Sobre la corrida del Ventorillo en las Ventas

Por Malagatoro

Alguno, de forma incomprensible y hasta “filosófico-poética”, ha intentado justificar la injustificable actitud de Julio Aparicio en Las Ventas que, simple y llanamente, fue un auténtico fraude. Qué hacía en Madrid sino faltar al respeto al público, a su profesión y asimismo. Broncas merecidísimas, como ya no se recordaban en Madrid y despedida al más puro estilo “currista”. Si le quedara un mínimo atisbo de vergüenza torera, lo cual dudo mucho, no acudiría a su próxima actuación en San Isidro. Lo del Ventorrillo una “bueyada” ni para hacer hamburguesas. ¡Los toros a Cultura! Y en el ruedo, “toreros” y “ganaduros” dando cada día más y firmes argumentos a los antitaurinos. Foto: Juan Pelegrín


Paz Domingo en su crónica, titulada “El toro perdido”:

“En el día del Santo Patrón hay poco que contar. Destacable, lo que se dice destacable, es que se perdió por el platillo madrileño un toro con cierta casta en las entrañas para dar un poco de credibilidad a la fiesta. Hasta se arrancó en el caballo y el público aseguraba: ¡Este toro es otra cosa! En realidad, tenía las mínimas garantías de lo que pudiera ser un toro de lidia, sin exagerar. Lo que pasa es que no se ve ya ni eso, trasformando esta singularidad en un hecho noticioso, hasta digno de fotografía, meritorio de brindis al ministro presente, pues la complicación estaba en su nobleza, la trasmisión en su empuje, la dignidad en su muerte. Quiso el destino que le tocara en suerte a Eduardo Gallo que, como venía a Madrid en busca del cartel que había olvidado hace tiempo, intentó el toreo y la estocada buena. Curro estuvo en la deriva de las complicaciones sin exponer nada. Y lo de Aparicio fue de bronca descomunal, entendiéndose de una vez que con estas tonterías no se puede ser complaciente y lo que procede es que, al diestro y a quién lo trajo a Madrid, emprendan el camino del destierro. Como poco.”

Antonio Lorca, en su crónica de El País, titulada: “¡Es-cán-da-lo”:

“¡Qué triste espectáculo ver a un hombre sufrir en el ruedo…! ¡Qué imagen más desolada produce la incapacidad manifiesta! Qué dolor para quien está ahí abajo que te rechinen los oídos con los gritos alborotados de ‘fuera, fuera’ de toda una plaza desolada y enfadada… ¡Qué escándalo puede llegar a producir el pánico insuperable, cuando el miedo atenaza el cerebro y el cuerpo no responde! ¡Qué dolor, Julio Aparicio, verte desmadejado, con la mirada perdida, las piernas flaqueadas y con la cabeza a revientacalderas, bloqueada, huyendo de la propia sombra de un vestido torero…!

…Y en corrida tan descastada y airada surgió la chispa en el tercio de varas del tercero. Montaba a caballo José Ney Zambrano: se dejó ver, situado el toro en la distancia, lo citó con la voz y levantando el palo, le dio el pecho y lo picó en todo lo alto en un puyazo medido. Mientras la plaza se frotaba los ojos, volvió a repetir la hazaña y descubrió que los buenos picadores todavía existen. Óle…”

Rafael Cabrera en su crónica, titulada: “Mal-haya esta ganadería”

“El conjunto de la corrida fue infumable: mansos, mulares, visitando constantemente los chiqueros -de salida, mediada la lidia, durante la faena de muleta-, intratables, alguno –como los de Curro Díaz, con complicaciones ciertas y francas, rajándose desde el mismo principio; o como los de Gallo, violentos, peligrosos, e incierto el sexto-; quién sabe si primero o cuarto en alguna otra mano hubiera tenido juego alguno… ¿A qué deplorable estado ha llegado una vacada hace unos años interesante, encastada, con juego, preferida por los de coleta, bueno o por alguno de los que no les hacen ascos a los toros que embisten y tienen casta? ¿Cómo es posible que el cambio de manos tenga unos tan funestos resultados en apenas unos años? Mientras la influencia de lo de Paco Medina, su anterior propietario, fue patente, esta era ganadería de las que se veía anunciar con ilusión, a la que defendimos y alabamos, pero me temo que –agotado el crédito y la sangre brava- el desecho de Juan Pedro ha hecho explosión y se ha impuesto sobre la acertada selección de don Francisco. En sus manos, desde 1992 hasta 2005, la ganadería fue adquiriendo justo prestigio, y aun lo mantuvo  en los años en que su directa influencia primaba, ya en manos de don Fidel San Román. Calculen: en 2005 cambia de manos; los machos nacidos de su selección se lidian hasta 2009-2010, desde entonces ya es responsabilidad del nuevo criador, nacido como tal a la sombra de los negocios inmobiliarios –entre otros-, y la temporada de 2011 no fue –ni mucho menos- la mejor de su historia y ésta de 2012 camina en la misma dirección. Un desastre, en definitiva.

Otro de los grandes protagonistas del festejo fue Julio Aparicio, cuya actitud resulta también incomprensible. Apático, inhibido de sus funciones en la dirección de lidia, escondido durante todo el festejo detrás de burladeros o a cincuenta metros de donde andaba el animal, con miedos patentes, lo mismo hubiera dado que sus toros hubieran sido lidiados por sus peones o por cualquiera de los espectadores que –la tarde del Santo Patrón madrileño- no llenaban el coso. ¡Qué fracaso! ¡Qué vergüenza!

Un nuevo éxito puede apuntarse el tripartito empresarial: No llenar el día de San Isidro en Madrid es una verdadera hazaña que no se veía en años anteriores, ni aun en los que la tercera parte empresarial regía los tristes destinos de Las Ventas. La Comunidad ha de estar contenta…, si es que, aparte de don Carlos Abella, hay alguien que acuda al coso entre sus máximos gestores.  Lo más probable es que ni se enteren del aforo conseguido en una de las corridas de más postín y tradición madrileña. Pero, ¡qué más da! El caso es abaratar el canon, permitir la subida de los precios de las localidades, transigir con unos carteles de plaza portátil, y ver cómo se desarrolla la primera feria del mundo según lo previsible.”