Hace unas semanas, tras la presentación de la antología Beatitud en La Casa del Libro, Vicente Muñoz Álvarez me confesó su desánimo o decepción: tras viajar de León a Madrid y preparar toda la fiesta, en la lectura de fragmentos del libro sólo participamos 4 autores. V. se preguntaba no sólo dónde estaban muchos de los participantes en Beatitud, sino dónde se había metido la gente afín: los de Tripulantes, Resaca, Viscerales, 23 Pandoras, Generación Blogger… y, en definitiva, aquellos con los que contamos para el blog de Hank Over. No estaban. Salvo 2 autores amigos que siempre van a todo. Y era viernes por la tarde: un día ideal para un evento de esas características. Me dijo V. que estaba un poco cansado de las antologías, porque al final llevaban a esto, tras mucho esfuerzo e ilusión. Justo lo mismo que me ha dicho David González otras veces, después de sacarnos a unos cuantos en otras recopilaciones de textos.
Nosotros, Mario Crespo y yo, unos días antes tuvimos más suerte: alrededor de 20 autores participaron en la lectura de Viscerales. En la Fnac, a las 18:30 de la tarde. Un martes. Un día malísimo y a una hora imposible para las presentaciones. Pero allí estaban: unos 20 autores.
Luego, en la semana de mi viaje a Berlín, traté de preparar otra lectura de Viscerales: que cayera en viernes por la noche (para que así nadie dijera que los horarios del curro le impedían acudir); que se celebrara en un bar (para festejarlo durante y después de la lectura); en la que no hubiera ajustes de tiempo (en Fnac sólo tuvimos algo menos de hora y media). Pretendíamos hacerlo en Los Diablos Azules de Malasaña. Me dije: si un martes a media tarde hemos reunido a tanta peña, un viernes por la noche lo petamos. Preparar una presentación conlleva tiempo y dinero: llamadas de teléfono, mensajes de móvil, e-mails individuales y colectivos, visitas a alguna librería… Porque hay que hablar con el dueño del bar, comunicárselo al editor, visitar a algún librero (o llamar al distribuidor) para que lleve ejemplares al garito, decírselo a los autores, etcétera. No es plato de gusto, uno está mejor rascándose el escroto. Pero hay que hacerlo. Y, aunque me pilló de viaje, lo hice. A la llamada sólo acudieron 2 personas. Nosotros sabemos y entendemos de sobra que no se puede estar en todo, que la gente tiene sus obligaciones, sus trabajos, sus recitales y eventos, sus hijos y sus parejas, sus viajes… llámalo x. Sabemos que es imposible estar a todo. Pero reconozcamos que el resultado es desolador. Y quizá no merece la pena esforzarse cuando, a una lectura, sólo acuden un par de personas. De ahí que canceláramos el evento (repetimos nuestras disculpas a las dueñas de Los Diablos Azules, que reservaron la fecha y luego no se tomaron mal la cancelación). Y de ahí que, salvo las oportunas firmas de la feria, no queramos organizar ninguna otra presentación. Por cansancio. No se trata de acritud. No es ninguna venganza. Tampoco es exactamente desánimo.
Tras comprobar el resultado, decidí cancelar también mi participación en la promo de Beatitud, que, de entrada, incluía un viaje el próximo viernes a León para presentar el libro. Le dije a V. que estoy cansado y tampoco se lo tomó mal. Hace un par de días supe que, a esa presentación, se ha apuntado 1 persona. Un único autor.
En los últimos tiempos he procurado participar en, al menos, una de las presentaciones de cada antología en la que he colaborado: Viscerales, El libro del voyeur, Perversiones, Beatitud, Un nudo en la garganta, Vinalia Trippers, La manera de recogerse el pelo… No me gusta un pelo hablar en público, pero he procurado siempre echar una mano. Y por supuesto la echaré de nuevo cuando aparezca Narrando contracorriente. Todo esto es para explicaros por qué cancelamos lo de Viscerales, y por qué, si las cosas siguen el mismo rumbo, Beatitud puede correr el mismo riesgo. Y también es para informaros de cómo están las cosas. Espero que nadie se lo tome mal.