Sobre la objetividad del anarquismo

Publicado el 10 septiembre 2015 por Hugo
Una cosa es probar que el ideal libertario es la postura ética (y política, y económica, e histórica, y estética...) más correcta disponible y otra muy diferente "persuadir a alguien de que acepte la prueba", como diría el utilitarista James Rachels, el cual, hasta donde yo sé, no era anarquista, pero bien podría haberlo sido a poco que con su habitual lucidez se hubiera adentrado y comparado los diferentes sistemas sociales existentes así como sus resultados. Si hasta en los saberes más probados empírica y matemáticamente hay desacuerdo o incluso abierto rechazo (como le ocurre a la teoría sintética de la evolución, o a la teoría del calentamiento global antropogénico, la cual todavía suscita muchas dudas o simplemente desinterés entre el común de los mortales), qué no ocurrirá cuando no se puede recurrir a un número, a una estadística, a un experimento o a una observación para zanjar la cuestión. Qué no ocurrirá cuando aceptar una determinada prueba supondría cambiar no un paradigma científico, que ya cuesta, sino toda una forma de vivir. Qué no ocurrirá cuando se trata no de desmontar una determinada creencia religiosa o filosófica, que ya de por sí genera una gran oposición, sino de desmontar toda una serie de andamiajes y de privilegios contantes y sonantes. En este caso hablamos no solamente de una oposición intelectual, como la de quien se resiste a perder su fe, sino de una oposición física, incluso militar. 
La impresión de que los juicios morales son "no probables" ha demostrado notable persistencia. ¿Por qué cree esto la gente? Se pueden mencionar tres puntos. Primero, cuando se pide una prueba, la gente con frecuencia piensa en un criterio inapropiado. Está pensando acerca de observaciones y experimentos en la ciencia, y cuando no hay observaciones y experimentos comprobables en la ética, concluye que no hay prueba. Pero en la ética, pensar racionalmente consiste en dar razones, analizar argumentos, exponer y justificar principios, y así por el estilo. El hecho de que el razonamiento ético difiera del razonamiento científico no lo hace deficiente. Segundo, cuando pensamos en "probar que nuestras opiniones éticas son correctas", tendemos a pensar automáticamente en los asuntos más difíciles. Por ejemplo, la cuestión del aborto es inmensamente complicada y difícil. Si pensamos sólo en cuestiones como ésta, es fácil creer que las "pruebas" en ética son imposibles. Pero lo mismo podría decirse de las ciencias. Hay asuntos complicados sobre los que los físicos no pueden ponerse de acuerdo, y si los enfocamos sólo a ellos, podríamos concluir que no hay pruebas en la física. Pero, por supuesto, hay muchos asuntos más sencillos en los cuales convienen todos los físicos competentes. De modo similar, en ética hay muchos asuntos más sencillos acerca de los cuales está de acuerdo toda la gente razonable. Por último, es fácil confundir dos cosas que son en realidad muy distintas:
1. Probar que una opinión es correcta.
2. Persuadir a alguien de que acepte la prueba.
Puedes tener un argumento impecable que alguien se niegue a aceptar, pero eso no significa que debe haber algo malo en el argumento o que esa "prueba" es de algún modo inalcanzable. Puede simplemente significar que alguien es terco.
James Rachels, 2007.