"Si no está en tus manos cambiar una situación que produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento". No es mía la frase. Pero indudablemente sí que comparto el contenido. El dolor es inevitable, pero la actitud ante ella no. Quizás por eso en New Orleans van cantando detrás de los difuntos. Que se lleve un grato recuerdo allá dónde puñetas vaya. La actitud es un gran valor que choca contra los designios de los deseos más primarios de superviviencia. Tal vez esa sea la diferencia entre los hombres y los animales. O puede que no. Somos más guapos, supongo. Algunos más que otros. Otros más pavos y pavas. La actitud marca la diferencia porque supone la reafirmación de los detalles del pensamiento interno. En el fondo somos actores que van por ahí mientras por dentro elugubramos sobre qué cosas extrañas o no tan extrañas. La actitud se basa en la voluntad. Y de ésta hay un mundo de filosofía, psicología y sociología insondable para mis reducidas pretenciones para con este blog. Es sencillo. Actitud implica voluntad. La voluntad implica determinación. Y la determinación acaba pagándote con tu misma actitud. ¿Eso no es el Karma? -pero esa será otra historia-.