Sobre la aplicabilidad del método teológico de Ignacio Ellacuría (II)

Por Zegmed

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“Tesis sobre la posibilidad, necesidad y sentido de una teología latinoamericana”

Ellacuría plantea 10 tesis, las mismas que subdivide numerosas veces. Mi intención aquí es no resumir todo lo dicho por el autor en cada una de las tesis, sino recoger lo que considero más fundamental.

  1. La hipótesis que puede guiar la reflexión teológica es que esa debe ser histórica y, por ende, esta teología debe desarrollarse críticamente en su devenir histórico (I, 272).
  2. El carácter situado (i.e., histórico) de la reflexión sobre el dato revelado le da a este último un sentido nuevo y crea una nueva síntesis. Al leerse la revelación desde nuestra situación lo universal se vuelve concreto y, así, el sentido cristiano se reelabora en términos de validación/verificación en la historia, lo que vuelve a la teología una teología viva (I, 272-273).
  3. Este proceso requiere examinar críticamente la historia pasada de la teología en esta región y hacerse consciente de la situación de dependencia respecto de teología extrañas a nuestro mundo. La totalidad de la teología no es, pues, la totalidad de una sola forma de hacer teología  (I, 274-275) (como pudo ser el tomismo durante muchos siglos, por ejemplo).
  4. Los años sesenta son el origen de lo que podemos llamar una teología latinoamericana y a ellos hay que mirar cuando se quiere pensar críticamente respecto de ella. La Conferencia de Medellín debe ser considerada como la consecuencia de esta teología emergente, aunque no debe negarse que Medellín también permitió su desarrollo. Esta teología latinoamericana es fundamentalmente una teología de la liberación, es decir, una teología comprometida con la praxis histórica liberadora de los oprimidos y con el estudio del dato revelado desde la situación concreta de opresión propia del continente. Si bien esto implica dimensiones políticas, no debe perderse de vista que entre revelación y política no existe identidad y siempre hay tensiones que deben ser advertidas (I, 275-277).
  5. La teología latinoamericana nace en estrecha relación con el socialismo de esta región. Su diferencia con la teología convencional es que esta última no contribuye a la acción salvífica históricamente considerada. Para generar una verdadera contribución en ese ámbito, entonces, la teología latinoamericana se ha provisto de nuevas herramientas teóricas, como el marxismo, pero eso no debe llevar a apropiaciones acríticas o dogmáticas que conduzcan al olvido de los valores cristianos y de lo propiamente latinoamericano (I, 277-278).
  6. La teología latinoamericana tiene predilección por los temas más directamente relacionados con la praxis histórica. Se trata, sin embargo, más de una teología programática que realizada. Existe, no obstante, la convicción de que la peculiaridad de la situación de América Latina puede permitir una radicalización y renovación del cristianismo poniendo más énfasis en el pueblo de Dios como un pueblo pobre, en un sacerdocio comprometido socio-políticamente, en el valor unificador del concepto de liberación, en la inapropiada división entre sagrado y profano, etc. Dadas estas condiciones, la teología latinoamericana busca su principal punto de apoyo teórico en las ciencias sociales (I, 278-281).
  7. La teología latinoamericana ha generado reacciones críticas. Algunas han venido del lado de aquellos que siempre han estado del lado del poder dominante; otras, de sectores que si bien comparten las preocupaciones fundamentales, señalan también los límites y exageraciones (I, 282-283).
  8. La teología latinoamericana ha tenido cierto éxito en relación al magisterio eclesial. El tema de la liberación ha sido incorporado en el magisterio parcialmente por el CELAM, aunque ha habido también avisos de precaución (I, 283-285).
  9. La teología latinoamericana no puede ser determinada sin tener en cuenta su realización histórica. Queda, claro, sin embargo, que algunas cosas son/serán importantes en su configuración: (a) el uso de las ciencias sociales, aunque no de modo acrítico; (b) estas deben ser usadas como una herramientas para la reflexión teológica; (c) esta conexión se debe a la unidad de la realidad histórica; (d) la teoría de la dependencia; (e) la discusión con el marxismo. Ahora bien, dado que la realidad histórica constituye un elemento central de esta teología, la justicia social no queda reducida a una cuestión meramente política, sino que la justicia debe entenderse en un marco mucho más amplio relativo a la realización y salvación plena del ser humano. Lo absoluto se revela en la salvación histórica (I, 285-289). Esta revelación constituye una nueva síntesis que puede plantearse en el concepto de signo histórico el mismo que opera como expresión de la síntesis de contrarios, pero a la vez como una parte constitutiva de la realidad. En su manifestación histórica, el signo puede tomar carácter transformador-político (I, 293). Esta nueva síntesis transformadora solo cobra plenitud desde un punto de vista cristiano, cuando se pasa por la lucha y por la muerte que lleva a la liberación. Así, el logos cristiano es un logos que se hace historia para transformarla. De ahí que lo propiamente cristiano sea una praxis del seguimiento de Jesús en tanto seguimiento de su acción histórica transformadora (I, 294-295).
  10. Es necesario poner el mensaje bíblico en inmediato contacto con la realidad histórica, lo que implica una fe y una teología comprometidas con la realidad latinoamericana. Esto no quiere decir que no haga falta hacer una hermenéutica crítica del texto bíblico. La verdad de la biblia no es un hecho ya establecido, sino un hacerse verdad en la historia. En este proceso hermenéutico, las ciencias sociales tienen mucho valor y junto a ellas los análisis históricos. De lo que se trata es de “hacer creíble” el mensaje cristiano, lo que supone una preocupación evangelizadora en tanto preocupación transformadora de la realidad.  Debe evitarse el riesgo ya sea de des-historizar la fe o de volverla tan histórica que deja de ser fe. El mensaje se hace más creíble y comprensible cuando este se entiende “desde” los oprimidos pues ellos son un lugar salvífico y teológico privilegiado. Así, la totalidad de la revelación solo se hará propiamente manifiesta cuando se ponga frente a la realidad de aquellos a los que está dirigida de modo privilegiado. Finalmente, para evitar estrecheces o ensimismamientos, la teología latinoamericana debe estar en permanente diálogo con otras teologías (I, 295-301).