Sobre las debatidas calandrias

Publicado el 03 julio 2017 por Jamedina @medinaloera

Fue el presidente municipal, Enrique Alfaro, quien al anunciar el próximo cambio de las típicas calandrias de caballos de Guadalajara por carros eléctricos, abrió el debate público sobre las ventajas y desventajas de esta trascendental medida.

Como el anuncio del alcalde fue oficial, puede considerarse un hecho el citado cambio a partir del próximo agosto, de suerte que de poco o nada servirán los argumentos en favor de las calandrias, por muy valiosos que estos sean.

Sin embargo, es preciso dejar constancia de la oposición de un amplio sector de la sociedad tapatía a esta medida, a todas luces contraria a nuestras tradiciones, mismas que estamos obligados a preservar como símbolo de identidad ante el país y el mundo.

Por demás está recordar que un pueblo sin identidad está condenado a perder no sólo el sentido de su historia, sino también la oportunidad de mejorar sus niveles económicos y sociales.

Argumentos contra las calandrias

Quienes apoyan la desaparición de las calandrias (a las cosas hay que llamarlas por su nombre: en este caso se trata de desaparecerlas, porque en lo sucesivo nadie podrá llamar calandrias a los armatostes con las que se les quiere sustituir), exponen dos argumentos básicos:

El primero, la necesidad de proteger a los sufridos caballos, que trabajan de sol a sol sin recibir muchas veces la atención necesaria tanto en alimentación como descanso y salud.

Tratar bien a los animales es obligación de todo ser humano (son ellos nuestros compañeros en la aventura de la vida), pero la experiencia muestra que a muchos políticos no les interesa la suerte de la gente (por ejemplo, la de los niños pepenadores), menos la de los animales. Ahí está el caso de los circos que, por “proteger los animales”, ya están todos muertos. Lo mismo ocurrirá con los caballos de calandrias, cuyo destino es irremediablemente el matadero. Esto sucedió hace 70 años, cuando al quedar desocupados los equinos empleados en la arriería, pararon todos en el rastro.

El segundo argumento de los enterradores de calandrias es la necesidad de “modernizar” el transporte de la ciudad, pero esto no debe ser a costa de las tradiciones más sentidas de los tapatíos. Con este criterio, los gondoleros de Venecia ya les hubieran puesto motores a sus góndolas.

Argumentos en favor

Como apunté al principio, lo principal es preservar la identidad, es decir, todo aquello que nos identifique como pueblo, porque de otra manera nos perderíamos en el universo, es decir, acabaríamos por ser menos que nada.

El problema es que así como hoy se van las calandrias, que tienen casi 100 años de tradición en Guadalajara y que son una reminiscencia de los taxis de la época colonial, se fueron también las serenatas en la Plaza de Armas, los conciertos del Agua Azul, las rosas de los camellones, las tertulias tapatías, viejos edificios que cayeron por la ignorancia y avaricia humana, en fin, tantas cosas que hemos perdido y que nos identificaban como pueblo.

Por eso quiero dejar aquí constancia de mi protesta ante la evidente desaparición de las típicas calandrias tapatías.

javiermedinaloera.com

Artículo publicado por el semanario Conciencia Pública en su edición del domingo 2 de julio de 2017.