sobre lo simple y lo menos simple

Por Aceituno

Se ha escrito mucho acerca de las cosas simples. Y digo yo que si se escribe tanto sobre algo, es porque ese algo no es simple. SI lo fuera, no daría el suficiente juego como para escribir sobre ello pero, como en casi todo, hay una trampa, disfrazada en este caso de mentira: las cosas simples de las que se habla no son en absoluto simples. No es simple el fuego crepitando en la chimenea, ni el vuelo de una gaviota, ni una carta de amor, ni un poema a medio escribir, ni una fotografía abstracta. Cada vez que se habla de algo simple se está usando la palabra “simple” como mero reclamo publicitario, para captar la atención del lector o  el espectador o el cliente o lo que sea, porque sabemos que el concepto “simple” vende, nos gusta porque nos conecta con imágenes del pasado, quizás incluso de la infancia, nos recuerda la parte noble que hay en nosotros, la inocencia que aún nos queda y, además, todo eso sin ser empalagoso sino elegante, sobrio, sereno, sutil, encantador…

También es verdad que hay algunas cosas que no son complejas y, por lo tanto, tal vez podríamos decir que son simples. ¿Dónde está el límite? ¿Cuán simple debe ser algo para que le quepa el calificativo de simple? ¿Todo lo que no es complejo, es simple y todo lo que no es simple, es complejo? Y luego hay que ver qué grado de complejidad o de simpleza estamos evaluando. Algunas cosas son simples a simple vista y muy complejas después de una observación más detallada. Y al contrario, algo que no conocemos parece muy complejo al principio y puede resultarnos muy simple una vez que lo hemos aprendido. Este texto, por ejemplo, parece muy complejo, pero si lo lees un par de veces verás que es tremendamente simple. En cambio, las fotos de hoy, son simples a primera vista y no hay mucho que profundizar en ellas aunque, claro, siempre estará quien quiera saber cómo funcionan las farolas, por lo que ya no serán tan simples, por no hablar de los elementos y la tecnología necesarios para producir esas dos fotografías, desde el ojo de fotógrafo y la cámara hasta el ordenador, pasando por el software que convierte una serie de datos en una imagen y, como no, internet para que la puedan ver desde todo el mundo. Incluso podríamos mencionar al tipo que diseñó las farolas o al que tuvo la idea inicial de colocar ahí esas farolas, o también al que contrató a ese que tuvo la idea inicial… y así hasta el infinito, así que a lo mejor tampoco esas dos fotos son tan simples como parecen.

De todas formas que todo el mundo esté tranquilo porque no hay gente simple. Por suerte o por desgracia el ser humano es lo suficientemente complejo y retorcido como para no merecer el calificativo de simple. Gracias a ello somos distintos, ricos en matices, profundos y singulares. Y también lo son las cosas que hacemos, pensamos y decimos. No existen las cosas simples, tan solo las más o menos complejas.

Vivimos en una enorme bola suspendida en el espacio que va girando a 1000 km./h. sobre su eje y a 30 Km./seg. alrededor de una pelota de fuego cien veces mayor que ella. Después de eso me creo absolutamente todo.

Pero que no vengan a hablarme de simpleza porque yo no la veo por ningún sitio.