Sobre la tradición milenaria del Samaín

Publicado el 31 octubre 2013 por Vigilis @vigilis
En el XIX los historiadores tenían menos datos que hoy en día. La imprecisa datación, el acceso mediocre a las fuentes y el ambiente de reivindicación nacional que era la moda en la Europa de aquel tiempo, convierten sus obras en curiosidades con cierto interés contextual, pero ni de lejos en algo como para tomar en serio. Aquí tuvimos la mala suerte de que algunos tomaron en serio estas obras y continuaron repitiendo sus "hallazgos" y "descubrimientos" pese a que la historiografía contemporánea los pone en duda en el mejor de los casos, cuando no los niega rotundamente.

Uno de estos "hallazgos" es el Samaín en Galicia. Con poca certeza, lo que sabemos hoy del Samaín es que se trata de una fiesta celta (sobre todo irlandesa y escocesa) en la que se celebra el fin de la cosecha. Antiguamente la gente tenía una vaga constancia del paso del tiempo gracias a ciertos momentos del año relacionados con las labores agrarias. Así el fin y el inicio de la cosecha y de la siembra son las cuatro fiestas que comparten todos los pueblos agrarios del mundo y de la historia. Como digo, en el caso irlandés (y escocés, recordad que los escoceses vienen de Irlanda. Scotus en latín significa "irlandés") a la fiesta del fin de la cosecha se le llama Samaín. El primer registro escrito de esta fiesta lo tenemos en el Lebor Gabála Érenn (Libro de la conquista de Irlanda). Una obra del siglo XI que mezcla historias de la Biblia con los mitos precristianos que seguían operando en la isla. No es raro que junto al cristianismo pervivieran costumbres precristianas (en el caso que nos ocupa estas costumbres serían romanas, Irlanda o Hibernia era conocida en el mundo romano. Ptolomeo la describe como quien describe su cuarto de baño), a muchas aldeas irlandesas llegó la luz eléctrica la semana pasada. Todos los flipados del mundo le llaman a este mestizaje de costumbres "cristianismo celta".

Sorprendentemente estas cruces no están en Terra de Lemos sino en Irlanda.

Es habitual leer en muchos sitios que los cristianos adaptaron sus festividades al calendario pagano. Cierto. No olvidemos tampoco que el cristianismo hace esto cuando ya es religión oficial del imperio romano (es decir, no se trata de una conspiración oculta sino de un trámite administrativo con luz y taquígrafos). El imperio romano es fundamentalmente una sociedad agraria y las festividades paganas capaces de involucrar a más gente eran las relacionadas con la siembra y la cosecha. Si entre la clase alta romana Júpiter, Juno y Minerva —triada capitolina— tienen muchos devotos, entre la mayoría de la población serán las sagradas Pomona y Fortuna las que tengan más seguidores. Una de las más célebres fiestas en conmemoración de la sagrada Pomona es precisamente la que marca el fin de la cosecha. A medio camino entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno (el imperio romano estaba en el hemisferio norte) se honraba a Pomona y se le agradecían los frutos de la cosecha.

Representación de la santa Pomona con las lolas al aire, como debe ser.

Cuando el cristianismo está asentado como la incuestionable religión mayoritaria en la Europa romana occidental, establece un día para conmemorar a todos los mártires. Ese día hoy lo conocemos como Día de Todos los Santos. Como el resto de días especiales del calendario cristiano, y por herencia de la celebración el viernes noche del Shabbat judío, el Día de Todos los Santos se celebraba la víspera por la noche (Navidad lo celebramos la víspera con la Misa del Gallo en Nochebuena, la Epifanía también es la noche anterior al Día de Reyes, etc). ¿Estáis tomando nota, ateazos? Sigo.
Hace ciento cincuenta años se produce una emigración masiva de irlandeses a Estados Unidos —crisis de la patata— y llevan con ellos ciertas tradiciones como beber hasta caer de culo, quejarse por todo, tener muchos hijos y el Samaín. Habíamos dicho que el Samaín se celebra la víspera del Día de Todos los Santos, en el idioma que usaban los catolicísimos irlandeses en Estados Unidos, a eso se le llama All Hallows' Eve (víspera de Todos los Santos). De ahí viene la palabra Halloween. Es gracioso que los flipados que celebran fiestas importadas en Galicia como el Samaín, se cabreen cuando alguien lo llama Halloween cuando las dos palabras se refieren exactamente a lo mismo.

Para los "nativos" anglosajones, los irlandeses eran "negros en el interior". El partido Know Nothing se llevó en 1856 la quinta parte de los votos.

Recapitulo: tenemos un origen cierto y contrastado de una festividad, la de Todos los Santos, en cuyo día anteriormente había una fiesta romana en honor a Pomona. Por otro lado tenemos un origen difuso de una festividad que cae el mismo día, cuyo registro más antiguo es muy posterior a la festividad romana (y a la cristiana). Vaya, estoy por pensar que el Samaín no es más que la transliteración de la fiesta de la diosa Pomona. Si la antigüedad es un grado, contra la opinión general tiene incluso más sentido celebrar el Día de Difuntos que Halloween.
Hasta aquí el debate sobre el incierto origen de esta fiesta. A partir de aquí traigo la duda sobre qué diablos hace la gente celebrando esta fiesta en Galicia. Esos colegios públicos cuyos profesores rechazan los crucifijos pero animan a los chiquillos a celebrar el Samaín, ya me entendéis.
En el XIX, los primeros intentos de crear una historia de Galicia tienen en Manuel Murguía a un imbatible protagonista. A su "Historia de Galicia" acudirán fascinados tanto Risco como Otero Pedrayo para usar su obra como si de una fuente primaria se tratase. En sucesivas ediciones y artículos en la prensa sobre el pasado mítico de Galicia, el mito celta especulado por Murguía pasa a ser la historia oficial de aquellos motivados políticamente con la comunidad nacional gallega (apunto que ninguno de ellos era independentista). Así, pasando incluso por una fase de germanofilia de Vicente Risco —los locos años 30, ya se sabe—, Galicia pasa a ser un bastión de la "cultura atlántica" con origen celta y pagano frente a la "cultura mediterránea" con origen romano y cristiano. Y como en el paquete va todo, sin importar nada más que dar sentido a este relato mítico, se importan también, ya en época recientísima, todas las tradiciones que se van descubriendo sobre los pueblos celtas. Eso incluye el Samaín, fiesta que cuando originalmente se celebraba en Irlanda, coincidía en el día en que en Galicia se celebraba el Día de Todos los Santos.

Ah, la milenaria y poco conocida fiesta de disfrazarse de extraterrestre verde.

Lo triste del caso no es sólo la manipulación de la historia con fines políticos sino también que al hacer esto se tapa con mito una historia riquísima que nos cuenta cómo la llamada cultura castreña tuvo su época de apogeo en pleno imperio romano. Explicar el prosaico mestizaje que implica la historia de un lugar siempre es más difícil que inventarse un mito de pureza. Por lo tanto podemos afirmar que es un acto de vagancia intelectual tragarse estos mitos.
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