¿Sobre literatura?
por Martín Cid
http://www.martincid.com/
I (redoble de tambor, música fúnebre)
El irónico mercado
Miro la lista de los libros más vendidos. Esta semana María dueñas Vinuesa encabeza las listas con una novela que, dicen, es de amor, exotismo… espionaje. Una mujer enfrentada con las circunstancias por lo que parece entreverse. Hasta el número tres no nos encontramos con Reverte y su Asedio, también con Matilde Asensi en el número siete que es más o menos como encontrarse con Messi en los diez mejores goles del año (algo normal a todas luces). Miro estos títulos que parecen sacados todos de la más reciente de las fotocopiadoras modernas.
¿Necesitamos explicaciones? Me explico: como El Código DaVinci (©) ya está escrito (¿?¿?¿!!!!!) podremos llamar a nuestro libro tranquilamente El Código Miguel Ángel que nadie nos acusará de plagio y, de paso, podemos intentar vender a la editorial que aprovecharemos el boom del best-seller de Dan Brown. Puede que no funcione (¡!) o puede que sí: parece que los editores no tienen demasiado miedo a repetir esquemas exitosos.
Así, en esta lista de los más vendidos siempre hay una especie de marca B (como las pipas BigBen de Dunhill o la Shelley Bobyns de los Simpsons (©)). Cuando Umberto Eco publicó El Nombre de la Rosa, verdadera iniciadora del tema de la moderna narrativa pseudo-histórica, no imaginaba (seguramente) que iba a tener tantos y tantos seguidores de distinto tipo. Y es que si El Código DaVinci toma algunos puntos de El Nombre de La Rosa, siendo definitivamente inferior a la obra de Eco, ahora vienen otros copiando la copia y otros que copiarán la copia al más puro estilo (valga la redundancia) del copista monacal salido de alguna novela de Eco.
Pero este tipo de novela pseudo-histórica sólo es un tipo de obra que podemos copiar. Ahora mismo hay más con las que poder paliar nuestra falta de imaginación. Aún vagan en nuestros recuerdos las pesadillas de Millenium, y sobre todo los sueños infames de los libreros que no han adquirido los libros. Tres entregas con una heroína que se enfrenta al mundo de los depravados, violadores y periodistas (los que hayan leído la novela sabrán cuál es peor clase de ser humano de los tres, yo no la he leído).
En los próximos años seguramente veremos el auge de una especie de mujer no-rubia con mala leche que no le llegará a la suela de los zapatos a Lisbeth Salander, sí, pero que llenará las arcas de los (¿a veces?) avaros editores. Todavía no ha llegado a nuestro país la moda en todo su apogeo, aunque ya da sus primeros coletazos en una mujer que se apellida (casualmente) igual que Larsson pero que no es Larsson escritor que murió sin ver su éxito ni el Larsson que jugó en el Celtic de Glasgow durante tantos años.
Otra línea (ésta más antigua que el hombre) que proviene del fumador de pipa J.R.R. Tolkien. A este tipo de literatura (que no fue en sus comienzos ni tan juvenil ni estúpida) pertenecen incunables del tipo Harry Potter o alguna niña maga (que podemos distinguir con dificultad del primero porque uno es niño y la otra es niña). No habrá buena lista de los más vendidos sin una obra épica de este tipo.
En otro orden de cosas nos encontramos con lo que las editoriales llaman “literatura seria”. Si han pensado por un momento que vamos a hablar de James Joyce y sus sucedáneos están muy equivocados. ¿Cortazar? ¡Dios mío! ¿Acaso creen que sólo se pueden publicar libros para superdotados? No, hoy bebemos en la inmensidad de lo mediocre y es por eso que lo que antes era vanguardia hoy se ha convertido en retaguardia y los títulos serios hoy se han convertido en una especie de mezcla entre una novela de espionaje mala con las vicisitudes de una ama de casa que descubre su sexualidad o algún otro elemento suficientemente soez como para que la crítica (loado sea su santo nombre) se rasgue las vestiduras ante tal provocador gesto. ¿Simple marketing? Sí.
II
Cómo no reírse de lo anterior y no morir en el intento: el héroe
Y ahora ante la lista de los más vendidos en esos grandes almacenes la pregunta surge como si nada: ¿qué tienen todos en común? Es difícil responder pero no imposible, y es que el ya citado marketing ha terminado con casi cualquier iniciativa en casi cualquier contexto. Los personajes suelen ser adolescentes de todas las edades: tienen un toque de inadaptados porque el que lee libros no es ya de por sí muy normal (y hay que congraciarse con el lector que, al fin y al cabo, es el que paga)… hay muchos best-sellers con protagonista femenina (adolescente, normalmente de unos cuarenta años, con carencias afectivas y carácter más bien llorón que nos recuerda a Laforet), los hay de adolescentes que se enamoran de vampiros y hackers que luchan contra el entramado de mentiras en la hipócrita sociedad sueca.
El héroe sigue presente en estos libros tan vendidos, un héroe ya cansado que roza la locura como lo hiciera el Quijote, pero un héroe que no sabe ya muy bien el porqué de su lucha (algo así como J. Stewart en El Hombre que Sabía Demasiado (poco)). También el Quijote tuvo que inventar su propia aventura, plagada de molinos de viento que no existen… ¿una reflexión sobre la creación literaria? Pero los héroes de esta nueva generación de literatos son un poco menos inteligentes y mucho más adaptados a un mundo del que no se pueden escapar. ¿Cómo poder desligarse de un mundo con unas estructuras tan férreas? Un imposible. Los héroes de hoy coquetean con ese pasado en sus códigos ocultos y, de esta manera, descubren una nueva realidad más literaria y más real.
Y es que queda algo en nosotros de Harry Potter: deseamos al abrir una novela creer en una escuela de magos y, poco a poco, nos olvidamos de la estructura para recordar nuestros más infantiles tiempos, esos en los que soñábamos que con un movimiento de nuestra pluma podría caer Troya.
Hoy bien saben los novelistas que no quedan Troyas por arrasar y ya las novelas reconocen su innata capacidad para ir más allá del papel.
Porque hoy, por lo que parece, todo está en una lista de los libros más vendidos.
Aún nos queda un consuelo: también en época de Cervantes se escribían obras mediocres, dicen algunos.
Me siento triste hoy y respondo: no tan mediocres, no tantas.
Porque en la antigüedad el hombre aún podía soñar.
**Martín Cid es autor de las novelas “Ariza” (ed. Alcalá, 2008), “Un Siglo de Cenizas” (ed. Akrón, 2009), Los 7 Pecados de Eminescu (e-book) y del ensayo “Propaganda, Mentiras y Montaje de Atracción” (ed. Akrón, 2010).
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