Sobre el amor y su fuerza cósmica

Por Aceituno

Dicen que más vale tarde que nunca. Supongo que depende de para qué. Para algunas cosas ya os digo yo que más vale nunca que tarde. Los refranes están muy bien cuando cuadran con la situación que nos interesa. Cuando no cuadran, elegimos otro y santas pascuas. Total, los hay de todos los colores y para todos los gustos, de ahí su infinita sabiduría.

Yo no soy ningún sabio. Solo soy un pobre tipo como cualquier otro al que un buen día le empezó a doler la espalda y resultó que tenía un cáncer de pulmón incurable, producido por causas genéticas. Y eso sin que en mi familia nadie lo hubiese desarrollado nunca. Nadie lo vio venir. Nadie lo podía presagiar. Simplemente apareció de la nada y al parecer  llegó para quedarse. Toda mi vida y la de mi mujer dio un vuelco de 180 grados. Pasamos de tener una vida en Chile, a no tener ninguna en España. Tuvimos que dejar nuestros trabajos, nuestros planes, nuestros amigos… todo quedó atrás. Por suerte nos seguimos teniendo el uno al otro y el amor nos mantiene con vida. Los fármacos me quitan el dolor, pero ella me da la vida, me cuida y me protege, me hace reír y ha sido capaz de renunciar a todo por mí. Por muchas vidas que viviera no creo que nunca llegase a encontrar un amor semejante.

Es la enseñanza más clara que saco de todo esto. El amor no es una cursilería, ni un estilo de vida, ni una unión para fabricar hijos. El amor es una energía igual de poderosa que lo es el tiempo o el espacio, una corriente capaz de mover montañas y resucitar corazones heridos. Es una fuerza que trasciende al ser humano y que va mucho más allá de los besos y los abrazos, una fuerza cósmica que habla del alma, de lo profundo y de lo fundamental.

Hoy os quería hablar del amor, sin más. Como otras muchas veces las imágenes no tienen demasiado que ver con el texto. Son fotos de un coche o, mejor dicho, de los reflejos que producía. Aunque, pensándolo bien, el amor tiene que ver con todo, así que también tiene que ver con esto.