Amigos, como habrán notado los que siguem mi trabajo en las diferentes redes, he movido buena parte de mis intervenciones públicas a las plataformas de La República y El Comercio y a mi perfil público en Facebook. Dicho eso, creo que por el bien del blog y de los que prefieren leer algunas de las cosas que escribo en esta plataforma en vez de las otras, empezaré también a colgar algunas cosas escritas por allá acá y viceversa. Abajo va una nota, entonces, que publiqué hace poco sobre las controversias en relación a la excarcelación del ex-presidente Fujimori
El caso es complejo, pero creo que hay algo que toca resaltar. La compasión no tiene, en principio, que colisionar con la justicia.
Fujimori fue debidamente procesado, juzgado y condenado por delitos varios. Varios de ellos aceptados por él y su defensa, otros argumentados con contundencia por la fiscalía y aceptados como tales por la sala pese a la negativa de Fujimori y Nagazaki. Por supuesto, muchas personas niegan la legitimidad de la sentencia aduciendo intereses en conflicto en el caso del juez San Martín, la corrupción generalizada del Poder Judicial, etc., etc. Los argumentos allí están y sus defensores tienen derecho a plantearlos. Mi impresión, sin embargo, es que la mayoría acepta que hubo delitos y que estos fueron debidamente juzgados. Concedamos eso por el momento.
La segunda cuestión es la del perdón, normalmente basado en la idea de que debemos ser compasivos con los que sufren y, sobre todo, con este ex-presidente enfermo que, a pesar de sus delitos, le dio tanto al país. He comentado antes que esta narrativa de Fujimori-salvador-del-Perú no coincide con los hechos, pero por el momento no quiero disputarla.
Asumamos, entonces, que el ex-presidente, en efecto, es la razón por a cual no hay terrorismo y no tenemos la inflación de finales de los 80. Pero asumamos también que Fujimori cometió delitos, como argumento más arriba.
El problema, me parece, está en la confusión de fueros. La enfermedad de Fujimori y su vejez merecen, no me cabe duda, compasión. Como cuestión de principio, toda persona que sufre, merece compasión y la debida atención, más allá de si se trata de un criminal o de la Madre Teresa. PERO la compasión pueder ser mostrada dentro de los canales que ofrece la justicia.
Luego, mi punto es defender la compatibilidad del justo encarcelamiento de Fujimori y de la justa compasión que merece su situación. La falacia radica en creer que la justa compasión que él merece debe ser traducida en excarcelarlo. Fujimori debería recibir la atención de su familia, amigos y quienes quieran ofrecerle su tiempo y cariño. Fujimori merece, y así lo recibe, todo el tratamiento médico necesario. Fujimori merece respeto en su dignidad como persona, etc., etc. Nada de eso es incompatible con el hecho de que esté en prisión. Todo lo contrario.
Un país que respeta al ser humano y ofrece compasión por los más débiles no debe, por ello, aplicar la justicia de modo antojadizo, especialmente si se hace eso por motivaciones políticas. La verdadera compasión, al menos en la arena de la administración de justicia, se muestra siguiendo los principios que la ley defiende. La compasión, como indiqué hace unos días, puede ser una tramposa compañera de camino si no la guían principios más sólidos. De lo contrario, ella se vuelve jueza caprichosa y, lo más grave, jueza injusta.
Quizá este sea buen momento para recordarle a muchos fujimoristas, incluída la lideresa del partido, que en lugar de usar la situación delicada del ex-presidente como mencanismo de manipulación politica, lo que deberían hacer es visitarlo y estar al pendiente de sus necesidades. Muchos criminales sin apellidos poderosos purgan penas en condiciones infitamente más graves que las del ex-presidente. Sus familias, sin partidos políticos, dinero o poder, no pueden sino visitarles y mostrarles su compasión con su cariño y su presencia. Quizá el fujimorismo podría aprender algo de eso.
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