La novela de Liam O'Flaherty y la original localización irlandesa, se trasplanta y queda transfigurada, como hacía por entonces Josef von Sternberg con China o España, en una indeterminada ciudad imposible de no confundir con cualquiera de la Francia de provincias, rijosa y cerril, en eso al menos parecida a la vieja Dublín que un primo (sic) de O'Flaherty, John Ford retrató en otra adaptación al cine de una de sus obras, "The informer". Pero sería interesante, para tener una perspectiva más amplia sobre cuanto hace tan interesante a un film como este, hacer dos paralelismos bastante diversos.
Uno de ellos sería con uno de los mejores films que rodó Joseph H. Lewis, "So dark the night" (45), que recoge otra tranquilísima pesquisa policial confiada enteramente al derrumbre emocional y psicológico del culpable, que puede ni saberse o creerse tal.
La película de Musso, puramente de estudio, "confinada" a un ambiente más pobre e irrespirable (no hay más películas suyas disponibles para contrastar nada ni los detalles que se encuentran sobre esas otras cinco que filmó ayudan gran cosa a hacer aseveraciones de otra índole), apenas tiene conexiones con géneros como la de Lewis, prescindiendo incluso de preámbulos, escapatorias o explicaciones, abordando, llevado en volandas por su actor protagonista (intérprete opuesto al poco carismático y gris Steven Geray) y un talento natural para el encuadre y el ritmo, un retrato fascinante de un hombre destruído por sus dudas.
Pudieran haberse elegido otros muchos, pero sirva por ejemplo "L'assassin a peur la nuit", un buen Jean Delannoy filmado en plena ocupación (1942), - con Jean Chevrier donde su director quiso tener a Gabin - como ejemplo.
Detonada la bomba "Citizen Kane", iniciada ya la invasión del pujante cine negro americano que pronto colisionará con el neorrealismo italiano, emigrados Renoir y Tourneur - en verdad con pocos islotes a los que agarrarse: quizá sólo Grémillon, Pagnol, Carné y los mencionados Guitry y Gance hasta que lleguen Bresson y Cocteau - y con un propósito mucho más comercial, asimilador e impersonal por muy vestido de "identidad nacional" que se presentase, el cine francés pierde hasta que regrese Renoir y acojan a Ophüls, una pujanza que había cimentado, desde el final del periodo mudo, en tantas películas como "Le puritain", ambiguas e iconoclastas, mezcla de muchas cosas, universales precisamente por sus similitudes con tentativas rusas, alemanas o japonesas.