Sobre la corrida de Cuadri en Las Ventas

Por Malagatoro
Antonio Lorca en El País: “Los toros de Cuadri ofrecieron espectáculo, que es uno de los mejores regalos que le pueden hacer a un aficionado. Los seis toros presentaron una estampa impresionante, serios, muy serios, toracos de los que te mantienen pegado a la piedra. Todos ellos codiciosos en mayor o menor medida, cumplieron de manera irregular en los caballos y vendieron caras sus vidas con aspereza y dificultades. Destacó con los montados el primero, que acudió tres veces desde lejos y apretó de lo lindo en la segunda vara, pero tuvo una vida corta en la muleta. Tercero y quinto portaban casta en sus adentros, y aunque mansearon en los caballos, con la cara siempre por las nubes, embistieron largo en el tercio final y colaboraron a un hipotético triunfo, y el resto derrochó bronquedad y dureza, gañafones y recorridos muy cortos. Al final, salió a saludar el mayoral de la ganadería, un premio excesivo, sin duda, pero había quedado en el ambiente un rictus de satisfacción porque en la plaza hubo toros en el pleno sentido de la palabra, y eso no se ve todos los días. Vamos, en San Isidro es que no se ha visto una corrida-corrida como la de ayer, lo que explicaría que a la gente se le calentaran las manos. El problema es que con estos toros no es fácil mandar, ni templar, ni hacer el toreo actual ni el de siempre. Con estos toros no se pueden torear cien corridas en una temporada. Porque estos toros te ponen en torero para toda la vida o te retiran de la circulación. Así de duro. Por eso, todo el que puede huye de ellos como gato escaldado. Es mejor no probar, por si acaso…” Carlos Ilián en Marca: “Ni Cuadri ha podido enderezar el rumbo torcido de esta feria. Su corrida, de imponente lámina y pasada de kilos en general, ha tenido un comportamiento áspero y bronco, de muy mal estilo en la muleta, donde las embestidas con la cara arriba y sin emplearse se repetían. Y el dato es muy elocuente: los cuatro toros que pesaron por encima de los 600 kilos resultaron los más parados y deslucidos mientras que el lote de Bolívar, que estaba en ese peso proporcionado de los 528 y los 550 kilos respectivamente, se movió y se empleó en el engaño, especialmente el segundo del torero colombiano. Bolívar quiso hacer las cosas bien, dando distancias y luciendo a sus toros, pero sus faenas, especialmente la segunda, se perdieron en un mar de muletazos sobre ambas manos entre altibajos, y nunca hubo sensación de unidad ni de mando. Lo peor para Bolívar es que la codicia del toro lidiado en quinto lugar superó la respuesta del torero, confundido ante la embestida a media altura del de Cuadri. Javier Castaño fue volteado por su primero. Se repuso como pudo y lo trasteó con aseo por ambos pitones, todo a media altura. Pasó a la enfermeria para ya no salir. Rafaelillo muleteó entre dudas al primer toro, muy parado y con la cara por las nubes. Tiró la toalla ante el cuarto, de peligro pregonado. El que mató por Castaño se empleó sin malas intenciones. Rafaelillo instrumentó muchos pases, con más decoro que fondo. El toro no ofrecía otra posibilidad. Quizá, por eso, el público lo pasó bien, pero los toreros… Bueno, los toreros, al principio, también, pero en cuanto salió el primer toro…” Fotografía: Juan Pelegrín