Revista Opinión

Sobre la posición que debe adoptar un liberal en la política actual

Publicado el 23 agosto 2012 por Vigilis @vigilis
Cada tres ciclos lunares y medio, surgen las típicas preguntas sobre cuál es la posición que debe adoptar un liberal en el ambiente político tan espeso que (siempre) nos rodea. Esto no es algo único de los liberales: una característica común a todas las minorías son las preguntas acerca de qué posición adoptar en un ambiente dado. Es a lo que se refieren en Alemania cuando hablan de las «películas de judíos». Una película de judíos es aquella que trata de las vicisitudes de una minoría. Así, «Quiero ser como Beckham» es una película de judíos, al igual que «Mi gran boda griega». (Como dicen nuestros amigos judíos alemanes, lo que verdaderamente identifica a una película como «de judíos», es si al final provoca un debate sobre si es o no de judíos, giro que es gracioso y al mismo tiempo, contado por un alemán, da un poco de asco).

Sobre la posición que debe adoptar un liberal en la política actual

Museo judío de Berlín.

Cada vez que se trata de identificar la posición de un grupo en un medioambiente, conviene establecer las características comunes de ese grupo para poder distinguirlo y tratarlo. Taxonomia política hay para dar y tomar. Yo haré lo que aquel filósofo, Fidias de Esmirna* que establecía categorías de las cosas en función de lo que no eran. El griego hizo como Cánovas cuando definía al español como aquel que no puede ser otra cosa. Pero a este tipo de definición negativa le daré una vuelta y estableceré, para el ámbito de este artículo, las dimensiones del problema tal que así:
Liberal es aquel que dice ser liberal y emplea parte de su tiempo en decidir quién no es liberal.
Nótese que un socialista o un trotskista no pierden su tiempo con estas cosas (bueno, el trotskista puede que sí, siempre han sido muy suyos). Tampoco un ostrogodo responde a esta definición, ya que si bien dice ser un ostrogodo, no perderá parte de su tiempo en decidir quién no es ostrogodo. Bien, una vez tenemos claro quiénes somos los liberales, para pensar nuestro lugar político aquí y ahora, debemos ponderar la escala de importancia de las cosas (pues sería absurdo negarse a estar políticamente con alguien con quien no coincides en algo que te la sopla bastante: ningún grupo variopinto humano va a defender exactamente tus ideas, esto es de perogrullo pero hay que recordarlo para los del fondo, que nunca atienden en clase). Por tanto, ¿qué idea política esencial, fundamental e imprescindible es aquella cuya importancia es tal, que despreciarla o menospreciarla haría inviable cualquier tipo de acercamiento desde un punto de vista liberal y no ostrogodo? Yo me inclino a pensar en la libertad individual.
Problema: grandes palabras nos llevan a pensar en definiciones tan amplias que en ellas puede caber de todo. Convengamos que cuando tratamos del problema de la libertad individual, no solo estamos afirmando la existencia del individuo y su diferenciación frente a otros (A es A, es decir, A no sólo existe sino que además no puede ser otra cosa), sino que también, dado que es imposible vivir de espaldas a los demás (el contraejemplo son los niños de la selva que “descubrían” los naturalistas franceses pedófilos de hace doscientos años), estamos afirmando que es posible vivir en un orden social acorde a esta libertad individual. Tratar a las personas como mera materia y defender el libre albedrío sin un orden legal, están, pues, descartados.

Sobre la posición que debe adoptar un liberal en la política actual

Una reivindicación profundamente liberal.

La segunda cosa en importancia es aquello que deja huella material en el mundo. No vivimos en una Arcadia feliz, toda nuestra historia es una historia de descubrimientos y de mejora de nuestra calidad de vida (una mejora no lineal, por supuesto, pero no es este el tema de hoy). Lo material que nos rodea se compone de lo que recibimos de atrás, lo que creamos hoy y las ideas que lograrán en el futuro cambiar nuevamente el medio. A esto le llamamos propiedad o posesión. Ésta puede ser individual o comunitaria. Incluso si hilamos muy fino, los aspectos de la tradición que heredamos de un proceso de decantación a lo largo de siglos, también forman parte en cierto modo de nuestra propiedad cultural (no me meto aquí, porque, al contrario que concejales, consejeros y ministros de cultura, yo no se qué es la cultura. Me parece un problema que toca incluso aspectos etológicos muy bizarros. Lo dejo ahí). Es decir, la propiedad, las cosas e ideas, tienen importancia tan solo inferior a la existencia diferenciada del individuo en una sociedad acorde con esa individualidad.
La tercera cosa en importancia, siguiendo mi criterio personal, la conforman los procesos, métodos, funciones y rutinas; relaciones al fin y al cabo, entre personas o entre personas y cosas. ¿Cómo se relacionan estos elementos sabiendo que las cosas inertes no tienen hálito de vida? Por medio de las personas. ¿Y qué método se sigue? Hay dos métodos básicamente: uno es el ordeno y mando; otro es el de dar valor a las cosas. Convengamos que los liberales tenemos inclinación por evitar el ordeno y mando y preferimos que las personas se relacionen con las cosas en función del valor que le dan. Esto nos abre un montón de problemas, como el de la confianza (¿cómo explicar a un analfabeto el valor de una vacuna?), el de la ética y el de la educación. Pero quedémonos con nuestro brochazo de la inclinación por dejar que la gente valore las cosas y no le vengan impuestas. Recordemos que quien tiene poder para dar, lo tiene para quitar. Si a alguien le damos poder para dar, asegurémonos que sea poquito poder. Para los del fondo: una persona no es una cosa. Y ni siquiera tu persona es tu cosa (siempre existe este debate, que, a la hora de decidir cómo reparar las zanjas de una calle, podemos dejarlo apartado).
Alguien podría levantar la mano y reclamar la defensa de la igualdad como un principio liberal inapelable. Si bien es cierto que el primer efecto práctico y demostrable empíricamente del liberalismo político fue conseguir una mayor igualdad entre los hombres. No es menos cierto que tratar de conseguir la igualdad con programas de ingeniería social choca de bruces con el principio de la libertad individual. Del mismo modo que no puedes defender que un coche choque contra los pilares de tu casa, no puedes defender la igualdad y la libertad individual. Más allá de la igualdad en el trato ante los tribunales y de sufrir las mismas leyes, otro tipo de concesiones a la igualdad, no deben ir mucho más allá de la humanidad y caridad propias de nuestra civilización.
Esta tríada innegociable: libertad individual, propiedad privada y libre mercado; debe aplicarse sobre los actuales quehaceres políticos. Salvo algún think tank, y gente que va por libre, en España el liberalismo no está presente, no es conocido y además, no existe una demanda masiva como para tener un nicho seguro de mercado (reconozcamos que muchos liberales defendemos ideas concretas muy poco liberales. Sin ir más lejos yo defiendo la prohibición de desahuciar a familias de sus hogares y la vacunación obligatoria. Al menos la primera, es una medida nada liberal). ¿Con pedagogía se puede llegar a un punto crítico a partir del cual el liberalismo pase a ser mainstream? Lo ignoro. Es más, me da igual la respuesta a esa pregunta. Si lo que se quiere es influir en decisiones políticas, lo que se debe hacer es... influir en decisiones políticas. Estar donde se toman las decisiones, lograr que te deban favores, convencer a gente a muy corto plazo de decisiones concretas sin entrar en pedagogía de teoría política (salvo cuatro frikis, la gente no tiene ni tiempo ni ganas que dedicarle a su formación política; lo que ve la gente son aceras, ambulancias y facturas del gas. Punto. El día que los liberales aceptemos esto y dejemos de tocar los huevos a los alcaldes de aldeas con el patrón oro, habremos dado un gran paso).

Sobre la posición que debe adoptar un liberal en la política actual

El desembarco de Normandía, responde a un ejemplo de política liberal.

¿Cómo influye el liberalismo en la politica? Igual que sucede con otras filosofías políticas, hay quienes se organizan en partidos políticos. Lamentablemente, el afán de pureza del mensaje, y los incentivos perniciosos que se crean en un grupo humano reducido (elección negativa, paradojas de Abilene, etc), consiguen que sea estrictamente imposible que alcancen ningún tipo de objetivo político. Quienes lo tienen mejor, son aquellos que aceptan que vivimos en un lugar y en un momento en que reclamar el Estado del Bienestar es algo básico para la inmensa mayoría de la población. Tanto la derecha como la izquierda defienden el Estado del Bienestar e incluso a nivel institucional europeo se promueve activamente. Uno de los grandes retos de los liberales es ver cómo puede modificarse el Estado del Bienestar en un ambiente más proclive a la libertad individual, la propiedad privada y el libre mercado.
No os aburro más. Se seguirá en otra ocasión. Recordadme que hable de:
  • entrismo como estrategia, 
  • nacionalismo como cuestión transversal, 
  • voto católico, 
  • contraejemplo de Mario Conde,
  • el tipo de la ambulancia.
Bueno, del tipo de la ambulancia os hablo ahora, ya que habéis llegado hasta aquí... Resulta que una ambulancia fue a recoger a un accidentado en una carretera comarcal coruñesa. El hospital recibió aviso para que estuviera preparado para recibir una operación en urgencias. El caso es que en urgencias estuvieron esperando y esperando y allí no aparecía la ambulancia. Mandaron a la Guardia Civil a ver si la ambulancia había sufrido un accidente. Pues bien. Se encontraron la ambulancia aparcada delante de un bar. El conductor dijo a la pareja que el herido había muerto en el camino y que para qué iba a llevarlo muerto al hospital cuando su hermano tenía una funeraria allí mismo. Que le estaba haciendo un favor a la familia evitándole los costes de traslado de vuelta desde el hospital.
Debo de ser de aldea, porque a mi esta historia me parece bien.
*Filósofo inventado, por supuesto.

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