Sobre el asiento vacío

Publicado el 14 abril 2015 por Habitalia

Según los usos y costumbres, suele ubicarse una silla o sillón especial que nadie debe ocupar, a veces adornado con cintas, representando al hermano que salió a la Aventura de su Búsqueda Personal.

En muchos talleres sin embargo esto no se usa o no se le presta la debida atención, pero su simbolismo es muy interesante. Baste recordar la costumbre profana de reservar un asiento libre en los Banquetes para una supuesta persona que apareciera a saludar (se ve especialmente en las Fiestas Tradicionales, dejándose también un plato y demás utensilios vacíos).

Esa ausencia del hermano no borra su recuerdo. Por el contrario, siempre se le guarda su lugar que ocupaba, demostrando que se siente aún su presencia y que se lo extraña, estando no obstante presente en el recuerdo de los hermanos. Pero a su vez, remarca un deseo y esperanza de que ese hermano retorne algún día, para regalarnos otra vez con su amistad, compartir las experiencias que vivió, y para transmitirnos lo que aprendió. Y no se oculta la expectativa de sentir por labios del propio Hermano ausente a su regreso, de que ha encontrado lo que buscaba, y que vuelve para enseñarnos o avisarnos de ello.

Se dice según las explicaciones que el hermano ausente salió a buscar la Verdad o a su Maestro. Difíciles intentos los dos, porque la Verdad, como las Estrellas, parecería inalcanzable, y porque el Maestro verdadero no es otro que uno mismo. También se interpreta que el hermano ausente ha salido a buscar la Palabra Perdida. ¿Qué es esto de "la Palabra Perdida"? Diremos sólo, porque ocuparía un Capítulo aparte, que es la Clave a develarse para abrir todos los Misterios de la Vida, con cuya pronunciación todo se comprende y clarifica.

Existe la costumbre de reservar un asiento vacío en conmemoración de un hermano recientemente pasado al Oriente Eterno, como recuerdo de su presencia, palpitante aunque etérea. Ese hermano también está haciendo su tránsito hacia un Mundo donde se comprende mejor la Verdad, porque la Muerte es un ascenso en el Aprendizaje.

¿Cuándo llegará ese hermano que salió en búsqueda de lo Suyo? ¿Regresará algún día? Nunca lo sabremos. Mientras tanto esperamos, lo esperamos; deseamos que para él el viaje esté exento de peligros y que algún día pueda encontrar lo que persigue, o por menos, que se encuentre más feliz que antes de partir. Su ausencia nos desgarra el corazón, sea por su partida física o simbólica, pero nos conforta la esperanza de su regreso, o de que alguna forma nos reencontremos. Quizá, como expresara el hermano Italo Castillos, sólo logre volver para descansar aunque fuere un poco. Y aunque no hubiere encontrado lo que ansiaba o volviese derrotado, ¿quién de sus Hermanos no lo recibiría henchido de alegría el corazón?

Ese hermano que desocupó su Asiento para salir a buscar la Verdad, la Palabra Perdida o a su Maestro, ha dejado su comodidad para arriesgarse al sufrimiento; abandonó sus bienes más preciados, sus seres queridos, y olvidó su seguridad para aventurarse en un camino sin retorno o sin éxito probable. Démosle nuestra bendición y oremos por él. Su triunfo puede ser también el nuestro. En su Odisea también apostamos nosotros. Deseemos que su esfuerzo le valga la pena, o por lo menos, lo haga más Hombre. Su experiencia. cuando vuelva siempre nos enriquecerá, aparte de devolvernos la alegría su regreso. Quizá algún día esté de vuelta para contarnos sólo el sufrimiento que pasó. Pero el mero hecho de tornar es una victoria, por que muchos en su búsqueda sincera dejan la vida.

Fuente: Masones en Lengua Española