El sábado volvimos de vacaciones. El viaje era un poco aparatoso, teníamos que coger dos trenes y un autobús para llegar a la terminal del aeropuerto. A la ida alquilamos un coche 24 horas, porque no nos veíamos con fuerzas de hacer ese mismo trayecto con la niña y las maletas. Pero a la vuelta nos animamos.
Yo llevaba a Valeria en el fular y su maleta. Papá llevaba la maleta grande, una mochila y el bolso de mano de Valeria. El primer trayecto en tren era el más largo, 40 minutos. Valeria iba dormida y fue así la primera media hora. Luego se despertó y nos agobiamos un poco, porque en días anteriores habíamos hecho ese mismo trayecto y siempre acababa pidiendo salir del fular. No tengo problema en sacarla, pero yendo con las maletas todo es más complicado. Al final, protestó un poco pero aguantó los 10 minutos que quedaban. Como la vimos tranquila, decidimos coger el siguiente tren inmediatamente en lugar de descansar en la estación. Era un trayecto de menos de cuarto de hora. Lo hizo bastante bien, aunque a ratitos lloraba a gritos porque quería salir del fular y mi hija es una escandalosa, no sabe llorar de otra manera. Pero la paseé por el tren y se calmó.
Y finalmente el autobús, que nos llevaba a la terminal. Fueron otros 10 minutos y ni chistó. Desde mi punto de vista, éste es un muy buen viaje, fue despierta la mitad del trayecto y aguantó súper bien!
Sin embargo me hizo darme cuenta de que en cierto modo los niños molestan en esta sociedad. Cuando Valería berreó en el segundo tren, la mayoría de la gente se nos quedaba mirando fijamente. A mí eso me pone de los nervios. Te miran como recriminándote que no hagas nada, pero es que en ese momento yo no podía hacer nada, Valeria no tenía hambe, no tenía sueño, ni calor, ni frío... tenía aburrimiento y quería salir del fular y eso es algo que yo no podía hacer...y es muy pequeña como para que yo le pueda explicar que modere sus gritos que molesta... era un trayecto muy corto, a veces los niños lloran, es así, y no se puede hacer mucho para calmarlos... de hecho en cuanto salimos del tren y cambió el panorama, se tranquilizó.
El viaje en avión fue más o menos, Valeria se agarró un berrinche al despegar porque le entró hambre(aclaro que había comido hacía menos de dos horas, pero ella es impredecible con las horas de comida), preparamos el bibe pero quemaba un poco, tuvo que esperar y se enfado muchísimo, gritaba como una loca... yo estaba agobiada, claro, porque además de que no es agradable ver llorar a tu hija, notaba la presión de medio avión cagándose en nosotros... la señora de delante se giró y me insistió para que pusiera a mi hija así o asá... yo conozco a Valeria y se que si tiene hambre tiene hambre, no hay posiciones que valgan...pero me sentí presionada y la puse como decía la señora, evidentemente no sirvió de nada...
Todo esto lo cuento porque me ha hecho plantearme qué actitudes ayudan y cuáles no ante un bebé llorando. A mí, personalmente, lo que más me sirve es que la gente a mi alrededor siga con los suyo, tratando de filtrar los llantos, asumiendo que es algo normal, que los niños a veces lloran, que no son muñecos, y lo afronten con la naturalidad con que se toman el ruido del tráfico, por ejemplo.Que me hagan una sonrisa cómplice. O bien, que se dirijan a mi hija y le hagan carantoñas, eso suele ayudar. Pero lo que definitivamente NO AYUDA es que se me queden mirando como recriminando que la niña llore, porque obviamente yo ya estoy haciendo todo lo que puedo por calmarla (no por ellos, si no porque no me gusta verla llorar) y desde luego no me ayuda que me sugieran hacer ésto o aquéllo, porque cada niño es un mundo y sus padres son los que mejor le conocen y saben cómo actuar.
Hay un proverbio africano que dice que para criar a un niño hace falta una tribu. Y creo que es cierto. Pero lamentablemente eso se ha perdido en nuestra sociedad, los niños se ven como molestos.
¿Qué opináis, a vosotros qué os ayuda y qué no cuando vuestros hijos lloran?