Rodrigo Amador de los Ríos. Monumentos arquitectónicos de España (1905)
Encaramada sobre aquel enhiesto desigual peñasco, por cuyos senos y repliegues trepa afanosa con aires de conquista desde lo hondo, y cuyas plantas de granito besa por el Oriente, Ocaso y Mediodía tranquilo y perezoso el Tajo, sorprendente es en verdad y pintoresco el espectáculo que ofrece, con el escalonado caserío, polvoriento y de tonos grises uniformes, apiñado sin orden ni concierto, y a veces interrumpido por la mancha sombría de los árboles, y con los desmochados torreones y cortinas de sus defensas, otro tiempo formidable, y hoy en mucha parte derruídas: conjunto heterogéneo y extraño que compone y armoniza con el fresco tapiz verdoso de la tendida Vega; las amontonadas rocas renegridas de la margen del río; el reflejo acerado de las aguas, y las escasas arboledas, al ser herido por los rayos ardorosos del sol, bajo un cielo fuertemente azulado, y teniendo por corona y remate la rígida silueta de aquel severo Alcázar, que recorta sus clásicos y angulosos contornos en la altura, y que parece en coloquio eterno con las ruinas lastimosas del Castillo de San Servando, levantado sobre otra eminencia, casi frente a frente, y a la opuesta orilla del Tajo caudaloso.