Como digo, yo lo vi todo. Vi cómo se volvió hacia mí como si estuviera buscando una solución desesperada, cómo, al verla sobre mi mesa, cogió la botella de cerveza por el cuello, la rompió con un golpe seco contra el canto de la mesa y, con un giro rápido de su cuerpo mientras elevaba el brazo, ensartaba el cascote en el cuello del diputado Gómez Gómez. La sangre empezó a brotar a borbotones salpicándonos a todos los que estábamos alrededor y el diputado Gómez Gómez cayó como un fardo sin ni tan siquiera tener tiempo para borrar la sonrisa de su cara. Ocurrió tal y como lo explico ahora, aunque no puedo dar detalles del inicio del incidente. Por lo que oí de otros que andaban por allí, Fernando Expósito se había acercado al diputado cuando éste salía del acto en el palacio de deportes y se dirigió a él para pedirle una solución, "perdóneme diputado, pero no tengo trabajo, ni subsidio, estamos prácticamente en la indigencia y sólo mi suegra nos acoge y alimenta con lo que cobra de la pensión. Por favor, ayúdenos, haga algo por nosotros". El diputado Gómez Gómez ni siquiera le miró y se dejó llevar por los tres gorilas que le rodeaban. Pero, unos pasos más allá, Fernando Expósito volvió a insistir hincándose de rodillas en el asfalto, delante de ellos, "por favor, señor diputado, yo sólo quiero un trabajo que me permita vivir. He perdido el piso y todo lo que tenía, ahora sólo me queda la dignidad, pero vendo mi dignidad y lo que sea por un trabajo, sólo quiero dar de comer a mi familia". Esta escena ocurrió a pocos metros de donde yo estaba tomando mi cerveza al sol, y pude observar la patética situación y cómo el grupito que acompañaba al diputado rodeaba al desgraciado sin hacerle apenas caso. Supongo que, para ellos, aquello no era más que un incidente incómodo y embarazoso, así que, sin dejar de saludar como si tal cosa a los entusiastas militantes que vitoreaban al diputado Gómez Gómez desde las puertas del palacio de deportes, continuaron caminado hasta que llegaron justo delante de mi mesa. El desgraciado Fernando Expósito corrió rodeando al grupo de gorilas y acólitos, volvió a hincarse de rodillas ante el diputado y le dijo, "si no es por mí, por lo menos hágalo por mis hijos, por favor, sólo pido un trabajo". Y fue entonces cuando el diputado Gómez Gómez esbozó su sonrisa.Una visión crítica -personal- de la economía, la actualidad política y los medios de comunicación.
Como digo, yo lo vi todo. Vi cómo se volvió hacia mí como si estuviera buscando una solución desesperada, cómo, al verla sobre mi mesa, cogió la botella de cerveza por el cuello, la rompió con un golpe seco contra el canto de la mesa y, con un giro rápido de su cuerpo mientras elevaba el brazo, ensartaba el cascote en el cuello del diputado Gómez Gómez. La sangre empezó a brotar a borbotones salpicándonos a todos los que estábamos alrededor y el diputado Gómez Gómez cayó como un fardo sin ni tan siquiera tener tiempo para borrar la sonrisa de su cara. Ocurrió tal y como lo explico ahora, aunque no puedo dar detalles del inicio del incidente. Por lo que oí de otros que andaban por allí, Fernando Expósito se había acercado al diputado cuando éste salía del acto en el palacio de deportes y se dirigió a él para pedirle una solución, "perdóneme diputado, pero no tengo trabajo, ni subsidio, estamos prácticamente en la indigencia y sólo mi suegra nos acoge y alimenta con lo que cobra de la pensión. Por favor, ayúdenos, haga algo por nosotros". El diputado Gómez Gómez ni siquiera le miró y se dejó llevar por los tres gorilas que le rodeaban. Pero, unos pasos más allá, Fernando Expósito volvió a insistir hincándose de rodillas en el asfalto, delante de ellos, "por favor, señor diputado, yo sólo quiero un trabajo que me permita vivir. He perdido el piso y todo lo que tenía, ahora sólo me queda la dignidad, pero vendo mi dignidad y lo que sea por un trabajo, sólo quiero dar de comer a mi familia". Esta escena ocurrió a pocos metros de donde yo estaba tomando mi cerveza al sol, y pude observar la patética situación y cómo el grupito que acompañaba al diputado rodeaba al desgraciado sin hacerle apenas caso. Supongo que, para ellos, aquello no era más que un incidente incómodo y embarazoso, así que, sin dejar de saludar como si tal cosa a los entusiastas militantes que vitoreaban al diputado Gómez Gómez desde las puertas del palacio de deportes, continuaron caminado hasta que llegaron justo delante de mi mesa. El desgraciado Fernando Expósito corrió rodeando al grupo de gorilas y acólitos, volvió a hincarse de rodillas ante el diputado y le dijo, "si no es por mí, por lo menos hágalo por mis hijos, por favor, sólo pido un trabajo". Y fue entonces cuando el diputado Gómez Gómez esbozó su sonrisa.Una visión crítica -personal- de la economía, la actualidad política y los medios de comunicación.