX la doctrina nacionalista impulsaba a los estados a hacer propaganda nacional, homogeneizando costumbres, historia, relatos, mitos, horarios y odios. Todas las historias nacionales son propaganda interesada. Incluso más allá, con la Historia Universal, tenemos problemas para explicar sucesos y lo que hacemos es convenir en unas cuantas mentiras que nos cuadran mejor que otras.


Srsly.

Después de lo dicho yo creo que hay que replantear eso de la secesión infinita hasta llegar al individuo. En nuestro contexto (no vivimos en un laboratorio, sino en un lugar concreto del mundo), las naciones que identifican las constituciones venían de estados definidos del Antiguo Régimen. Para identificar nuevas naciones haría falta saltarnos la Edad Moderna e irnos a las posesiones de señores feudales, pero eso sería engañarnos (no se puede "reproducir el proceso histórico" como se reproduce una bacteria en una placa de Petri). Los estados nacionales pueden descentralizarse políticamente pero no subdividir sus naciones y por tanto tampoco subdividir sus soberanías nacionales. 

El único cambio posible en este sentido (y parece improbable) es la petición de regresar al régimen absolutista. Así sí puedes tener una nueva soberanía en Betanzos, por ejemplo, y colocar ahí a un rey que sea independiente. Habrá un problema gordo y es que los vecinos de Betanzos continuarán siendo nacionales de España porque Betanzos es España en el momento de definir a España. Un momento de la historia que ya ha pasado, por cierto. Y esos momentos aunque siempre hay gente que intenta reproducirlos, nunca vuelven (en nuestro universo la flecha temporal guarda el principio de causalidad, etc.).


Soberanía individual

Sobre la dicotomía entre soberanía nacional y soberanía individual poco puedo decir. Un estado propiedad de la nación se cuidará mucho de proteger los derechos individuales. Históricamente el estado liberal ha defendido la libertad política, de imprenta, comercio y el derecho a la propiedad (y defendía esto no por seguir una metafísica, sino por necesidades derivadas del mundo real a.k.a. fastidiar a los franceses, a los carlistas, a los moros, etc.).
Un individuo es soberano si participa de una sociedad política. Yo siempre recuerdo que Robinson Crusoe ni es libre, ni es soberano, ni tiene propiedades, etc. Robinson Crusoe es como una vaca en el campo. ¿Las vacas son libres? No. ¿Tiene algo que ver el liberalismo con las vacas? Yo creo que no.

En Latveria los trenes salen a su hora.

Dicho todo esto, y para finalizar, si el punto de vista del análisis es el de una teoría anarquista, entonces vale todo porque ya no tratamos de política sino de jerigonzas muy entretenidas y sin utilidad práctica como la poesía o las series de televisión que van de zombies que gimen sin tener cuerdas vocales.
Bonus track del mapa de diccionarios de la RAE:
  • "Despotismo"
    • 1817: Autoridad absoluta que no está limitada por las leyes. Tyrannis, plena potestas, nullae legi subjecta.
    • 1884 y ss.:Autoridad absoluta no limitada por las leyes.
  • "Liberal"
    • 1780: 1. Generoso, bizarro y que sin fin particular, ni tocar en el extremo de prodigalidad, graciosamente da y socorre, no solo á los menesterosos, sino á los que no lo son tanto, haciéndoles todo bien. Liberalis. 2. El que con brevedad y presteza executa qualquier cosa. Celer, expeditus.
    • 1817: 1. El que obra con liberalidad ó la cosa hecha con ella. Liberalis, munificus. 2. Se dice del arte propia del ingenio á diferencia de la mecanica. Liberalis. 3. Expedito, pronto para ejecutar cualquiera cosa. Expeditus, promtus, strenuus.
    • 1884: Que profesa doctrinas favorables á la libertad política de los estados. Apl. á pers., ú. t. c. s..
  •  "Gobierno"
    • 1780: El modo y órden de regir y mandar el superior á los inferiores, ó disponer las cosas á un fin. Gubernatio.
    • 1817: El órden de regir y gobernar alguna cosa. Gubernatio.
    • 1884 y ss.: Orden de regir y gobernar una nación, provincia, plaza, etc.