Sobre LIBERTAD-IGUALDAD-FRATERNIDAD, el PERVERSO lema de la REVOLUCIÓN y el ejemplo de VECINOS POR TORRELODONES
Publicado el 01 septiembre 2012 por Pilar Baselga
En estos momentos en los que todos
hablamos de que una revolución es necesaria, la idea inmediata es la que nos ha
sido implantada por siglos de educación en la falsa historia: la revolución consiste
en echarse a la calle. Pero, como ya he dicho en anteriores artículos, existe
una relación histórica entre las revoluciones, los banqueros y las dictaduras,
relación que desbarata la teoría de que echarse a la calle lleve a la mejora
social.
Todos podemos ser como Torrelodones
¿Qué alternativa hay? Hacer lo que han
hecho los Vecinos por Torrelodones: tomar las riendas del poder desde la congruencia,
el trabajo, la organización y la honestidad. Ellos salieron a la calle a pedir
que pararan un proyecto urbanístico en una zona protegida, pero se dieron cuenta
que no conseguirían nada desde la calle:
había que entrar DENTRO del sistema, porque las cosas sólo se cambian desde
dentro. En dos meses crearon un partido político, en 2007 ganaron 4 concejales;
en el 2011 consiguieron 9 concejales y, ahora, tienen el poder. Esto sí que es
un cambio, pero no echándose a la calle, sino entrando en el corazón del
sistema.
¿Por
qué no hay más casos como Torrelodones? Porque nosotros ciudadanos no creemos que puede ser posible estar en el poder. Es, pues, un problema de FE. Pero ¿cómo no va a ser posible estar
en el lugar de estos presidentes babas, vendepatrias, parlamentarios
sinvergüenzas, ministros corruptos, banqueros estafadroes y fabricantes de
armas? Pero CUALQUIERA con dos dedos de
frente y ganas de trabajar lo haría mejor. Esto para explicar que lo que nos
impide tener un país bien dirigido somos nosotros mismos, y las ideas que tenemos implantadas sobre
nuestras capacidades. Nuestra cárcel está dentro. Y sólo podremos cambiar empezando
desde dentro, desde nuestra capacidad de imaginar abandonando las creencias que
nos impiden volar.
Como
muchos ayuntamientos están endeudados, ahora Torrelodones no puede pedir un crédito
para arreglar el alcantarillado aunque no está endeudado y tiene superávit. Y esto
es por la tan cacareada igualdad, implantada para despojarnos de nuestra unicidad, limitar nuestros derechos
y controlarnos como rebaño.
Puedes escuchar la entrevista al equipo de Torrelodones en el Vórtice Radio:
http://www.elvorticeradio.com/2012/09/01/torrelodones-los-vecinos-al-poder/#respond
Libertad,
Igualdad y Fraternidad son tres ideales revolucionarios
que se imponen como absolutos e incuestionables, y creo que es urgente que reflexionemos
sobre este lema establecido como dogma,
es decir que se afirma y no se demuestra.
Reflexionar sobre ello debería de ser obligatorio en la enseñanza de
todos los ciudadanos, por su trascendencia. Reflexionemos pues.
LIBERTAD
LIBERTAD es lo primero que te
vende la publicidad: compra esto que te sentirás libre, compra lo otro que
podrás navegar con libertad… Aparece que el deseo de libertad es un mecanismo
inconsciente de control muy conocido por la ingeniería social, pues el ser
humano suele decir que desea la libertad, aunque después no haga nada por
serlo, por miedo, pereza y desidia.
La libertad se refiere a dos
ámbitos bien distintos, el social y el individual.
Por un lado Libre es no estar en
la cárcel, es decir que soy libre en la medida en la que cumplo con la ley.
Esta es una libertad cismundana y relativa, pues dependiendo de en qué país
esté, la libertad será diferente. Lo estupendo de esta crisis es que está
permitiendo que despertemos a la realidad de nuestra esclavitud histórica.
Para muchos, ser libre es ir
donde deseo. Hacer lo que me da la gana. No tener obligaciones. ¿Es eso la libertad? No. La cárcel
está dentro. Mis miedos, complejos, manías, adcciones, obsesiones, perezas, incongruencias,
creencias son tantas otras cárceles más rígidas y difíciles de evitar, porque
sus barrotes no son visibles y requieren de un trabajo individual, atento y
constante.
Pero desde un punto de visto ya
más espiritual, el verdadero camino hacia la libertad es la búsqueda de la
congruencia y la paz tanto interior como exterior, y es el camino hacia la
buena muerte. Como en el ejemplo de Torrelodones, si realmente quiero que las cosas
cambien, la congruencia sería empezar a
trabajar para entrar en el ayuntamiento del lugar en el que vivo. Ese trabajo
por mi congruencia personal, es un camino hacia la libertad.
Pero la libertad plena es
imposible, siempre será una idea no una realidad, una luz en el horizonte. El hombre no
puede ser completamente libre, pues es preso de las leyes del mundo físico, de
su carnalidad, de sus limitaciones físicas y emocionales, y ese es su destino. El hombre sólo alcanza
la completa libertad cuando muere y abandona su carnalidad.
La búsqueda de la libertad es una
lucha que se libra en lo más íntimo de cada uno y nadie en ella puede legislar.
En cambio, la cuestión de la libertad en lo social está cercenada por las leyes y contingencias,
por lo que en ese ámbito, la libertad se somete al civismo, a la justicia
social, a las prioridades y contingencias sociales de cada lugar.
Prometer mayor libertad es el
gran señuelo que agitan unos y otros,
alternativamente, para ganar las elecciones. Y los votantes siempre votan a su partido creyendo que éste les dará
mayor libertad. Plantear el problema de la libertad como un principio de las
relaciones sociales es un despropósito, una frivolidad. Y es una gran
manipulación. Yo lo reemplazaría por CONCIENCIA Y CONGRUENCIA.
IGUALDAD
En nuestra sociedad, la igualdad
es un valor absoluto, y negarla es un tabú. Si niegas la igualdad es que eres
un facha, un impresentable. Sin embargo, una de las leyes de la naturaleza es
precisamente la desigualdad. Todas las hojas de un mismo árbol son desiguales,
cada ola en el mar es diferente, cada nube, cada granito de arena. Todas
nosotras somos desiguales, unas son más altas, otros más ricos, unas más
rápidas, otros más fuertes, unas más pacientes, otros más codiciosos…. Es decir
que somos esencialmente desiguales.
Somos iguales ante la ley, me
dirá alguno. Obviamente, nadie se cree esta gran mentira. La casta de privilegiados
sigue poderosamente instalada en su feudo inexpugnable. Mi experiencia en las
cárceles españolas es que de ninguna manera somos iguales ante la ley. Cuando
Mario Conde entró en Alcalá Meco, el director de la cárcel corrió a su casa a
buscarle una televisión, y lo instaló en la enfermería. Las cárceles están
llenas de pobres, y los parlamentos y bancos están llenos de chorizos quienes,
gracias a su riqueza de origen sospechoso, pueden recurrir a los mejores
abogados que conocen todas las trampas de la ley.
No, no somos iguales, ni de
nacimiento ni ante la ley. Entonces ¿por qué siempre nos hablan de igualdad?
Porque la igualdad es lo propio del rebaño. Esta igualdad es sobre la que se construye
la educación pública y obligatoria, que, como un ejército, organiza por edades,
impone normas, tests de inteligencia, notas y suspensos para irnos clasificando
y prepararnos para nuestro destino de ovejas obedientes.
Es evidente que no está en la
agenda del poder el educar a los ciudadanos para que desarrollemos nuestro
espíritu crítico, nuestra unicidad, para que seamos responsables de nuestras
acciones tanto cívicas como personales, pues desarrollando el ser único que
tenemos dentro dejaríamos de ser rebaño y lo cuestionaríamos todo. La idea de igualdad
es una manera de predisponernos a la uniformización, a aceptar ser tratados
como borregos, a comportarnos como rebaño quejicoso y victimista, que se somete
y delega en otros sus responsabilidades, culpabilizando, además, la diferencia. La idea de la igualdad es la que nos impide creer que podemos ser líderes, tomar las riendas del poder y echar a estos impresentables. Afirmarte como ser único y poderoso implica negar el tabú de la igualdad.
El sistema del estado de bienestar se
construye sobre la igualdad y empuja a la sumisión y al consentimiento,
a la uniformización, el victimismo, la queja, la pereza, la irresponsabilidad y
la desidia. Y así estamos donde estamos, creyendo que esto va a cambiar por salir a la calle o acampar frente al Congreso para PEDIR que sean ELLOS los que cambien, mientras seguimos delegando nuestras responsabilidades en esos mismos que decimos querer cambiar.
Es injusto que yo pague lo mismo de Seguridad Social que una persona que fuma dos cajetillas diarias, bebe como un cosaco y se hincha a comer grasa. Mientras, yo no estoy nunca enferma porque me cuido, como sano, medito y hago ejercicio. Lo justo sería que esa persona inconsciente, perezosa e irresponsable pagara tres veces más que yo, o yo tres veces menos. ¿Por qué los que corren en los encierros de Pamplona, los que se tiran en parapente o practican deportes de riesgo son atendidos por la Seguridad Social? ¿No deberían depender exclusivamente de un seguro privado?
Sin embargo, la injusticia de que todos paguemos por igual se llama justicia social e igualdad de derechos, esta es la paradoja de nuestra sociedad del bienestar, cuyo cuestionamiento está bloqueado por el tabú de la Igualdad.
Leo los Protocolos I y III de los
Sabios de Sion, un controvertido texto publicado en 1905, que unos atribuyen a
los sionistas, otros a los jesuitas y otros a los antisemitas. No entraré en
discutir su autoría, pues lo interesante
no es tanto quién lo escribió como que lo que dice es lo que está pasando en
estos momentos. Poco importa que sean falsos si son verídicos. Se supone que
está hablando un sabio sionista y dice así:
Fuimos nosotros los primeros en gritar ante el pueblo: libertad,
igualdad y fraternidad. Estas palabras las repiten frecuentemente desde
entonces irreflexivas cacatúas de todas partes del mundo. Repitiéndolas, han
despojado a la sociedad de la prosperidad material y al individuo de la
libertad personal.
(…)
Nuestros gritos de libertad, igualdad, fraternidad, cautivaron
agentes inconscientes, legiones enteras que enarbolaban nuestras banderas con
entusiasmo. Esas palabras roían la prosperidad de los cristianos, despedazando
su armonía, entereza y solidaridad; con ellas desmenuzamos los fundamentos de
los estados. Fue esto lo que nos dio la victoria proporcionándonos, entre otras
cosas, la abolición de privilegios; o sea, la supresión de la aristocracia
de los gentiles en todas las naciones, que era la única protección que tenían
contra nosotros.
Interesante: la idea de la
igualdad sirvió para suprimir la aristocracia dejando a los gentiles sin la
única protección que tenían contra los banqueros, pero los privilegios
siguieron existiendo. Es decir que el concepto de igualdad fue un arma para
desembarazarse de la élite y un señuelo para manipular al pueblo, pues es un
concepto sin realidad, sin fundamento. Que son los banqueros los que mandan en
el mundo, creo que no es una conspiranoïa, es ya una realidad indiscutible.
Según dicen los Protocols, las
tres famosas palabras habrían hecho creer a la masa en algo que no sólo no existe, sino que destruye su libertad
personal. Esta afirmación puede parecer chocante pero es cierto que para ser
igual a los otros, cada individuo tenderá a negar, ignorar, ningunear su
unicidad, su libertad personal, su derecho a ser él mismo, único y perfecto para volverse una oveja lo
más parecida a las demás. Porque éste es el gran peligro que más teme el poder
que domina este mundo: el gran peligro es que nos hagamos fuertes en nuestra
unicidad y nos construyamos desde la afirmación de lo diferentes que somos, de
lo capaces que somos.
Por eso conviene enarbolar la
igualdad como un valor absoluto, para que la masa, a través de dicha idea,
asuma la condición de igualdad del rebaño como fundamento de la democracia y
niegue su individualidad y libre albedrío que permitirían su empoderamiento. Como dice Ibn Asad, la desigualdad
es la conditio sine qua non de la
individualidad.
El término de igualdad es
perverso porque culpabiliza y destrona la individualidad. Y como principio, es
una gran mentira. No somos iguales, no, en absoluto somos iguales, porque somos
únicos. Mi misión en esta vida es lograr ser plenamente yo, plenamente única,
plenamente desigual.
Mezquita de Tornerías, Toledo. Interior. Siglo XI.
FRATERNIDAD
La igualdad de las columnas puede parecer
un requisito obligatorio para sostener eficazmente la cubierta de un templo,
sin embargo su perfecta semejanza no es indispensable. Existe en Toledo, una
pequeña mezquita llamada Mezquita de Tornerías cuyo centro es sostenido por
cuatro columnas completamente diferentes: unas son más anchas, otras más altas,
una es de mármol blanco, otra de granito gris. Y cada capitel es diferente en
forma, tamaño y decoración. Es una mezquita hecha con lo que tenían. Pero,
aunque pueda sorprender, funciona. Es acogedora, íntima, muy armoniosa y sin
pretensiones. Es hermosa.
Creo en nuestra unicidad y
también en la FRATERNIDAD, que ése sí que es un valor que hace crecer a la
Humanidad en la dirección de la paz. Es
la fraternidad la que hace que las columnas desiguales se unan en un todo
armónico. Es el amor, el cuidado, la
escucha lo que permite construir un todo armonioso, un trabajo que empieza por
el amor a nosotros mismos, porque sólo siendo fieles a lo que yace en nuestro
interior, siendo fieles a nuestra verdad, a nuestra unicidad, podremos
construirnos y, a partir de ahí, construir una verdadera Humanidad.
Propongo pues la reforma del lema
revolucionario perverso, y reemplazarlo
por otro:
CONCIENCIA, UNICIDAD, FRATERNIDAD
Tres principios que harán posible un mundo mejor,
desde luego mejor que el que, a juzgar por lo que está pasando, hemos conseguido después de 250 años de lema masónico
revolucionario.