Sobre Ciudadanos, árbitros y sillones

Publicado el 10 diciembre 2018 por Abel Ros

Tras escribir "El efecto VOX", recibí duras críticas por parte de algunos seguidores del Rincón. No entendían por qué en el análisis del resultado andaluz hice una interpretación "sesgada" en clave nacional. Varios días después, desde el vertedero todo apuntaba a un cambio de estrategia de Pedro Sánchez con respecto a los independentistas. Lo cierto y verdad es que hay una alta correlación entre xenofobia, patriotismo y la extrema derecha. No olvidemos que en provincias como Almería, con alta densidad de inmigración, el voto a VOX ha sido mayor. Y no olvidemos que en el "feudo socialista" - por ser cuna de emigrantes catalanes - se siente con más fuerzas, que en otras comunidades, las réplicas del terremoto separatista. Así las cosas, la mayoría de la gente que votó a Serrano no lo hicieron por salvaguardar los intereses autonómicos sino, más bien, por el influjo del "lepenismo español". Un lepenismo que representa el ala radical de la derecha. Una derecha rota desde la irrupción de Ciudadanos, el desahucio de Rajoy y la coronación de Casado.

Aunque VOX represente a la extrema derecha - aunque sean fachas hasta la médula - lo cierto y verdad es que, hoy por hoy, ya tienen presencia institucional de forma democrática. Las claves de su éxito no son otras que la construcción de un relato político acorde con un pensamiento inmoral, pero real, que existe en nuestra sociedad. Ese pensamiento de repulsa al forastero, de simpatía por la patria y de regreso al patriarcado se alimenta con el bálsamo del odio. Un odio, como les digo, en forma de eufemismo donde se percibe al inmigrante, al independentista y a la mujer como los principales enemigos y, por tanto, fuente de agravios comparativos. Así es como se construye una identidad de partido basada, una vez más, en el poder del populismo. Si usted vota a VOX, su patria estará a salvo. Estará a salvo de "bárbaros" en la frontera; de "caballos de Troya" en los intramuros del castillo y de un movimiento feminista que amenaza con "destruir los logros masculinos". Es precisamente esta inserción de falacias en el ideario de la gente, la que hace que una minoría sirva de palanca para mover la turbina.

La patata caliente - en palabras del borracho - está en el tejado de Ciudadanos. De ellos depende que el "lepenismo español" ocupe el sillón en el feudo socialista. Si pactasen con VOX, el pacto podría suponer comida para hoy y hambre para la mañana. El viraje a las cloacas del franquismo sería castigado por sus votantes en las próximas autonómicas y locales. Un castigo que los dejaría tocados de por vida. Ahora bien, si dejan pasar el tren y optan por la abstención corren el riesgo de convertirse en rehenes de la izquierda. Así las cosas, Ciudadanos se haya en medio de la encrucijada. Se encuentra en un momento de la partida donde la mejor jugada debería ser la opción menos mala. Y esa opción no es otra que el distanciamiento con los extremos. Solo así, lejos de Podemos y de VOX, la agrupación de Rivera se consagraría como el árbitro del tablero. En tiempos de polarización política, como los actuales, hace falta un nuevo Adolfo Suárez. Un líder de transición que ahuyente al fantasma del populismo, apueste por el diálogo y reconcilie a los extremos.

Por Abel Ros, el 10 diciembre 2018

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