Sobre cómo jugar a la escondida

Por Laspuntasdelclavo
cayó tu manogiró el torso
el colchón sobre el que esperabas arrojarteera simplemente la espalda de un coleóptero desnudo;y aunque la pared intentara despegarse de tu brazola sal ensangrentada de tu frente se perdía entre las mediasjunto al sudor de la pólvora callada
¿y las gotas de papiro,y las sombras mal celadas
los chicos corriendo en el recreo como espíasla cuenta regresiva de un tahúrcon su baraja en el bolsilloel resto de los dedos sosteniendo las hornallastodotodo antes del último diálogo rozando la pared
qué otra mano podría salvara los subsuelos de un panteísmo de terrazas
es que en la polifonía del grito era imposible no matar a un niñoera inevitable encontrar el pulóver de alambres sobre la almácigade tu próximo cadáver cosechado
entonces era cierto aquello:el fin del mundo es el beso y no la boca
sin embargo me hubiera gustado hallarteen la espalda de otro precipicio, no entre las tortugassiempre tan lento como para lanzarte al albedríoy eso que ya sabías que la piedra es librehasta donde se olvide el contacto de la palmao el velo descubierto de Magdalena
lamento que en el día de tu escondidadeban encontrarte con los ojos vendados por el antebrazo
y las gotas de tinta plomizaa un lado, las sombras del recreoy el sol brillando hasta los bordesel solque hay debajo de tu mesa

Chungli Huang