Desde que comenzaron las revueltas árabes se ha abierto un debate sobre si los países extranjeros deberían intervenir o no en el conflicto. Los partidarios de la intervención alegan que la masacre que está produciendo Gadaffi merece ser castigada y que el pueblo libio debe ser liberado por fuerzas militares como la OTAN; desde el otro bando, países como Venezuela, concretamente Hugo Chávez, han manifestado su intención de apoyar al régimen de Gadaffi de los ataques rebeldes.
Yo, como liberal, trato de mantener coherencia en mis ideas. Creo que actualmente tenemos un estado demasiado grande y su tamaño es inversamente proporcional a la libertad de los ciudadanos que viven bajo su influencia. Asimismo, opino que la política exterior de un país debe basarse en la diplomacia, el establecimiento de intereses comerciales y el respeto hacia la libertad y soberanía de los demás pueblos. La intervención del gobierno en el exterior únicamente está legitimada por razones defensivas, y nunca debe estar regida por la arrogancia respecto a la forma de actuar de otros países, ni mucho menos por petróleo o armas.
Esto no quiere decir que yo apoye a Gadaffi. Pienso que es un tirano y representa la quintaesencia del totalitarismo, que coarta la libertad a un nivel exacerbado y sin duda si gobernara mi país, sería el primero en echarme a la calle a protestar, pero un país jamás podrá entender los conflictos internos de otro.
Además, es bien sabido que quien ataca a un país suele recibir venganza; esta es la razón que comenzó el conflicto con los terroristas islamistas. Nosotros los atacamos y ellos responden con el 11-s, con el secuestro de turistas de nuestros países, etc. Nuestro objetivo tiene que basarse en mantener la libertad en nuestro país y así ser respetados por los demás.
Una buena parte de nuestros problemas económicos corresponden al intervencionismo en el exterior. Gastamos millones de euros en atacar a otros países con la excusa de la “paz” y encima nos cuesta la vida de nuestros nacionales; es completamente absurdo.
Los países son como los individuos. Tienen sus conflictos internos, sus maneras de pensar, se encuentran sumergidos en otro contexto y el país vecino no es quién para imponerles un modo de vida concreto, simplemente porque no están acostumbrados a él y acabarán repudiándolo. Si el pueblo de Libia alcanza lo que llamamos civilización, ellos mismos se darán cuenta de que la libertad es el único medio para alcanzar la paz; si por el contrario un ejército extranjero les ataca, se unirán para hacerle frente al invasor, es decir, habrá más guerra.
Huelga decir que en mi país, España, hubo una terrible guerra civil en los años 30 y una posterior dictadura sangrienta y ninguna democracia intervino para salvarnos. Durante la guerra civil sólo las dictaduras mandaron soldados y equipamiento y lo único queprovocó fue el alargamiento del conflicto. Así que, ¿qué clase de país liberal violaría la libertad de las demás naciones de gobernarse bajo su propia voluntad? Algunos libios se están levantando contra un tirano y éste está respondiendo con violencia bruta y una masacre espantosa, pero todo es parte del destino del pueblo libio, y ni la OTAN, ni Hugo Chávez, ni nuestra habitual empatía tiene el derecho de cambiarlo.