La dinámica entre Tori y Uke en las artes marciales japonesas es un pilar fundamental, representando una danza de cooperación y aprendizaje mutuo. Uke, lejos de ser un mero objetivo, es un compañero esencial en la exploración y perfeccionamiento de las técnicas. Sin embargo, es preocupante el creciente número de demostraciones donde la violencia excesiva eclipsa la esencia del entrenamiento.
La relación entre Tori (quien aplica la técnica) y Uke (quien recibe la técnica) es una de las más importantes dentro de las artes marciales japonesas tradicionales. Uke no es simplemente un “maniquí” pasivo; por el contrario, su rol es fundamental para el desarrollo y la comprensión mutua de la técnica y el espíritu del arte marcial. Sin embargo, en los últimos tiempos, se ha vuelto común ver demostraciones donde el Tori ejecuta las técnicas de manera excesivamente violenta y desproporcionada, lo cual es una práctica sumamente peligrosa y que refleja, desde la perspectiva de muchos, una interpretación equivocada del propósito y la esencia del arte marcial.
El rol de Uke va mucho más allá de simplemente “atacar” y ser “controlado” por Tori. Uke se entrega sinceramente, ofreciendo su cuerpo y energía, no con la intención de resistir o crear conflicto, sino para permitir que Tori explore y perfeccione las técnicas. Este acto de entrega es un gesto de confianza y respeto que debe ser correspondido de la misma manera. Sin embargo, en muchas ocasiones, lo que observamos es que Tori abusa de esa confianza, empleando fuerza excesiva y causando daños innecesarios. Esto no solo contradice los principios básicos del Budo, sino que también pone en riesgo la integridad física y emocional de Uke.
Es preocupante que algunas personas defiendan este tipo de comportamiento, alegando que es una “forma tradicional” de enseñar. En realidad, esta visión está muy alejada de la realidad. Las formas de enseñanza en las artes marciales no dependen del arte en sí, sino de la personalidad y la comprensión del Sensei. Un verdadero maestro enseña con cuidado, respeto y consideración, entendiendo que el propósito del entrenamiento es la mejora mutua, no la imposición de uno sobre el otro. La violencia desmedida que a menudo se disfraza de “disciplina tradicional” no es más que una manifestación del ego, y nada tiene que ver con las enseñanzas profundas que subyacen en las artes marciales japonesas.
El verdadero Budo se basa en el respeto mutuo, la mejora continua y la preservación del cuerpo y la mente, tanto de Tori como de Uke. Aquellos que enseñan con un enfoque de dominación y desmesura están fallando en comprender el espíritu del arte. Las técnicas deben ser ejecutadas con precisión, control y cuidado, con la intención de preservar y no destruir, y quienes no respetan ese principio están traicionando la esencia misma de las artes marciales.
En resumen, la relación entre Tori y Uke es un camino de aprendizaje y crecimiento mutuo. El maltrato de Uke no tiene cabida en un dojo que verdaderamente entienda y respete el legado del Budo. Enseñar desde el ego, la violencia o la falta de control es una desviación de los principios fundamentales de las artes marciales japonesas y no contribuye al crecimiento ni del individuo ni de la comunidad marcial.