Sobre la "hipersexualización" de las niñas

Por Tenemostetas
Por Ileana Medina Hernández
"Se han dejado de concebir los vínculos entre quienes emiten los mensajes  y quienes los reciben únicamente como relaciones de dominación.  La comunicación no es eficaz sino incluye también  interacción de colaboración y transacción entre unos y otros" Néstor García Canclini
En el blog Bebés y Más, líder en la categoría de blogs sobre bebés, crianza y familia, dedicaron hace unos días varios artículos e interesantes entrevistas sobre un tema muy importante que ya viene causando alerta: la "hipersexualización" de las niñas (y en menor medida también de los niños).
A partir de las excelentes aportaciones que realizaron allí las psicólogas Mónica Serrano, Elena Mayorga, Diana Sánchez  y Olga Carmona, se me ocurre una reflexión que voy a dejar por aquí.
Lo primero que llama la atención es que la tónica general del análisis se centra en responsabilizar del problema a la publicidad, la industria de la moda, las series de televisión, programas infantiles (Monster High), videojuegos...etc.
Y sí, es cierto que los patrones publicitarios y de consumo describen un panorama de atrocidades que van desde depilar o hacer cirugías estéticas a niñas de 5 años, hasta la explotación de sus figuras como modelos, concursos de belleza, etc... y la venta de ropas, muñecas, accesorios... que convierten a las niñas en pequeñas lolitas casi desde la cuna.
Si bien esto es innegable y no quiero minusvalorar el papel de los medios de comunicación, pretendo aquí reforzar la otra parte de la cuestión: el éxito de la industria publicitaria y de la moda se basa y es posible gracias a nuestra pobre autoestima (a la vez que la refuerza). Como especialista en Teoría de la Comunicación de Masas, pronto aprendí que los medios no son siempre tan poderosos como a menudo creemos: AQUELLO QUE VENDE SE BASA EN AQUELLO QUE SOMOS. Nos duela o no reconocerlo, si la mierda vende, es porque alguien la consume. Y la consumimos porque cumple una función en nosotros: generalmente, una poderosa función ilusoria de creación de autoestima. Aquello que consumimos nos dice lo que somos, o más bien, lo que nos falta. Como decía el sociólogo argentino Néstor García Canclini: "el consumo sirve para pensar". Para pensarnos, sobre todo. No debemos vernos maniqueamente como unas víctimas inocentes de unos siempre malditos, ajenos, todopoderosos y culpables medios de comunicación: recordemos que cada sociedad tiene los medios de comunicación que se merece (y también los líderes y políticos).
¿Dónde está el verdadero caldo de cultivo que permite que nuestras niñas caigan rendidas ante los patrones que proyectan los medios de comunicación, que los necesiten para sentirse queridas e importantes?
Pues creo que, como siempre, la causa última hay que buscarla en nuestras casas, en nuestras formas de crianza, en el ámbito íntimo y doméstico.
Partamos del hecho de que prácticamente el único amor "visible" en nuestra sociedad es el amor sexual. Desde pequeños, nuestros niños y niñas aprenden que quienes duermen juntos son mamá y papá, quienes se besan, quienes se tocan, quienes intercambian contacto físico permanente, son mamá y papá, los novios, las parejas.
Si las niñas (también los niños, pero permítanme usar en este caso el femenino como genérico) no reciben la mirada, el contacto físico que necesitan (que es la única forma tangible del amor), pronto aprenderán que para recibir mirada, para recibir amor, para estar guapas, para sentirse deseadas o miradas, tendrán que comportarse como mamá: maquillarse, ponerse tacones, tener cintura de avispa, moverse sensualmente, etc. (no confundir con el uso del maquillaje y el disfraz como elementos lúdicos normales y sanos).
O sea, para mí la verdadera causa interna del fenómeno está en el entrecruce de dos problemáticas: una crianza poco afectuosa y corporal de las niñas, y el ejemplo de mamá. En otras palabras: si nuestras niñas están hipersexualizadas ¿no será porque también nosotras, sus madres, estamos demasiado plastificadas y desconectadas?
"Es muy importante que las madres sean conscientes de que ellas son el principal modelo femenino de sus hijas y que si ellas se liberan del patrón de hipersexualización, estarán liberando también a sus hijas" afirma la psicóloga Mónica Serrano. "En edades tempranas, los niños aprenden básicamente por imitación, buscan modelos a los que imitar, referentes que les digan cómo comportarse en un mundo para ellos confuso, indescifrable y difícil. Si el mensaje que les llega es el de una sociedad que sobrevalora determinada idea del sexo, ellos la aceptarán como válida y adoptarán el modelo", confirma también Olga Carmona.  Esos patrones no solo están "ahí fuera", están también en nuestra casa: nosotras, las mamás, somos las primeras víctimas de ellas. Somos las primeras en ponernos zapatos que torturan nuestros pies y deforman nuestras columnas, en depilarnos cada vez más, en ponernos tintes y potingues, cirugías estéticas y tratamientos varios, dietas, gimnasios y mil maneras de agarrarnos a unos patrones de belleza física insanos, exagerados e hipersexualizados.  Por otro lado, si la crianza corporal no está presente, si las niñas están deprivadas afectivamente desde pequeñas, durmiendo solas, escolarizadas durante muchas horas desde bebés, no siendo amamantadas ni cargadas ni acariciadas, ni acompañadas y sostenidas emocional y corporalmente por madres y padres seguros y maduros... su autoestima se resentirá y se volverán más susceptibles de buscar la aceptación, la mirada y hasta el contacto físico que necesitan, a través de conductas sexuales cada vez más tempranas.
Necesitarán a toda costa la aprobación del grupo y de las amigas (una compañera de trabajo el otro día me contaba que su hija de 14 años, aunque ni siquiera tiene novio aún ni relaciones sexuales, insiste en depilarse totalmente la vulva, porque así lo hacen todas sus amigas). Se volverán más frágiles y dependientes de las modas y de las opiniones ajenas.   Aumentan también sus posibilidades de convertirse en víctimas de abusos sexuales y de depredadores emocionales de todo tipo.
Se sustituye así una sexualidad y afectividad primarias básicas, naturales y sanas, que parten del contacto mamífero con la madre y del sostén de los progenitores; por otra sexualidad falsa, aprendida, creada artificialmente, enfocada únicamente a la sexualidad genital, heterosexual y pornográfica. Servimos en bandeja de plata que las niñas se conviertan en objetos sexuales. Las dejamos desamparadas, con el único recurso de la imitación de las armas de seducción adultas y mediáticas, para atraer sobre sí la atención y el amor que deberían recibir incondicionalmente.  "Una vida uterina satisfactoria, un nacimiento placentero, unos primeros meses y años de vida en los que se nos cobije y se nos acompañe de forma respetuosa en nuestra autorregulación. Abrazos, mimos, cosquillas, masajes, no dejarnos llorar, cogernos en brazos, dormir sin imposiciones, controlar esfínteres en el momento en el que nuestro cuerpo esté preparado, comer sin presiones, autoexplorarnos sin coacciones, sin ser burlados, mandados o denigrados, etc. van a fomentar que el bebé y el niño sienta amor hacia sí mismo, respeto por sus ideas y por su cuerpo. Fomentar una autoestima alta en nuestros niños, amor y respeto hacia sí mismos, sirve de gran ayuda para prevenir que en su futuro se vean sometidos a los arbitrios de la moda y de la publicidad" explica magistralmente la terapeuta Elena Mayorga. 

Nuestra sexualidad, nuestra autoestima y nuestra salud comienzan desde la vida intrauterina, desde los importantísimos y básicos primeros meses y años de vida. Ahí se forja la base de todo. Comenzar los cimientos -emocionales, sexuales, corporales- (más que los lógico-racionales que se desarrollan más tarde) desde los primeros momentos de vida es fundamental. No lo olvidemos. La educación emocional y sexual no comienza cuando podemos hablar de ello, sino cuando sin hablar, a través de nuestros gestos, ejemplos, presencia, sostén corporal... les estamos alimentando de amor y de autoestima.