Sobre la vacunación de los niños

Por Tenemostetas

Por Ileana Medina Hernández
El pediatra Carlos González, uno de los más importantes escritores sobre crianza amorosa y lactancia materna, presenta el próximo 25 de enero un libro que lleva hace tiempo anunciando: En defensa de las vacunas. 
No pretendo escribir aquí un análisis serio sobre si vacunas no o vacunas sí , porque hay demasiada información de un lado y de otro, y el tema es bien complejo. 
Sólo decir que mi hija está vacunada, y que aunque entiendo y comparto algunos de los argumentos contra la vacunación, mi decisión hoy en día se decanta por vacunar.
No creo en la relación del autismo con las vacunas (creo más bien que el autismo tiene que ver con algún tipo de ruptura física y/o psicológica de la relación madre-hijo en la etapa perinatal) y si tuviera que ver con el mercurio, pues sería el mercurio y no las vacunas en sí mismas lo dañino. Con eliminar el mercurio de las vacunas sería suficiente.
Sé perfectamente que la industria farmacéutica -como todas las industrias- está primada por los intereses comerciales, y que el comercio y la salud son malos compañeros. El caso de la gripe A fue el ejemplo paradigmático de hasta dónde pueden llegar las industrias en su afán lucrativo; los gobiernos en su ignorancia, su 'papanatez' y su (mala) intención de propagar el miedo y la inseguridad entre los ciudadanos; y de hasta dónde nos dejamos manipular y entontecer. 
Pero la lógica mercantil de las industrias farmacéuticas, y el hecho reprobable de que nuestro sistema de salud esté dominado y atrapado por esos intereses mercantiles, tampoco demuestra la malignidad de las vacunas en sí. Podemos denunciar las estrategias sucias de la industria de la enfermedad, y más aún un modelo sanitario vendido a la industria, pero ello no quiere decir que todos los medicamentos y todas las vacunas sean descartables e inútiles. 
El argumento utilizado por los anti-vacunas que más en serio me gustaría que se tomase la medicina Occidental -y no sólo por las vacunas- es aquel que dice que no hay enfermedades, sino enfermos.
La medicina occidental basa sus terapias y su estrategia preventiva en luchar contra la enfermedad, contra los agentes externos. En cambio, la medicina tradicional china, y los enfoques holísticos actuales hacen hincapié en que no hay enfermedades, sino individuos enfermos. Los virus y bacterias están ahí afuera: ¿por qué no se enferman los que no se enferman? 

"Claude Bernard, eminente fisiólogo francés del siglo XIX, decía "nada es la bacteria, todo lo hace el terreno", y el propio padre de la patología celular -Virchow- afirmaba, en el mismo sentido, que bajo ningún concepto puede entenderse la enfermedad basándonos en el microorganismo. Dicho lo mismo de otra manera: el que se presente una enfermedad o no es independiente del microorganismo en sí; lo fundamental es el estado general del sujeto y las manifestaciones de la enfermedad dependen fundamentalmente del estado del mismo. 
En una medicina en la que se trabaja sobre todo en laboratorios -es decir, sin pacientes- resulta mucho más práctico y sencillo no ocuparse de la homeostasis o capacidad regular de la persona, lo que implicaría un estudio pormenorizado de cada caso. En cambio, es más fácil hacer lo contrario: ocuparse del causante de la enfermedad, considerando a todos los huéspedes (infectados) por igual."  
(Dr. Santos Martín, "Vacunas. Una decisión que depende de ti", descargable en su página web , y reproducido en el nro. 2 de la Revista Madre Tierra). 


Creo que aquí está el quid de la cuestión. Las vacunas encajan y son necesarias en una sociedad y en un modelo de salud que considera a la enfermedad como un "enemigo externo" que hay que combatir, y  por tanto, cura a todos sus enfermos por igual. El día que tomemos las riendas de nuestra salud y nos demos cuenta de que la enfermedad no es más que la expresión psicosomática de un desequilibrio interior, entonces quizás las vacunas no harán falta. 
Pero, mientras tanto, es lo que tenemos. Puede ser muy peligroso que quien no esté dispuesto a reconocer el origen emocional de la enfermedad (y tenga los recursos interiores y exteriores para trabajarlo)  ni a prevenir la enfermedad de nuestros niños desde todos los frentes (nutrición adecuada, lactancia materna extensa, higiene, equilibrio emocional familiar y social, satisfacción de las necesidades afectivas y emocionales de los bebés y niños, compañía, alegría, juego, no autoritarismo, no escolarización temprana, no separación forzosa de la madre, compañía al dormir, crianza corporal, atención amorosa, actividad física, respeto de los ritmos madurativos biológicos, asumir las propias responsabilidades de nuestra salud y de nuestras decisiones sobre ella, etc...) deje de vacunar a sus niños. 
Y creo que para que ese reconocimiento sea eficaz, no basta con que sea individual, ha de ser de grupo, ha de ser social, porque una familia sola no puede garantizar el total bienestar de los niños. Siempre nos enfermaremos, si no es de una cosa, es de otra; porque el sistema vivo perfecto no existe. Cuando erradiquemos unas enfermedades, aparecerán otras... y siempre nos enfermaremos de aquello de lo que, como sociedad, padecemos. También podemos enfermarnos de soberbia. 
Si antes del libro de González, queréis leer gratuitamente los principales argumentos a favor y en contra de la vacunación, recomiendo encarecidamente revisar el número especial que este mismo mes la revista on-line Madre Tierra ha dedicado a las vacunas: